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Guía para descifrar los mensajes que los difuntos dejaron en sus lápidas

Fátima Elías firma La voz de los muertos, un libro ilustrado por Antonio Seijas que enseña a leer los símbolos de los cementerios.

Fátima Elías firma La voz de los muertos, un libro ilustrado por Antonio Seijas que enseña a leer los símbolos de los cementerios.
Cementerio de La Carriona, Avilés | Flickr

Hay un lenguaje muy próximo a nosotros que no sabemos leer. Desde el más allá nos hablan, nos cuentan qué hicieron en este mundo, a qué dedicaron su vida y cómo fue el final de la misma, pero hemos perdido la capacidad de entender ese mensaje. Los cementerios esconden un código internacional de símbolos, común a todos los camposantos cristianos del planeta. Ahora, una guía nos enseña a descifrar el lenguaje secreto de nichos, tumbas y panteones.

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Fátima Elías (La Coruña), bibliotecaria y especialista en Imaginería Funeraria, es la autora del libro ilustrado La voz de los muertos (Reino de Cordelia). Tras una intensa investigación – e incalculables visitas a cementerios de todo el mundo – ha reunido en este manual más de un centenar de símbolos que cubren tumbas anteriores a 1920 con la intención de que podamos interpretar los mensajes de la arquitectura funeraria. "Estos símbolos dejaron de utilizarse después de la I Guerra Mundial. La gente comenzó a dedicarse a otros pesares y nos hemos olvidado de muchas cosas. Hoy en día, está en auge el turismo de cementerios, pero visitamos personajes que tienen tumbas vistosas o mausoleos curiosos. Nos hemos olvidado de los que eran como nosotros y que dejaron en sus lápidas un recuerdo específico para los que fueron importantes para ellos", explica a Libertad Digital la autora.

Con estos símbolos, los deudos expresaban su duelo. "Tiene su origen en Inglaterra, en las lápidas de los puritanos. Los ingleses del siglo XIX adaptaron muchos símbolos de la mitología y la floriografía al cristianismo. A partir de ese momento, se contagió al resto de Europa y a las colonias, como Australia o Estados Unidos. Es un lenguaje universal". Fátima Elías contextualiza cada símbolo y diseña un entretenido paseo por la historia de vivos y muertos en el que hay espacios para referencias literarias a Alejandro Dumas, Ovidio, Dickens, La Biblia y hasta J.K Rowling.

Búhos, barcos, arpas y flores cortadas

Las virtudes del fallecido podían decorar su lápida. La presencia de un asno, lejos de hacer referencia a una persona poco inteligente, simboliza la amabilidad y paciencia del difunto. Un búho "deja constancia de que detrás de la lápida están los restos de una persona erudita" y un halcón recuerda "que la persona fallecida era respetada por su autoridad moral".

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Tumba de Chopin | Wikipedia

Sobre la tumba de Beethoven hay un monumento con una lira. También en la de Chopin que, además, tiene una cuerda rota "para intensificar el duelo ante la pérdida". Las tumbas hablan de profesiones: el maíz o un arado señala la tumba de un granjero; un barco para los marinos, especialmente en la de aquellos que perecieron en el mar; o la copa de Higía para los farmacéuticos.

Los lugares en los que descansan niños son especialmente simbólicas, muchas de ellas con querubines o pequeños tumbados, consuelo para "los padres de preferían pensar que su hijo estaba durmiendo, en aquella época con tanta mortandad infantil". Un árbol cortado habla de la muerte prematura del que la porta. También una flor rota, muerta antes de tiempo. "Hay muchos símbolos muy hermosos", repite entusiasmada la autora, que destaca la escultura de una mujer con ancla, una de las esculturas más características de los cementerios. "Es una alegoría de la esperanza. En el cristianismo, los evangelios dicen que el ancla no permite que el barco vaya a la deriva", explica.

La mujer con una lámpara

Los que visitan un camposanto – y saben leer estos mensajes – encontraran muchas advertencias del inevitable final que les espera a ellos también. "Son los memento mori, símbolos muy antiguos, del medievo. Fueron muy utilizados por los puritanos que vivían para Dios. Durante el siglo XVIII, ponían una calavera y ya en el XIX le añadieron alas, una imagen algo más amable y que hablaba de que volamos al cielo y hay esperanza. En casi todos los cementerios tenemos un recordatorio, búho como vigilancia de la muerte o el reloj de arena, que dice que el tiempo vuela".

Otra curiosa figura es la del psicopompo, responsable del paso seguro de un mundo a otro – como el barquero Caronte–. En Portugal, recuerda Fátima Elías, hay muchos, sobre todo en el cementerio de Prado do Repouso: "Es una figura muy bonita, una mujer con la lámpara. En España, el psicopompo más común es San Miguel, que en el Juicio Final vela por que Satanás no haga trampa y se lleve más almas de las que debe al infierno. Lo reconocemos por sus tributos de guerrero, un casco y una espada".

La autora asegura que este libro es de interés para "cualquier tipo de lector que le guste el arte, la historia o los cementerios, lugares de paz, museos bajo el suelo". "A los difuntos hay que recordarlos, aunque no sean los nuestros- Con este libro se puede abrir los ojos a muchísimas imágenes que ahora nos pasan desapercibidas: búhos en las tumbas, rosas a las que les sale una rosita, flores rotas, las plañideras. Es aprender a leer un lenguaje olvidado", explica.

Cementerios de más de 200 años

Para hallar estos símbolos hay que acudir a cementerios de más de dos siglos, como el de San Amaro, en La Coruña, inaugurado en 1812. "Es una explosión de símbolos –dice Elías– pero los he encontrado en toda España. En San Isidro, en Madrid; en todo el norte. En cualquier pueblito todavía resisten".

La coimetromania de Fátima tiene mucho que ver con el folclore gallego y ese vínculo tan potente con la muerte. "Mi abuela, que era una mujer cultivada que viajó mucho, vivió en Boiro, en las Rías Baixas. Me contaba que, cuando tenía cinco años, viajó con sus familiares de madrugada a otra aldea, y se encontraron con la Santa Compaña. Llevaban consigo sal para dibujar un círculo, meterse dentro y protegerse. Me narraba esta historia una y otra vez por petición personal. Me fascinaba. Luego, cuando me llevaban al cementerio, yo miraba las fotografías de las tumbas, que se estilaban mucho durante los años 70 y 80, y buscaba a ver cuál tenía cara de cansado porque había salido en la noche. Me aficioné a mirar las lápidas y así se quedó para siempre".

Antonio Seijas, historiador del Arte, ilustrador, pintor y autor de cómic, se ha ocupado de dibujar estos símbolos "con gran delicadeza". "Tiene unos ojos que ven lo visible y lo invisible", apunta la autora.

Fátima Elías. La voz de los muertos. Ilustraciones de Antonio Seijas. Reino de Cordelia, 2019. ISBN: 978-84-16968-92-. 3 248 páginas en bitono. Precio: 19,95 €

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