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La Biblioteca Nacional expone por primera vez el Códice de Vivar

Durante quince días la muestra de la BNE Dos españoles en la historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal expondrá el Códice de Vivar.

Durante quince días la muestra de la BNE Dos españoles en la historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal expondrá el Códice de Vivar.
El Códice de Vivar que se expone durante 15 días en la BNE | EFE

El día después de la muerte de Ramón Menéndez Pidal, Antonio Mingote firmaba una viñeta necrológica en la que podía verse al académico aproximarse —caminando sobre un mar de nubes— a un Cid Campeador que se giraba para recibirle. "¡Hombre, ahora vamos a hablar de nuestras cosas!", le decía, a modo de saludo, Rodrigo Díaz de Vivar al filólogo que había elaborado la edición crítica más completa y ambiciosa de "su" cantar de gesta. La frase podría resultar anecdótica, pero no lo es. Con ella en la cabeza, la Biblioteca Nacional de España (BNE) ha preparado ahora una exposición —Dos españoles en la Historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal— en la que podrá verse por primera vez el Códice de Vivar, manuscrito en el que se encuentra recogido el "poema fundacional de la literatura española". "La idea era esa, celebrar el 150 cumpleaños de don Ramón sentándole junto al Cid y haciéndole conversar con él de sus cosas", explicó durante su inauguración el comisario de la muestra, Enrique Jerez.

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Lo cierto es que la historia de Menéndez Pidal estaba ineludiblemente ligada a la del Cid desde antes de su propio nacimiento. Después de que el manuscrito original de la copia del Cantar de mio Cid, elaborado por Per Abat en el año 1207, desapareciese, la única prueba de su existencia pasó a ser otra copia realizada en el siglo XIV y recogida en el citado Códice de Vivar. Durante siglos aquel librito de escasas dimensiones reposó en diversos lugares, primero en el Archivo del Concejo del pueblo de Vivar, en Burgos, y después en el convento de las Clarisas de la misma localidad. En 1776 Tomás Antonio Sánchez, un clérigo erudito afincado en Madrid, solicitó que le prestasen la reliquia para poder examinarla; y de su trabajo surgió la primera publicación del poema, que serviría para darle difusión internacional.

El manuscrito, sin embargo, no regresó nunca al convento y durante años estuvo desaparecido, hasta que su pista fue retomada a comienzos del siglo XIX, cuando reapareció como parte de la herencia del conde de Santa Marta. Pasado el tiempo, por avatares de la vida y debido al desinterés del gobierno de España por hacerse con la reliquia, fue adquirida personalmente por Pedro José Pidal, historiador, ministro de Narváez y antepasado directo de don Ramón Menéndez Pidal. Puede decirse, por tanto, que la obsesión del "primer filólogo español" por el poema épico mejor conservado de toda la literatura patria le venía de cuna.

Seis siglos, una guerra civil y tres cheques en blanco

Pedro José Pidal recibió las primeras noticias del códice de boca de su dueño de entonces, Pascual de Gayangos. Al parecer, éste le había contado que había recibido una oferta imposible de rechazar del Museo Británico para adquirirlo, pero que pese a todo se había resistido. Fue entonces cuando el antepasado de don Ramón presenció estupefacto cómo el gobierno se negaba a hacerse con el manuscrito por una cifra perfectamente asumible y, por ello, haciendo un esfuerzo económico, lo compró él mismo.

La valiosa herencia pasó tras su muerte a manos de su hijo, Alejandro Pidal y Mon, que llegó a ser director de la Real Academia y, también, el responsable de que el códice no fuese a parar al otro lado del charco. Desde su descubrimiento, el Cantar de mio Cid había suscitado un interés descomunal entre los investigadores, y había sido estudiado por eminencias extranjeras como el alemán Volmöller o el norteamericano Hungtington. El segundo de los dos, de hecho, logró el apoyo institucional de su país para adquirir la pieza y cederla a la Biblioteca de Washington. Ofreció a Pidal y Mon un cheque en blanco por ella, pero ante todas sus tentativas recibió siempre una negativa por respuesta.

A su muerte, en 1913, el códice fue heredado por Roque Pidal, quien, preocupado por conservar un tesoro tan valioso, lo trasladó a la caja fuerte de un banco madrileño. Sin embargo el estallido de la Guerra Civil en 1936 obligó a mover varias obras monumentales fuera de nuestras fronteras, y el Cantar terminó en Ginebra, donde permaneció hasta 1939. Una vez regresado a Madrid, su dueño recibió de nuevo un cheque en blanco por él, pero siguiendo la estela de sus antepasados, volvió a decir que no.

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Tras varios siglos de andanzas, de extravíos y de recuperaciones, tuvo que llegar el año 1960 para que una de las piezas fundamentales de la literatura española reposase donde debía. Aquel año la Fundación Juan March compró el códice a la familia Pidal por diez millones de pesetas, y acto seguido lo donó a la Biblioteca Nacional de España. Hoy, 5 de junio de 2019, se inaugura el primero de los quince únicos días en los que, todo el que lo desee, podrá contemplar una de las joyas históricas de nuestra literatura.

Un reconocimiento para "el padre de la filología española"

Fue el ministro de Cultura y Deportes, José Guirao, el primero en referirse ayer a la "vida azarosa que ha tenido el Códice de Vivar". "Realmente impresiona la buena letra del escritor", bromeó ante los medios durante su visita institucional a la BNE para recorrer la exposición. "Pero sobre todo impresiona su buen estado de conservación, teniendo en cuenta todos los avatares que ha tenido". Por ello, consideró que ésta es "una oportunidad única para los amantes de la filología, de la literatura y de la historia de España, que ahora pueden verlo físicamente". Además, quiso reconocer el mérito de la familia Pidal a la hora de mantener el manuscrito en tierras españolas de forma prácticamente ininterrumpida, y a su esfuerzo por permitir que la obra terminase formando parte del patrimonio nacional: "Hay que pensar que el precio de venta, cuando la Fundación Juan March compró el códice, es equivalente a unos dos millones de euros actuales. Teniendo en cuenta que las estimaciones más bajas del manuscrito rondan los veinte, es indudable que la familia Pidal quiso siempre fijar un precio que facilitase la adquisición y donación de esta joya a la Biblioteca Nacional".

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Por su parte, la directora de la BNE, Ana Santos Aramburo, destacó la figura de Ramón Menéndez Pidal, "el padre de la filología española", y quiso recordar su legado ahora que se cumplen 150 años de su nacimiento. "Para nosotros es una enorme satisfacción haber trabajado durante casi dos años con la Fundación Menéndez Pidal, para recordar en este bienio pidalino la labor única que hizo don Ramón en relación con nuestra literatura medieval, y fundamentalmente con los estudios filológicos", dijo. Además, explicó la importancia de reivindicar al académico "unido siempre al Cantar de mio Cid", y su relevancia en la consolidación del texto en nuestro imaginario colectivo. "Forma parte inherente de la cultura española, no solamente porque es el origen de la lengua y de la poesía en español, sino también porque refleja hoy una serie de valores que todavía nos emocionan". Consciente de la fragilidad de la pieza expuesta, terminó dando a conocer el motivo por el que únicamente va a ser visitable durante quince días: "Se encuentra en un estado de conservación mejorable, y ese es el plazo máximo de exposición que podemos permitir. La vitrina, además, mantiene constantemente los 21 grados de temperatura y el 45% de humedad que necesita, y el jefe de conservación de la Biblioteca controla esas condiciones en todo momento".

Más allá del Códice de Vivar

Por su relevancia, el códice se encuentra expuesto en una sala aparte, pero el resto de la exposición contiene otras "piezas únicas de literatura medieval, tanto de la BNE como prestadas", explicó Santos Aramburo. Junto a "la joya de la corona", podrán verse también textos no menos relevantes, como una única página con "alrededor de cien versos" del Cantar de Roncesvalles, o una reliquia "comparable en importancia con el propio Códice de Vivar", conocida como el Debate de Elena y María. "Se trata de un manuscrito de la literatura popular de la Edad Media, posiblemente destinado a la lectura femenina, que narra una discusión entre dos hermanas que quieren dirimir cuál de sus amantes es más digno, si un clérigo o si un caballero", relató Enrique Jerez.

Además, la muestra se adentra también en el trabajo filológico e histórico que llevó a cabo durante toda su vida Ramón Menéndez Pidal: Entre muchas curiosidades, el visitante podrá descubrir entonces que el académico fue elegido para estudiar en profundidad el Cantar por delante de Miguel de Unamuno, o que tuvo un papel importante en la adaptación al cine que llevó a cabo Anthony Mann y que protagonizó Charlton Heston. Como anécdota, también se descubre su relación estrecha con Federico García Lorca, y se exponen dos textos manuscritos de ambos autores: una recopilación que llevaron a cabo, juntos, de los romances que seguían transmitiéndose de padres a hijos en aquella época los gitanos granadinos del Albaicín y el Sacromonte. "Teniendo en cuenta que Romancero gitano se publicó cuatro años después de aquel trabajo conjunto, no es descabellado aventurar la enorme influencia que pudieron tener en García Lorca aquellas tardes con su amigo Ramón Menéndez Pidal".

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