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La grandeza de las sagas familiares

Reino de Cordelia publica En Compañía de los Forsyte, el último libro en el que el Nobel John Galsworthy retrató a su particular familia literaria.

Hay relatos elocuentes que no necesitan demasiadas presentaciones reflexivas. En uno de los cuentos de En Compañía de los Forsyte (Reino de Cordelia), John Galsworthy escribe cómo Jolyon padre le cuenta a Jolyon hijo, compungido, la historia de cuando descubrió, treinta años después de su enterramiento, que la tumba de su madre había sido levantada en algún momento debido a la construcción de las nuevas vías del tren, y que él había perdido de esa manera, por la ingratitud de no visitar a sus antepasados, los huesos de la persona a la que le debía la vida. El desgraciado se muestra afligido por la culpa, desde luego, pero sobre todo lamenta que los tiempos modernos ya no respeten ni el descanso de los muertos. La respuesta de su hijo, sin embargo, le deja completamente atenazado: "Eso es lo que hicieron con las momias, papá". Los dos acaban de regresar de visitar el museo, y han pasado sólo unos minutos desde que él se mostrase orgulloso de la colección británica, pero ha tenido que ser el hijo quien se dé cuenta rápidamente de la extraña paradoja.

Con el tiempo ocurre algo curioso, y es que aunque resulta evidente que el pasado lo termina igualando todo anodina y repetitivamente, también lo es que el presente nunca deja de ser importante en cada uno de sus instantes. Ahí reside precisamente la gracia de las sagas familiares, que permiten contraponer dentro de un mismo marco varios presentes distintos, y reproducir después los diálogos que cada uno de ellos tiene con sus propios pasados. Mirándolo desde ese prisma descubrimos que toda historia es necesaria e irrelevante al mismo tiempo, y que el género que mejor se ajusta al relato de cualquier vida es el de la tragicomedia.

Toda la saga de los Forsyte —con sus dos trilogías y sus recopilaciones de cuentos— están marcadas por esa extraña paradoja. Y lo que hace que no caigan en la irrelevancia es que al escribirlas, John Galsworthy era consciente de que el presente no tiene verdadera autoridad a la hora de mirar con condescendencia al pasado. Sus relatos retratan los cambios de mentalidad que marcaron las relaciones intergeneracionales en la Inglaterra del cambio de siglo, pero en ningún momento parecen posicionarse a favor de ningún tiempo concreto. Antes bien, se limitan a esbozar una realidad más profunda y constante: el hecho de que para los mayores cualquier tiempo pasado seguirá siendo mejor siempre, mientras que para los jóvenes el presente sólo constituirá la antesala de un futuro más brillante.

Galsworthy comenzó a construir la historia de la familia Forsyte a comienzos de siglo. La primera novela que trató el asunto, El propietario, fue publicada en 1906. Después cerraría su primera trilogía de manera paulatina, intercalando entre las diversas novelas recopilaciones de cuentos también centrados en los miembros del clan. Su segunda trilogía, bautizada como Una comedia moderna, concluiría en 1928, pero ni siquiera entonces dejaría de parir historias inspiradas en los personajes que le habían acompañado durante tanto tiempo. En 1930, tres años antes de morir, y dos antes de recibir el Nobel de Literatura, publicó La Bolsa de los Forsyte, una recopilación de 19 relatos que acaba de recuperar Reino de Cordelia bajo el título de En compañía de los Forsyte. Todos fueron escritos una vez finalizada la segunda trilogía, pero están ambientados temporalmente justo después de la primera, durante los años que precedieron a la Gran Guerra. "Estas notas, en mi opinión, ayudan a completar y rematar las crónicas de la familia Forsyte", escribió en su prólogo el propio autor. Fueron su despedida definitiva, y el ladrillo que selló de una vez por todas el último hueco abierto que quedaba en la obra de toda su vida.

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