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Eduardo Mendoza: "Quería darle valor a esos pequeños pasos que hicieron posible la Transición"

El premio Cervantes ha presentado hoy en Madrid El rey recibe, la novela con la que arranca su nueva trilogía

"Ahora está muy de moda criticar la Transición, pero entonces nadie pensaba que las cosas fueran a salir tan bien". El que habla es Eduardo Mendoza, y la frase no tiene tanto que ver con la actualidad política del país como con la idea que le ha movido a escribir su nueva novela, El rey recibe (Seix Barral), que ha sido presentada este miércoles en el Hotel de las Letras de la Gran Vía madrileña.

No se trata, sin embargo, de una idea que busque exclusivamente ensalzar aquel periodo en el que la democracia resurgió en España. No es de eso de lo que trata la novela. Sino más bien de un intento por revisar los principales acontecimientos históricos que han jalonado su existencia, regresando a ellos a través de la ficción. "El libro es lo que es, ya lo he dicho: Unas no memorias. Fragmentos de la vida de un personaje que transcurren con el telón de fondo de mi propia vida", ha comentado. Y en ese sentido El rey recibe, que está ambientado en los años sesenta y principios de los setenta, "más que a la Transición, quiere darle valor a todos esos pequeños pasos que hicieron posible la Transición".

Es precisamente por eso por lo que no sería acertado enmarcar este primer título de lo que, espera el autor, acabe siendo una trilogía, como una novela histórica centrada en el derrumbamiento del franquismo y en los primeros brotes verdes de libertad que nacieron en aquellos tiempos. En el libro esa realidad es narrada al mismo nivel que muchas otras, como el surgimiento de los Beatles o el nacimiento del movimiento gay. "La cosa es que cuando uno mira hacia atrás se acaba dando cuenta de que muchos de los acontecimientos que en su día le parecieron anecdóticos han acabado por convertirse en acontecimientos históricos que han marcado el presente, y que muchos otros acontecimientos vividos como históricos, han pasado a ser simples anécdotas", ha explicado. "Cuando yo era pequeño, por ejemplo, nadie podía imaginar el poder que iba a adquirir la prensa. El periódico estaba para hacer los crucigramas el fin de semana. Pero acabó por convertirse en una potencia que movía la opinión pública y que desempeñaba un papel importantísimo en el juego político y social".

La situación de la prensa en la actualidad, al igual que el panorama político español y mundial, le suscitan sin embargo menos suspicacia que a gran parte de la opinión pública. "El presente siempre es conflictivo", ha señalado. "Creo que establecer comparaciones no ayuda. ¿De qué sirve? Es mentira. Que la situación actual en ciertos momentos es preocupante, por supuesto. Que en otros momentos ha podido parecer que la gente tenía mayor disposición, que estaba más eufórica, puede ser. Pero me niego a pensar que ahora nos hayamos vuelto todos un poco más tontos". "En el libro, por ejemplo, narro los años dorados de la prensa. El caso Watergate y demás. Ahora la prensa parece que se diluye, igual que la literatura, con el auge de las redes sociales y las nuevas formas de comunicación. Sin embargo es muy difícil decir: esto es así. En un tiempo podremos mirar atrás y confirmar que la prensa de hecho estaba en horas bajas o, por el contrario, descubrir que seguía ejerciendo un papel importantísimo, solo que de una manera completamente diferente".

De esa manera, centrado en los cambios que ha podido experimentar a lo largo de toda una vida, el premio Cervantes ha querido conformar una nueva historia que no es nostálgica, en su opinión, pese a que "tocar el pasado sea mancharse siempre de nostalgia". Y el principal motor que le ha movido a embarcarse en este nuevo proyecto, en realidad, tiene más que ver con la idiosincrasia del escritor. "Existe un momento en el que sentimos la necesidad de dejar constancia imaginaria del tiempo que hemos vivido. Tenemos que dejar una foto. Y yo concibo este libro como un álbum de fotos, o de polaroids, más bien". La representación de una época desde los ojos de un novelista. "Por eso es tan importante leer a Balzac o a Tolstoi, que no eran historiadores, pero que dejaron escritas sus concepciones de su tiempo".

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