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Venus, brujas, héroes, mártires y demonios: la belleza y la fealdad, a lo largo de la Historia

Lumen reedita las magníficas Historia de la belleza e Historia de la fealdad, ambas obras a cargo de Umberto Eco.

Hace veinticinco siglos, el poeta y filósofo Jenófanes de Colofón escribió que "si los bueyes, los caballos y los leones tuviesen manos, o pudiesen dibujar con las manos, y hacer obras como las que hacen los hombres, semejantes a los caballos el caballo representaría a los dioses, y semejenates a los bueyes, el buey, y les darían cuerpos como los que tiene cada uno de ellos".

De una tesis parecida parten Umberto Eco y su equipo –de ahí el "a cargo de" en la autoría– en Historia de la belleza e Historia de la fealdad, obras que acaba de reeditar Lumen. Los textos del primer libro pertenecen al autor de El nombre de la rosa y a otro escritor, Girolamo de Michele; en el segundo, la profesora de la Universidad de Bolonia Anna Maria Lorusso aparece como coordinadora de la redacción, y para esta labor ha contado con la colaboración de Fabio Cleto y Federica Matteoli.

"Preguntad a un sapo –dijo Voltaire– qué es la belleza, el ideal de lo bello, lo to kalón. Os responderá que la belleza la encarna la hembra de su especie, con sus hermosos ojos redondos que resaltan de su pequeña cabeza, boca ancha y aplastada, vientre amarillo y dorso oscuro". Los autores exponen que los conceptos de belleza y fealdad nunca han sido absolutos, sino mercúreos, han estado siempre en constante metamorfosis, y que han adoptado "distintos rostros según la época histórica y el país". Un buen ejemplo de ello es la evolución de los colores en la Edad Media: en las novelas del rey Arturo, los pelirrojos son viles, traidores y crueles, pero, siglos antes, Isidoro de Sevilla señalaba que entre los más hermosos estaban los rubios y pelirrojos; el amarillo, por su parte, se asociaba a cobardes, a judíos, a musulmanes y a locos, pero también era celebrado como el color del oro.

Historia de la belleza e Historia de la fealdad han sido magníficamente reeditadas. Da gusto hojear y ojear sus páginas. Su lectura se asemeja al paseo de quien visita un gran museo de arte por primera vez. Generosamente ilustrados, ambos libros están vertebrados por sendos relatos explicativos, didácticos, en los que los datos abundan, pero no atosigan. Se aprende hasta sin querer y se aprende con placer. Además, los volúmenes están salpicados de textos de, entre otros autores, Homero, Platón, Boecio, Dante, Cervantes, Kant, Mary Shelley o Stephen King.

El lector de Historia de la belleza e Historia de la fealdad descubrirá, por ejemplo, que, según Platón, lo feo sólo existe en el orden de lo sensible, como aspecto de la imperfección del universo físico respecto al mundo ideal; que los griegos se reían con su versión divina del Negro del WhatsApp, Príapo; que los primeros cristianos creían que la risa era una tradición diabólica y que, en la Edad Media, representaban a Jesús sangriento y deforme para expresar la belleza de su sacrificio, mientras pintaban a los mártires serenos y felices para exhortar a su imitación; que santo Tomás de Aquino consideraba feo a un martillo de cristal por resultar inadecuado para su función; que a muchas brujas las enviaban a la hoguera por tener un aspecto poco agraciado, o que las vanguardias históricas se remontaban a los ideales de desorden sensorial propugnados previamente por Rimbaud o por Lautréamont.

En definitiva, Historia de la belleza e Historia de la fealdad son dos libros no sólo imprescindibles para el artista, el crítico, el estudiante de Bellas Artes o el amante de la literatura, sino para todo aquel lector que se sienta cómodo con el calificativo "curioso".

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