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Pedro de Tena

El adelantado demócrata liberal español, el gran maestro Ortega, puesto en su sitio por Maestre, Agapito

Agapito Maestre presenta 'Ortega y Gasset. El gran maestro' el miércoles 30 de enero, a las 19.30h, en el Centro Cultural Sanchinarro (Madrid).

Agapito Maestre presenta 'Ortega y Gasset. El gran maestro' el miércoles 30 de enero, a las 19.30h, en el Centro Cultural Sanchinarro (Madrid).
José Ortega y Gasset | Cordon Press

Este título puede parecer una pomposa antigualla relacionada con las novelas de caballería o romanceros sucedáneos. Pero es que hay algo de caballeresco, esto es, de altruista, de esforzado, de heroico y de noble en la tarea del filósofo castellano y puertollanero Agapito Maestre. La inversión de apellido y nombre está perpetrada intencionadamente para aludir a Juan Sebastián Elcano, maestre en la flota de Magallanes que salió de Sevilla hace cinco siglos y que culminó la vuelta al mundo cambiando la visión de ese mundo y poniéndolo, y poniéndonos, en nuestro verdadero sitio.

Vuelta completa a la contundente redondez del pensamiento de Ortega es lo que consigue la navegación arriesgada, con el naufragio siempre presente, de Agapito Maestre. Sobre la rectificación de la República, sobre la democracia liberal como sistema en la nación española, sobre su crítica al idealismo y la revolución, sobre la relación élite-masas-democracia, sobre la congruencia Cristiandad-Modernidad y otros muchos elementos, porque su circunnavegación intelectual del pensamiento orteguiano es total. Acéptese la metáfora elcaniana inclusa ya que estamos hablando de Ortega, un abanderado de la verdad, necesidad y utilidad del ejercicio metafórico, incluso en la ciencia, la filosofía e incluso en la búsqueda del bienestar público.

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El libro Ortega y Gasset. El gran maestro es muchas cosas: desde un esfuerzo de investigación histórica y filosófica sobre las calumnias e insidias sufridas por el gran pensador español procedentes de varios "ismos" políticos y religiosos, a una clarificación luminosa de su idea de España y la democracia, pasando por una hermosa contemplación de su idea de la exigencia racional del cristianismo y su contribución a la modernidad europea y a la idea de democracia, unida al liberalismo, patrimonios originales y universales de Occidente.

Además, Maestre entabla un limpio combate filosófico-pugilístico con los autores de lo que considera calumnias, distorsiones cuando no insultos o intenciones perversas, en la interpretación de las advertencias orteguianas sobre la desviación de la II República, su consecuencia guerracivilista y su regreso silencioso a la España de posguerra. El libro de Agapito Maestre es una investigación de primer nivel en la historia del pensamiento español que pone en su sitio y de una vez a don José Ortega y Gasset, y de paso a otros muchos, defensores y detractores, tras décadas de deformación interesada e ideológica.

Agapito Maestre, el catedrático de Filosofía al que la Junta socialista de Andalucía infligió la más antilegal y vil de las torturas académicas [1] despojándolo de su condición de forma infame, ha escrito un libro imprescindible para que Ortega sea un Ortega auténtico con sus verdaderas circunstancias, pero sin algunas otras ajenas incrustadas por sus enemigos en su biografía y en su trayectoria. Fijada para el próximo miércoles 30 de enero [2] , que su presentación coincida con el principio del fin del régimen andaluz y la tela de araña [3] que lo maltrató es algo más que una señal de tráfico en el camino: es una apoteosis ética contra el imperio de las iniquidades.

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Desde que comencé la lectura de su introducción, sentí que tenía entre las manos un libro importante. La editorial Almuzara puede estar contenta. Lo importante, lo que importa antes, es su profundo conocimiento de la obra del pensador español y la densidad y solidez de su reconsideración. Su tesis, esencialmente política, es que Ortega fue un español demócrata liberal opuesto a los totalitarismos fascista y comunista y defensor de los ciudadanos individuales, de las personas y sus diferencias legítimas e inevitables frente a su caricatura masiva falsamente igualitaria. Según el autor, toda su filosofía demuestra su amor a la nación española, a la democracia en ella, a las libertades de cada uno que componemos el todo y a la búsqueda de la excelencia que los manipuladores de masas impiden.

En mi caso particular, ha habido otras cosas importantes [4]. Sólo por haber tenido el gozo de leer el capítulo en el que el filósofo Agapito trata de Ortega y sus relaciones con el cristianismo, ya ha merecido la pena. Pero esa parcela del libro, el extenso capítulo cuarto de la primera parte, es sólo el noveno sector de un estructurado texto en el que queda más que claro que Ortega fue un filósofo que reconocía la conexión de la modernidad con la teología cristiana. Es más, subrayó desde el principio que el anticlericalismo republicano era una de las desviaciones peligrosas de aquella República que finalmente no consiguió ser ni demócrata ni liberal. Como señaló asimismo que el integrismo católico podía impedir la transformación democrática de la nación española tras el hundimiento de la Monarquía.

Es sabido, pero pocas veces reconocido, que uno no lo sabe todo. No podemos ni saberlo ni vivirlo todo. Pero no es menester tal hazaña, si fuese posible, para vivir y pensar. La libertad en el tiempo histórico limitado que nos inscribe, la circunstancia, obliga a decidir los paisajes que van a sernos familiares, los valores que vamos a intentar defender y encarnar y, cómo no, los libros que necesariamente hemos de leer y los que no. A la vez, naturalmente, decide qué hitos de todo nuestro inmenso mundo no van a formar parte de nuestro itinerario vital. Es decir, la libertad, sin masificación y sin despotismo "blando" al decir de Tocqueville, consiste en la construcción individual de nuestra perspectiva única desde donde todo no puede contemplarse pero que tiene valor de verdad para nosotros y, en ciertos casos, para los demás. Este es el camino de las personas y de la verdadera democracia, no de las masas ni sus ansiosos dictadores.

Pero en el caso de Agapito Maestre, su tesoro argumental es tal que parece no tener las limitaciones de los mortales como yo. No hay afirmación del libro que no esté soportada por un documento, por una cita, por un registro, por un testimonio. Tampoco hay página que no sugiera, que no inspire, que no revele, que no invite a nuevas derivaciones de la reflexión. Ah, y se le entiende todo, como a Ortega. Por eso, como recomendaba el maestro, es un libro para leer despacio.

Quiero dejar constancia de una de sus emanaciones. De Manuel García Morente leí hace mucho, cuando era un estudiante de Filosofía con don Jesús Arellano y don Mariano Peñalver en Sevilla, sus estudios sobre la filosofía de Kant y, posteriormente, su introducción a la filosofía de Henry Bergson, sobre cuya idea de la ciencia escribí algunos folios años después. Pero no había leído El hecho extraordinario, el relato que este gran discípulo de Ortega hizo de su conversión al catolicismo – hasta sacerdote quiso ser y fue -, y que es, de hecho, una narración extraordinaria. Nada más que por haberme inducido a leerlo, gracias por siempre le daré a Agapito. Cuando los tontos incansables dicen que el cristianismo es para idiotas, para alienados, para infantiles, ¿cómo explican la conversión del filósofo Morente? Para los que no somos creyentes, es, como para Camus y cuando menos, una sorpresa poco explicable.

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Los que se atrevan con ese "hecho extraordinario" se toparán además con la realidad de un Frente Popular que asesinó al yerno de García Morente, miembro de la Adoración Nocturna, por lo que tuvo pedir ayuda, como Ortega, a reconocidos republicanos para salvar la propia vida y la de sus familias. Ese fue el ambiente europeo, no sólo español, de enfrentamiento civil y de violencia, que justifica y origina todo el pensamiento político de Ortega desde sus primeros escritos y finalmente, su silencio. Los que se atrevan con el libro de Agapito Maestre seguirán sumidos, tal vez arriesgada y peligrosamente, en la travesía crítica de la filosofía de la política y de la democracia española representada, hoy, tal vez más que nunca, por Ortega y Gasset.

Desde pequeño tuve para mí que aquello de que el alma pudiera condenarse o salvarse según los actos propios implicaba una libertad más profunda que la ateniense. Aquello que estudiamos de niños – hoy ni se sabrá de qué estoy hablando dado el deterioro de nuestras escuelas -, era el reconocimiento de la libertad que nos dio el comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, cuyo fruto preferimos, sí, señor, al del otro árbol del paraíso, el de la vida o la inmortalidad instintiva. Esto es, nos pusimos de pie ante un diseño ajeno, aunque divino y paradisíaco, y desobedecimos. Fue el nacimiento del alma, de la conciencia libre y responsable, por excéntrica que le pareciera tal novedad a la Naturaleza, subrayaba Ortega. Y de ahí, muy luego, la evidencia de la libertad como hecho histórico, el voto en conciencia y la democracia.

Las descalificaciones a que fue sometido Ortega

El libro de Agapito Maestre pasa revista, en su primera parte y algo de la segunda, a las descalificaciones a que fue sometido Ortega por haberse atrevido a denunciar la desviación antinacional y antidemocrática de una II República que contribuyó como pocos a erigir tras el suicidio monárquico; por haber defendido, crítica pero rotundamente, a la nación española, su historia y su unidad esencial; por haberse opuesto al sectarismo radical de dos totalitarismos, el comunista y el fascista, por haber regresado a España y guardado un expresivo silencio y por ser un defensor incansable de la democracia como sistema inclusivo de todos los ciudadanos, no de las masas desprovistas de individualidad.

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Son notables las réplicas de Agapito Maestre a pensadores como José Gaos, discípulo infiel de Ortega al que juzgó desde su partidismo republicano y socialista y al que trató de despeñar de la cumbre de la filosofía española. Igualmente, sagaz y afilado es su análisis de las acusaciones del izquierdista católico José Bergamín y las presentaciones de biografías del maestro, contaminadas por las consignas stalinistas de todo un Georg Lukács, que Maestre rastrea, descubre y denuncia. Las acusaciones de impaciencia ante los errores de la II República, de cobardía, de silencio, incluso de complicidad con el franquismo o de falta de originalidad (Heidegger de por medio) son desmontadas minuciosa y documentadamente en este libro.

El libro es, además, una suerte de libro-cepa del que brotan jugosos racimos de análisis colaterales de pensadores como Julián Marías, cuya obra continuadora, pero de mérito propio reivindica con ardor; de la propia María Zambrano a la que otorga el don de la continuidad creadora del filósofo ciudadano que fue Ortega en la figura del filósofo poeta, con raíces unamunianas, como ramas contiguas e indivisibles del árbol de la libertad individual. Notable es su referencia al leal discípulo de Ortega, Antonio Rodríguez Huéscar, que advirtió su crítica del idealismo como compañera de su crítica de la revolución como método de cambio político, pero en cuyas barricadas suele haber "poca filosofía". O a Octavio Paz, o al propio Albert Camus.

La razón vital orteguiana

Pero el de Agapito Maestre es además un libro de filosofía sobre nuestro gran filósofo nacional, sin olvidarnos nunca de un muy diferente y angustiado Unamuno. Sobre todo, trata de su filosofía política, que es como decir de toda su filosofía, con fundamentos razonvitalistas (5). En su segunda parte trata de la contraposición de la razón vital orteguiana, partidaria del realismo de las reformas políticas útiles y pertrechadas por lo posible según las circunstancias históricas, al idealismo europeo que desembocó en el delirio de la apuesta revolucionaria, disfrazada o no de ciencia, siempre contraria a la democracia y a la libertad.

Sus detractores, discípulos muy cercanos entre ellos, trataron de herir su entereza acusándolo de no haber logrado ser un hombre de su tiempo ni haber entendido el tema de "su tiempo". Pero Maestre demuestra que Ortega siempre fue el pensador de la democracia del futuro de España, y de la España democrática del futuro, no del sucedáneo mal constituido de una República que llevaba en sí misma el germen fratricida de su destrucción. Esto es, Ortega sigue siendo un pensador vivificante de nuestro tiempo mientras otros quedaron sepultados por sus ideologías excluyentes o por su inquina personal o por su insuficiencia investigadora.

Agapito Maestre rescata la obra completa del gran maestro de sus parodias interesadas para que las nuevas generaciones de españoles, si alguna vez superan desdenes morales y sectarismos, puedan construir y cuidar un marco de convivencia para toda la Nación y sus ciudadanos. Ortega fue, pues, el alumbrador de una democracia liberal, realista y coherente para España, un proyecto que no se activó en la II República y que sólo de ahora en adelante es posible desarrollar.

Ortega, un adelantado

Por ello, el libro de Maestre, Agapito considera a Ortega un adelantado en su estudio sobre las ideas vitales de libertad y democracia, excelencia e individuo frente a los hombres masa necesarios para el idealismo, la revolución e incluso para el despotismo democrático. Este libro es, a su vez, una circunnavegación en torno al pensamiento esférico de Ortega donde toda idea está a la misma distancia del centro medular, la idea de libertad, que le permite al autor situarlo en primera línea de la actualidad española y del porvenir de nuestra democracia. Tan actual es que cuando critica a Cánovas parece que Ortega se esté refiriendo a nuestro centro derecha de hace poco:

Cánovas haciendo de buen Dios, construye, fabrica un partido liberal domesticado, una especie de buen diablo o de pobre diablo, con que se complete este cuadro paradisíaco. Y todo intento de eficaz liberalismo es aplastado, es agostado.

El mérito definitivo del libro de Agapito Maestre es que nos coloca a todos ante la responsabilidad de hacer que la democracia triunfe definitivamente en España - Ortega ya vio que la democracia era no el fin de la historia sino la finalidad deseable pero posible de la historia que vivimos -, y se convierta en la piel política constitutiva de la nación. Donde hay demócratas auténticos (republicanos, escribió ya en 1914) no hay revoluciones, expuso en su conferencia Vieja y nueva política. Dicho con claridad, o la piel de toro se hace democrática o no habrá España futura.

Ya hubo un intento democrático para España fallido en 1931, que no fue posible rectificar. Ha habido otro proyecto en 1978, reconciliador como el de la predemocrática Restauración de Cánovas, pero insuficiente porque ya se advierten importantes grietas por las que se han colado los enemigos de España y de la libertad. Para enderezar el rumbo del liberalismo y de la democracia será preciso contar con esta extraordinaria actualización del pensamiento de Ortega sobre su España, Europa, Occidente, de personas libres buscadoras de la excelencia y ahuyentadoras de toda tentación o tentativa de masificación.

En la última parte, Agapito Maestre se centra en la segunda navegación de Ortega, la que hace sobre sí mismo y la relación con su propia filosofía. Hay quien le acusó, Gaos, de no haber sido capaz de dar a luz un sistema coherente de filosofía. Pero nadie pudo inculparle de no haber examinado su filosofía -que nadie duda que exista -, desde dentro. Ello explica, según el autor de este libro, su silencio, consumado para mostrar su oposición a la concreción histórica de la República, pero tampoco estorbarla. Un silencio que le permitió repensar su obra sin aplaudir ni transigir con el franquismo. Calló, como callaron los ciudadanos y sus familias, sobre lo vivido y sufrido, sobre su fracaso en la idea común de la nación española, dando así la oportunidad a un nuevo renacimiento democrático, esta vez desde Europa y Occidente, una realidad de civilización.

Quizá, y para que no falte algún perejil entre tanto romero, se echa de menos una reconsideración de la idea de reciprocidad, entre adversarios y entre minorías excelentes y masa, que también está presente ya en Ortega [6] , para el triunfo de la democracia. Decía nuestro gran maestro que "para entender un diálogo hay que interpretar en reciprocidad los dos monólogos que lo componen". Si democracia exige libertad con la limitación precisa para no prescindir del adversario, ello implica reciprocidad por parte de los oponentes. Esto es, la democracia es imposible y fracasará si el adversario quiere ser enemigo que destruya al contrario. La democracia es tolerancia del diferente e incluso del opuesto, pero esa tolerancia limita con la reciprocidad que permite un marco común de convivencia. Es, debe ser mutua. El problema es que, aunque el gran Maestro dio por supuesta la reciprocidad en la sociedad porque el que no reciproca no es humano, hay todavía muchos para quienes todo lo que es humano les es ajeno.

Un vivero de ideas y proyectos

Cuando yo estudiaba, bastante más joven, la teoría de evolución desde el punto de vista filosófico, se manejaba la tesis de que la presunta veracidad de una hipótesis que no puede falsarse por los medios científicos habituales, como es el caso, descansa en su fertilidad, en su fecundidad para explicar y comprender lo que ocurre. El libro de Agapito Maestre sobre el gran maestro Ortega va a ser un libro fértil, un vivero de ideas y proyectos para que su pensamiento ayude a fijar la democracia y la libertad como estadio civilizador posible en nuestra circunstancia histórica.

Agapito Maestre sabía que se exponía a mucho en su búsqueda de la verdad…Era consciente de que una de las formas de castigo es el exilio en la propia patria, el ninguneo de los mandarines, el desplazamiento de los centros de poder. Había escrito: "El exilio interior es ya el horizonte de nuestro desaliento".

César Alonso de los Ríos, su amigo y autor de las líneas precedentes, decía que la cultura fronteriza de Andalucía lo inspiró y animó hasta que llegó la decepción de un régimen que lo quiso aniquilar. Pero la decepción es también nacional, la de unos ciudadanos que ven y sufren con estupor la ínfima calidad de sus minorías selectas, de sus élites, sobre todo políticas. Gran tarea nos queda para superar esa tragedia nacional que consiste, según el maestro, en el tránsito de querer ser demasiado a un demasiado no querer ser.

Y como hasta el epílogo todo es libro, no se pierdan el zurriagazo de Agapito Maestre al idealismo kantiano y su cántico a la independencia intelectual y a la insumisión que señalaba Ramón y Cajal como propulsoras del progreso. Creo que, a pesar de que el tintero sigue lleno de palabras, y porque nada sustituye la lectura detenida de este revelador libro, ya ¡Vale!


[1] Lean a César Alonso de los Ríos en https://www.abc.es/hemeroteca/historico-16-04-2002/abc/Opinion/el-escandalo-maestre_92509.html

[2] Centro cultural Sanchinarro, miércoles 30 de enero de 2019 a las 19:30, Distrito de Hortaleza. Ayuntamiento de Madrid.

[3] El caso Agapito Maestre debería haber merecido un tratamiento destacado en los trabajos sobre "La tela de araña andaluza" que dimos a luz, sólo en parte, en 2010-2012. No sé si será posible hacerlo en alguna nueva ocasión, pero si hay circunstancia habrá intento. Dado que en todo caso sería sólo un hilo de la gran tela, hay un libro en el que puede encontrarse el relato de aquel "crimen" con más extensión y detalle. Se trata del análisis del profesor Fernando Muñoz, Política y Universidad. El caso Maestre.

[4] Una de ellas un curioso reencuentro con el filósofo Carlos Díaz con el que coincidí sin conocerlo en la editorial ZYX en lo primeros años de la década de los 70. Leí algunas de sus reflexiones, sobre todo las relativas al personalismo mounieriano, cuya idea de persona casa bastante bien, creo, con la que del ciudadano expone Ortega.

[5] Prefiero esta palabra compuesta a racio-vitalismo que puede conducir a conclusiones erróneas sobre la presencia del racionalismo en Ortega.

[6] Véase La ausencia de los mejores en su España invertebrada, 1921.

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