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Amorós analiza 'La lluvia de verano', la "obra maestra" de Marguerite Duras

Andrés Amorós se adentra en la vida y la obra de una autora peculiar, que influyó mucho a la literatura posterior.

Los Libros: 'La lluvia de verano'

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Andrés Amorós se adentra en la vida y la obra de una autora peculiar, que influyó mucho a la literatura posterior.
Marguerite Duras sentada frente a su máquina de escribir | Cordon Press

Arrancó la intervención de Andrés Amorós en Es la mañana de Federico sonando "A la claire Fontaine", "un himno tradicional muy conocido en Francia y en Canadá", según el crítico, "que he traído porque es una canción que canta el protagonista de la novela que he quiero comentar hoy".

Se trataba de La lluvia de verano, "una de las obras maestras de Marguerite Duras" que acaba de reeditar Alianza Editorial. "Es una novela rara, de una autora rara, pero se lee bien". De hecho, la historia fue primero un relato y después una película, titulada Les enfants, antes de salir publicada como novela, cuando su autora ya tenía 76 años.

En ella, la escritora y directora de cine relata la historia de una familia peculiar, italo-rusa, que vive en un arrabal llamado Vitry. "Duras utiliza un recurso muy suyo, la memoria de sus personajes, para explicar cómo la madre conserva como el mejor recuerdo de su vida una aventura que tuvo hace unos años con un hombre desconocido". Y aquello enlaza con la presentación de uno de sus hijos, el protagonista, Ernesto, que resulta ser un genio peculiar.

"Es un niño muy inteligente, que sabe leer desde siempre, sin necesidad de aprender, y que no va al colegio porque ‘le enseñan cosas que no sabe’. Representa el sentido común más apabullante, que no respeta nada, ninguna institución, ni evidentemente a la sociedad". Según el crítico, se trata de una novela experimental, extraña aunque fácil de leer, "más parecida a un poema en prosa que a una novela al uso", de la que se pueden sacar tantas conclusiones "como lectores la lean". Y está plagada de cierta simbología "más o menos compleja" que llena el texto de posibles interpretaciones.

Para Amorós, pese a todo, "lo más importante es el estilo". "Es un texto telegráfico, muy sencillo, casi como un guión de cine. Se nota la influencia de grandes autores teatrales como Beckett". Pero no es una obra de teatro. "Intercala escenas guionizadas con narraciones en tercera persona, al estilo de Chejov", y en ella los personajes no son reales. "No hablan como deberían, lo que hace que el relato se parezca más a una fábula infantil, y que deje la sensación de que no se termina de entender todo lo que la autora nos quiere decir". Eso hace que al lector le surja "una pregunta maliciosa: ¿Está construida así porque Duras no quiere narrar, o porque no sabe?".

Pese a todo, Amorós acabó reconociendo su valía. "Es una novela que ha influido mucho a la literatura posterior, aunque también ha generado el efecto contrario: la vuelta a la novela de aventuras y a las tramas policiacas. Historias en las que pasan cosas, vamos, y que sirven para entretener".

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