Menú

'Arthur Conan Doyle', la biografía más completa del autor que mató a Sherlock Holmes

Eduardo Caamaño publica una biografía completa y profunda que rescata al escritor de la sombra de su personaje más célebre

Eduardo Caamaño publica una biografía completa y profunda que rescata al escritor de la sombra de su personaje más célebre
Arthur Conan Doyle | Cordon Press

"Si en cien años solo soy recordado como el hombre que creó a Sherlock Holmes, mi vida habrá sido un tremendo fracaso". Esta frase de Arthur Conan Doyle sirve como explicación paradójica, que resume de una manera extrañamente precisa el propósito de la biografía que acaba de publicar Eduardo Caamaño. "Hay que tener en cuenta que las historias de Sherlock Holmes constituyen únicamente el veinte por ciento de toda su producción literaria", explica a este medio el autor brasileño, "y Conan Doyle ni siquiera fue un hombre centrado exclusivamente en la literatura, sino que tocó todos los palos y desempeñó actividades relevantes en ámbitos muy dispares".

"Su personaje se lo comió", sin embargo, algo que es conocido casi por todos los que alguna vez han tenido el placer de leer alguna de esas historias, o de ver alguna adaptación cinematográfica. "En Edimburgo, por ejemplo, han nacido muchísimos escritores reconocidos en todo el mundo", comenta Caamaño, "ahí está, por ejemplo, uno de los mayores monumentos que existen dedicados a un escritor, que es la torre de Walter Scott, y justo a sus pies, el monumento a Conan Doyle ni siquiera le representa a él, sino que es una estatua de su personaje… Es casi doloroso". Fruto de esa empatía, tal vez, Arthur Conan Doyle (Almuzara) no es un libro que hable demasiado de Sherlock Holmes, aunque en sus páginas aparezca inevitablemente la sombra del cerebral detective. "No he querido profundizar ni siquiera en ese ámbito de su vida. Para eso existen otros muchos libros mejor documentados… Yo me he centrado en hacer la biografía de un hombre interesantísimo", dice Caamaño, y sin embargo bastante desconocido, podría haber añadido.

Llegados a ese punto la pregunta obligada, y casi la única sensata que cabe en la conversación, se construye sola: ¿Quién era Arthur Conan Doyle? "Era muchas cosas", arranca impreciso Caamaño. "Empezaría citando una de las frases con las que él mismo se definía, esa que dice: ‘Soy irlandés por ascendencia, escocés de nacimiento y británico por convicción’. Él estaba orgulloso de sus raíces y siempre, en todo lo que hizo, fue un abanderado de Gran Bretaña, orgulloso de su cultura y de su prestigio… A día de hoy habría sido un ferviente defensor del ‘Brexit’... Pero no solo se quedaba ahí. Era una persona culta, médico por formación pero escritor vocacional… También desempeñó una labor importantísima como corresponsal y como periodista, y abanderó muchísimos movimientos sociales desde las páginas de los periódicos, como el cambio en la ley de divorcio, completamente injusta con las mujeres, o el movimiento sufragista. Era un hombre de su tiempo, que vivió el final de la época victoriana y comprendió muy pronto el cambio tecnológico y social que se aproximaba en ese inicio del siglo XX… Viajó, escribió, presenció de cerca las guerras de su tiempo… A veces uno se pregunta de dónde sacaba el tiempo para estar en tantos frentes al mismo tiempo y producir la obra que produjo".

El editor, la revista y la maldición de Sherlock Holmes

El prestigio le llegó, sin embargo, con ese personaje que acabaría por devorarle. "Sí. Él había estudiado medicina por su madre, que habiéndose casado con un artista frustrado estaba preocupada por que su hijo fuese a intentar vivir de la escritura. Pero cuando él abrió su consulta, curiosamente, vio que tenía muchísimo tiempo libre, tanto que su despacho ‘había terminado por convertirse en otra sala de espera’... Como no recibía a muchos pacientes, dedicaba su tiempo a escribir y a mandar relatos a diferentes revistas. Y pronto acabó pariendo Estudio en escarlata, la primera novela de Sherlock Holmes". Tiempo después, y gracias a eso, surgiría su gran oportunidad literaria. "Fue un editor estadounidense que había acudido a Inglaterra en busca de escritores jóvenes… Se acabó reuniendo al mismo tiempo con Conan Doyle y con Oscar Wilde, y proponiendoles escribir una novela a cada uno: El primero parió entonces El signo de los cuatro, la obra que terminó de catapultar su carrera, y el segundo, después de estar a punto de rechazar la oferta porque ‘no existían 40.000 palabras bonitas en inglés’, escribió El retrato de Dorian Gray... Se puede decir que el editor no pudo tener mejor ojo".

Otro de los hitos que realizó Conan Doyle, a nivel literario, fue cambiar la manera de publicar de las revistas de la época. "Porque comenzó a escribir relatos cortos de Sherlock Holmes que no seguían el patrón típico de historias por entregas. Fue en The Strand Magazine, y todas las aventuras del detective se cerraban en la misma publicación. Como el personaje era tan rico y sus investigaciones tan ingeniosas, el público se quedaba enganchado igualmente". Además, según Caamaño, otras de las claves tiene que ver con el género que escogió. "Es que en esa época, aunque parezca lo contrario, el género detectivesco no existía en sí. Lo máximo que había habido había sido Allan Poe, hasta que llegó él y le dio un carácter nuevo". Y pese a todo, aquel sobrado detective no era para él más que un pasatiempo… "Estaba más interesado en otro tipo de literatura. Escribió numerosas novelas históricas y creó otros personajes emblemáticos como el Profesor Challenger. Pero lo que más éxito tenía era Holmes, un personaje al que tampoco tenía demasiado aprecio y del que acabó un poco quemado".

Periodismo y espiritismo

Tuvo que ser la enfermedad de su mujer, que padecía tuberculosis, la que le diese la oportunidad de viajar y de cubrir su primer conflicto internacional. "Así arrancó su trayectoria periodística. El matrimonio había viajado a Egipto en busca de un clima saludable para la enferma, y estando allí, tan cerca de Sudán y de todas las empresas que el Imperio Británico tenía en su agenda geopolítica, comenzó a relatar lo que veía y a adentrarse en zonas de conflicto. Al principio no era muy leído, porque tampoco tenía demasiado prestigio… Coincidió sin embargo con otros, como Winston Churchill, que eran verdaderas celebridades… Pero acabó produciendo una vasta obra periodística, bastante importante". A raíz de eso terminó convirtiéndose en una voz reconocible en los principales periódicos del país. "Sobre todo de política interna. Temas sociales o asuntos que afectasen directamente a Inglaterra… Fue, por ejemplo, uno de los mayores defensores del capitán del Titanic, que en el momento de la catástrofe fue muy criticado en Gran Bretaña; y fue también un abanderado de numerosas causas que preocupaban al conjunto de la población".

Tanta fue su producción, que sorprende que al final de sus días solo se le conociese por haber creado a Sherlock Holmes. "Lo que pasa es que ahora las cosas son diferentes. Entonces la industria del entretenimiento era mucho más pequeña, y Sherlock Holmes se había convertido en todo un fenómeno de masas… Además entonces la gente no tenía tanta facilidad para conocer la vida o las inquietudes de los autores… Una J. K. Rowling ahora, que podría ser equiparable, tiene vías mucho más directas y más visibles para llegar a sus lectores y darse a conocer. Entonces la gente solo conocía a Sherlock Holmes". "Por otro lado", añade Caamaño, "tampoco fue un escritor centrado exclusivamente en la literatura. No fue como Agatha Christie, que terminó por convertirse en la reina del crimen... Él, más bien, estuvo a tantas cosas que su obra, aunque rica, acabó un poco diluida".

Sus inquietudes, por otro lado, acabaron haciéndole profesar una fe inquebrantable por el espiritismo. "Fue uno de sus promotores principales, sí. A día de hoy sigue siendo considerado uno de sus principales valedores", por muy paradójico que parezca que el creador de Sherlock Holmes, la personificación del empirismo y prueba viviente del poder de la razón, acabase creyendo en los fantasmas y en la conexión entre el mundo de los vivos y de los muertos. "Aquello fue una progresión paulatina… Él tenía mente científica, pero venía de una familia creyente. Tampoco él era Sherlock Holmes… A todo eso hay que sumar la Primera Guerra Mundial, que supuso una masacre en Europa… En un momento así, el espiritismo se puso de moda y, como él había perdido a doce familiares en la guerra, incluido a un hijo, tampoco es increíble que acabase creyendo en el espiritismo".

No lo hizo nunca Harry Houdini, gran amigo suyo y principal enemigo de los espiritistas, a los que se dedicaba a desenmascarar. "Sí. Es una bonita ironía, que el creador de Sherlock Holmes fuese espiritista y el mejor escapista e ilusionista de su tiempo fuese todo lo contrario…". "Houdini también era creyente, de hecho él muchas veces dijo que le habría gustado creer en cosas como el espiritismo, pero lo que pasa es que era pragmático, y no iba a creer por creer… Asistió varias veces a sesiones espiritistas y simplemente no le convencían. Decía que no era su madre la que se había presentado, porque no hablaba así o porque no sabía prácticamente inglés… Y eso le sacaba quicio". De hecho, acabó rompiendo con su amigo Arthur debido a una sesión de espiritismo en la casa de este. "Sí. Una historia que relato en el libro y que marcó la vida de Houdini. Se puede decir que a partir de entonces arrancó su etapa de desenmascarador de fraudes", concluye Caamaño.

En Cultura

    0
    comentarios