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Luz Gabás: "El pasado debe servir para mirar hacia el futuro"

La escritora se sumerge en la vida de la España rural en El latido de la tierra, una reflexión acerca del individuo y de la evolución de la sociedad.

Toda historia necesita un inicio, aunque ese inicio pueda haber comenzado hace mucho tiempo. "Nosotros somos el resultado de una mezcla constante entre pasado y futuro", explica Luz Gabás. "Pocas veces estamos en el presente. Siempre vivimos mirando hacia atrás o hacia delante". Ahora acaba de publicar su cuarta novela, que ha nacido de una sucesión de preguntas lanzadas en todas direcciones. "¿Quién soy yo? En este momento en el que el cuerpo empieza a perder consistencia, noto mi mente igual que cuando tenía 20 años. Pero, ¿cómo me enfrento a mi pasado? ¿Soy, tal vez, demasiado nostálgica? ¿Y cómo me enfrento a los retos del futuro?". Todas esas cuestiones surgieron a lo largo de una conversación amistosa, "frente al fuego", en uno de esos momentos propicios para repasar la vida sin las ataduras de la autocompasión. "Al final", reconoce, "al hacer una reflexión sobre mi pasado me topé con que toda mi vida ha estado ligada a lo rural". Así surgió una idea que ha terminado germinando en El latido de la tierra (Planeta), una novela que es la mezcla de muchas más, pero que podría resumirse como "una reflexión acerca de la evolución del individuo y de la sociedad, y de la relación entre uno y otra".

"Toda la historia es una gran alegoría que busca hablar de ese conflicto. El individuo contra la comunidad. La libertad contra las convenciones", añade. Para ello, Gabás se ha valido de multitud de géneros literarios distintos. "Es una novela tan ecléctica como cualquier persona", dice. "Podría ser catalogada de varias formas. Para empezar, me he fijado mucho en el género policíaco, porque creo que las buenas novelas negras consiguen aportar una revisión crítica de la sociedad manejando de manera magistral el suspense. Pero al mismo tiempo, también diría que es mi novela más romántica. Lo que pasa es que cuando yo hablo de romanticismo siempre me refiero al romanticismo del siglo XIX. Al final, El latido de la tierra se asemeja mucho a esas novelas británicas tan repletas de elementos rurales", sentencia.

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Para acercar lo mejor posible el paisaje del que nació la novela, la presentación ha sido organizada en el pueblo arriacense de Majaelrayo, un idílico paraje en el que conviven una media de treinta personas a lo largo de todo el año. "Yo también vivo en un lugar así de tranquilo", explica Gabás. "Y aunque mi novela está más inspirada en los pueblos de Huesca, Majaelrayo recuerda definitivamente a lo que tenía en mente cuando me senté a escribir". La localización, además, tiene un significado concreto. "Ahora, desde hace unos años, se habla cada vez más de la España vacía. Y eso está genial. Pero, por otro lado, yo lo que he pretendido ha sido reducir las distancias entre el mundo rural y el mundo urbano. Descubrir a la gente que no existe un abismo tan insalvable entre uno y otro. Porque ahora, con las comunicaciones y la tecnología, las distancias se han reducido muchísimo, y se están reduciendo cada vez más. Creo que es necesario que acabemos de una vez con esa imagen de ‘inferioridad’ que a veces la gente puede tener cuando piensa en el campo".

Por ello, los ingredientes con los que ha jugado en El latido de la tierra vienen exclusivamente de la vida de los pueblos. "La casa es un personaje importantísimo. Es algo que la gente que hemos crecido y vivido en estos lugares conocemos bien", dice. "Una casa en un pueblo es un ser eternamente enfermo, que engulle. Necesita cuidados y atenciones constantes, y requiere del trabajo diario de toda la familia". Sin embargo, cuando se cuestiona si la historia es excesivamente autobiográfica, matiza. "Tiene componentes biográficos, pero tratados todos desde muchísima distancia. Lo que sí que es cierto es que es una narración con la que me he enfrentado a mi pasado, a mis propios fantasmas, para saber también qué cosas quiero hacer a partir de ahora. Qué me espera". Y resume: "La novela es muy sincera. De todas las que he escrito, es la más centrada en mi generación. Habla de alguien como yo. Y por eso creo que tiene muchos lugares comunes en los que mucha gente puede encontrarse identificada".

En definitiva, la última novela de Luz Gabás es una historia que apunta a diferentes blancos, pero que está guiada por un único propósito claro. Un relato ambientado en la España más rural, en el que el amor y el misterio se encuentran enmarcados por una representación trabajada de las diferentes formas de vida que aún perviven, evolucionando a su manera, y que no son tan distintas, en el fondo. Una reflexión acerca de los engranajes que mueven a toda sociedad, y una crítica —"Yo no tenía derecho a escribir acerca de la tragedia de Jánovas, por ejemplo", dice ella. "No he pretendido hacerlo. Aunque sí que he tenido en cuenta su historia para escribir esta"— que busca rescatar un mensaje del ruido: "El pasado debe servir para mirar hacia el futuro. Mirar hacia atrás es inevitable y puede ser catártico. Pero sólo si es una fuente de esperanza. Si me anclo en la añoranza de lo vivido como si fuese lo mejor que me ha pasado, ¿qué he hecho con mi vida? Menudo desperdicio".

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