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Federico Jiménez Losantos reedita 'Barcelona, la ciudad que fue', cómo una sociedad libre se infecta de nacionalismo

Federico llega en Vespa a Barcelona en 1971. Diez años después abandona la ciudad en ambulancia. Su delito: la libertad.

Federico llega en Vespa a Barcelona en 1971. Diez años después abandona la ciudad en ambulancia. Su delito: la libertad.
Federico Jiménez Losantos junto a la nueva portada del libro | LD

El próximo miércoles 22 de mayo La Esfera de los Libros publica una nueva edición revisada y "podada" de Barcelona, la ciudad que fue, el libro de memorias de juventud de Federico Jiménez Losantos cuyo subtítulo es: "La libertad y la cultura que el nacionalismo destruyó". Para el autor se trata de "el mejor de mis libros en prosa o el que mejor se defiende solo".

Es necesario volver a la ciudad que fue porque la crónica periodista de hoy no cuenta "nada que no se viera venir en 1979. El golpe de Estado no empezó el 1 de octubre de 2017", escribe Jiménez Losantos. Aquellos años no sólo fueron trascendentales para Federico, lo fueron para Barcelona y lo han sido para España.

En su estilo combativo, directo, vibrante y sarcástico, el autor nos sumerge en un tiempo de amor y música, literatura y vanguardias, cine y revistas como "Diwan" y "Trama", de la eclosión del movimiento gay y de la libertad sexual. El libro recoge imágenes inéditas del archivo personal del autor. Días de militancia política, de forja de carácter y de pensamiento. Dice la dedicatoria de la nueva edición:

Este viaje a la Barcelona de los setenta está dedicado a las

locas de las Ramblas, a los locos de la Filmo, a los pirados

lacanianos, a los zumbados maoístas, a los filólogos entrometidos,

a los pintores comentados, a los lectores compulsivos, a todos los

chicos y chicas que hicieron real aquella Barcelona increíble. Y a

todos los españoles que luchan por su libertad.

16 capítulos: de "La ciudad de la libertad" a "El atentado".

Federico Jiménez Losantos llega a Barcelona en 1971, recién cumplidos los 20, a una ciudad en la que todos acudían "buscando lo que no podíamos encontrar en la provincia pequeña ni tampoco en un Madrid ocupado por el poder político franquista: la libertad". Su cuartel general fueron las Ramblas, "apeadero y oasis, escaparate y alcantarilla, fulgor y sombra, abiertos las veinticuatro horas del día" y el Café de la Ópera, "vivíamos allí". Fue el ombligo de la contracultura española. Y a ritmo de rock (y de pedradas) el autor se fabricó la dura piel de cocodrilo que tanto iba a necesitar. Esta broma, no sirve más que para contar que con la canción "Crocodile Rock" de Elton John comenzaba el vídeo que se emitió en la presentación de este libro en 2013.

Esta nueva edición sigue siendo necesaria para lamentar lo que Barcelona se ha perdido. Para valorar lo que los independentistas arrebataron sin permiso, lo que se cedió sin resistencia.

Ocho años después de llegar, en 1979, Federico publica su primera crónica política contra el nacionalismo catalán, Lo que queda de España, germen de Barcelona, la ciudad que fue. Se acabó la fiesta. Del variado banquete intelectual y cultural se pasa a la cartilla de racionamiento identitario. Y se arma la marimorena. Los ofendiditos prebostes intelectuales de la izquierda española se explayaron contra un osado jovenzuelo emigrante.

En 1980 se celebran las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña que gana la Convergencia y Unión de Jordi Pujol con 43 escaños, diez más que el Partido Socialista de Cataluña. Es la victoria de un "nacionalismo estridente, que asustó desde un principio a Josep Tarradellas", escribe Federico. Confirmación de que Barcelona se escurre de las manos. Un año después, en enero de 1981, varios intelectuales, profesores, periodistas y escritores alertan en el conocido como Manifiesto de los 2.300 de la política lingüística de Pujol, la imposición de una enseñanza monolingüe en catalán, hoy consumada. Federico, que ya había decidido pedir el traslado a Madrid de su plaza de profesor de Literatura, lo retoca y lo firma. No tiene desperdicio leer el detalle del linchamiento intelectual, civil y mediático que sufren todos que han osado denunciar la marginación del español, la de sus hablantes catalanes y por supuesto, el veto que existe a cualquier evento o manifestación cultural en la lengua de "las bestias", que diría el xenófobo presidente de la Generalidad Quim Torra. Quizá exageraron los 2.300 y no era para tanto porque como dijo Pujol los emigrantes "no tienen cultura".

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Cuatro meses después, el 21 de mayo, a eso de las diez de la noche una pareja del grupo terrorista Terra Lliure atenta contra su vida. En un descampado y atado a un árbol le descerraja un tiro en una pierna por "anticatalanista". El tratamiento que se da en la prensa a una víctima de atentado es inhumana. Federico llega a Barcelona en Vespa y una década más tarde abandona la ciudad en ambulancia.

¿Es una maldición o un don, el de la clarividencia? El relato de Barcelona, la ciudad que fue está lleno de esas "nadas" que no se vieron venir en 1979 y que padecemos 40 años después. Cuenta Federico, por ejemplo, como el 24 de febrero de 1981, tras el golpe de Tejero, "casi lloré de pena en la manifestación de apoyo a la democracia" porque "no hubo una sola bandera española. Ni, por supuesto, el menor sentimiento nacional español". Momento que nos remite a la infame manifestación de agosto de 2017 contra el Rey tras los atentados de las Ramblas.

Llueve sobre mojado pero el optimista Federico, liberal sin salvación, con el "Resistiré" del Dúo Dinámico como segundo himno, contempla que escampe un día de estos. En octubre de 2017 viendo tanta bandera española en las calles pudo ratificar lo que escribe hacia el final del libro, "incluso en la Cataluña sometida a la "dictadura blanca" del nacionalismo no ha dejado nunca de latir la resistencia al despotismo". La resistencia fue y es. Disfrutemos de lo que es nuestro barceloneses, españoles.

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