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Pedro de Tena

Antonio Nadal Sánchez, fundador depurado del PSOE: la historia de un defensor de la democracia contada por él mismo

Autor de una investigación sobre los muertos en la Guerra Civil, ha seguido el camino que le ha conducido a sí mismo lejos del dinero y el poder.

Autor de una investigación sobre los muertos en la Guerra Civil, ha seguido el camino que le ha conducido a sí mismo lejos del dinero y el poder.
Grupo de soldados y civiles en la calle tras haber sido tomada Málaga | Archivo

Durante estos días pasados ha estado repasando cosas de Ortega y Gasset y la democracia por diferentes razones circunstanciales. Pero quiero reparar en que, cuando se dirigió a los niños, el gran maestro querría que fueran demócratas auténticos. Pero para eso, antes hay que ser personas auténticas y para lograr tal fin no hacen falta demasiados conocimientos. Sobre todo, hace falta respeto por uno mismo y por la verdad.

Invitaba Ortega a los adultos del futuro, no a ser filósofos, no a ser genios, no a ser santos, no a ser eruditos, sino a ser personas capaces de distinguir entre las personas que tienen valor y las que no lo tienen. Esa es probablemente una de las más difíciles asignaturas que debemos aprobar en la vida.

Para ello, Ortega daba cuatro reglas:

  • No hacer caso de lo que la gente opina sin pruebas ni razones
  • Considerar la convicción personal como algo superior al contagio masivo de una opinión ajena
  • Elevarse sobre la vulgaridad y el lugar común interesado o irreflexivo
  • Ponerse en la parte donde combaten menos aun cuando en la otra combatan muchos

Añado por mi cuenta una quinta para poder decidir acerca del valor de una persona. Los hombres cambiamos a lo largo de nuestra vida. Caen creencias, se desdeñan ideas, se abandonan hábitos, se posponen o abandonan proyectos y fraguan otros. Por eso, lo trascendente de la vida de un hombre nunca será el currículo sino la trayectoria personal, su historia, su biografía, sus elecciones. Si a lo largo de ese proceso vital, se aleja del poder y del dinero por servicio a la verdad, esa persona será muy de fiar.

Antonio Nadal Sánchez, granadino, es una persona valerosa y valorable. No lo digo porque sea mi amigo. A estas alturas de la vida ni la vanidad de vanidades es ya deseable. Hace mucho que conozco a este hombre y puedo decir sin temor a sufrir una decepción que Nadal, catedrático de Historia de la Universidad de Málaga y autor de una investigación rigurosa sobre los muertos en la Guerra Civil en esa provincia, ha seguido el camino que le ha conducido a si mismo, bien lejos del dinero y el poder.

licencia-absoluta-los-estudiantes-del-68

Hace unos días se presentó su libro Licencia absoluta: los estudiantes del 68 en la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga, un tesoro de la arquitectura malagueña junto al Museo Thyssen, a metros de la calle Marqués de Larios. El libro, editado por la atrevida y casi heroica editorial Plusmágica, es el libro de un testigo sobre la vida y las peripecias de los pocos estudiantes que fueron antifranquistas en la Universidad donde bastantes de los hoy ensalzados por el progresismo barato eran franquistas redomados.

No merece la pena decir ni una palabra más sobre elementos como Federico Mayor Zaragoza, corcho entre los corchos siempre a flote, que regía la Universidad de Granada con el Caudillo colgado en la pared y luego elevado al poder político universitario por el franquismo, mientras que Antonio Nadal y otros estudiantes, tal vez ignorantes y devorados por la testosterona ideológica y afectiva, pero honrados y valerosos, sufrían las durezas de la dictadura.

Se llama el libro, en parte, Licencia absoluta, por la cartilla militar que certificaba haber cumplido con los deberes de la "mili" –hoy algo inexistente para cualquier joven español, tal vez por desgracia–, que se obtenía después de muchos años de haber concluido la estancia en los cuarteles. A él se la dieron con más de 50 años. No bromeo si digo que aquella licencia, unida a la experiencia de la cárcel en Teruel y a la terminación de su licenciatura en Historia, le convirtieron en lo que hoy es: un hombre con licencia absoluta, esto es, un hombre decisivamente libre y sin dependencias.

Veraces consigo mismos

Sólo una persona que en su trayectoria ha encontrado la libertad de una perspectiva personal sobre la vida, la historia e incluso el destino, es capaz de escribir un libro sobre cómo fue la vida de aquellos pocos estudiantes que se atrevieron a pelear contra el franquismo en la época que va desde 1968 a 1973 y siguientes. No eran muchos, no sabían apenas nada, pero eran veraces consigo mismos. Hacían lo que creían que debían hacer. Y lo hicieron. Luego, las mieles de la democracia fueron a parar a gente que jamás sufrió ni un rasguño en combate alguno.

Como buen historiador, Antonio Nadal no sólo está vitalmente dispuesto a la verdad histórica antes que a la pervertida memoria histórica, sino que él, que vivió el fusilamiento de familiares directos en la Guerra Civil española, ha sido capaz de sobreponerse a sus afectos para contar documentadamente lo que pasó en la Málaga republicana donde murieron, por la represión republicana primero y por la dura respuesta franquista después, más de 7.000 personas.

Del libro que cuenta las andanzas de aquel estudiante de Filosofía y Letras que fue encarcelado seis meses en total por repartir unos panfletos convocando una asamblea universitaria, se deduce que muchos de ellos fueron, antes que héroes o republicanos convencidos, personas que necesitaban los afectos de quienes no tenían escrúpulos en usar de la juventud más ingenua para sus fines. Por eso, le escribí yo en un prólogo: "Pedimos perdón por no haber tenido la humildad de comprender que no sabíamos nada". Y así fue.

En su primer capítulo trata sobre sus orígenes de niño nacido sobre un horno. Pero no es una biografía interesada ni siquiera apasionada. Es sobre todo y desde el principio un libro de historia saturado incluso de documentos originales, con referencias bibliográficas, con descripciones testimoniales de lo que se vivió. De este capítulo recomiendo vivamente las referencias familiares porque en ellas aparecen almas "veraces", que diría Ortega, en uno y otro bando de aquella matanza civil.

Las niñas de derechas

El segundo capítulo es un fresco vivo de los estudiantes del 68 en las universidades andaluzas, cuando menos. Tierna es la referencia a los apuntes de las niñas de derechas y los que estudiaban de verdad, básicos como soporte para aquellos rojetes que no estudiaban porque "combatían". En él se cruzarán músicas con películas, olores con costumbres, libros con estampas vitales…Y la ironía, siempre fresca y ocurrente en Antonio Nadal: "Cuánto romanticismo. Lord Byron leyendo poemas en el hall".

El libro va transcurriendo desde las primeras "hazañas" supuestamente democráticas hasta su detención final, su paso a la cárcel y tras un breve destierro, como él lo llama, a la mili, un itinerario penoso contado con esmero técnico y documentación abrumadora.

Por cierto, que uno de los que hizo la mili con él, el fotógrafo Pablo Juliá, figurante en la famosa foto de la supuesta tortilla sevillana donde aparecieron retratados los primeros socialistas suresnesianos con Felipe González, Manuel Chaves, Luis Yáñez, Alfonso Guerra, Carmen Romero y otras Cármenes, apareció como un fantasma inesperado, pero amable, en la presentación del libro de Antonio Nadal.

De todos modos, como él mismo dice en el libro, la dureza represiva del régimen contra los estudiantes fue mucho menos densa y cruel que la que sufrieron los trabajadores. Tras su detención a finales de 1968, en 1970 se produjeron manifestaciones en la construcción granadina que tuvieron como consecuencia la muerte por disparos de tres albañiles, don Manuel, don Cristóbal, don Antonio, como logré saber y nombrar después, y la detención de un gran y buen maestro dominico, Antonio García de Moral.

Sin embargo, Antonio Nadal vivió en primera persona su compromiso personal con la verdad y la libertad y fue detenido. Confiesa que aquello fue realmente muy duro, especialmente para un padre que jamás le reprochó nada y para una madre que había visto morir fusilados a familiares muy queridos. Por ello, en el libro tiene gran interés la presencia atávica, misteriosa casi, histórica y ya biológicamente instalada, del miedo. El miedo al paseo, el horror a los golpes en la puerta, la angustia ante los avisos, las llamadas, las amenazas…

Su paso por la cárcel

De su paso por la cárcel, que describe, como en el caso de la mili, incluso minuciosamente, me quedo con la infame conducta de un capellán –yo que no soy sospechoso de agresividad alguna contra la religiosidad ni contra el catolicismo, al que agradezco su contribución a la gen-ética de la civilización occidental, a la ciencia moderna e incluso a la democracia europea–, que lo diagnosticó como loco en su ficha sin estar cualificado para ello. Lo de los estudios anatómicos y métricos sufridos en la cárcel daría para otra recensión.

Luego vino la mili y tras ella la militancia en un PSOE que abandonó en 1977, materia de otro libro que está a punto de ser reeditado y que cuenta cómo fue la formación del PSOE en Andalucía desde los años 1975 a 1977. Actualmente, Antonio Nadal, un depurado de aquellas primeras castas socialistas, a pesar de haber sido fundador y miembro de su Comité Federal, reflexiona con la serenidad y la contundencia que devienen con la libertad.

En conclusión, Licencia absoluta: los estudiantes del 68 es un libro de historia, con datos, referencias, citas, números, estadísticas y recuerdos coloristas de una época. Se lee a veces como una novela y detrás de sus páginas, late siempre el hombre, el testigo, Antonio Nadal Sánchez, catedrático de Historia, pero, sobre todo, un hombre veraz al que avala su trayectoria vital.

Se cuenta a sí mismo haciendo historia. Julio César hizo la Guerra de las Galias y también la contó y gracias a que lo hizo es la principal fuente que tenemos sobre aquellos acontecimientos. Eso hace Antonio: Ser deponente ante el tribunal del futuro, con obligación de decir verdad de lo vivido para que la historia pueda ser tejida y construida con recios mimbres. Es un testigo, testigo de su propia tragedia y de la tragedia española que hoy sigue con otras formas.

Este libro es el reconocimiento, después comprobado, de la decepción del idealismo utopista. Recuerda oportunamente al gran Arthur Koestler: "Fui al comunismo como quien va a una fuente de agua fresca y lo abandoné como quien se aleja de un río envenenado, sembrado de ruinas de ciudades muertas y de cadáveres de ahogados". Nadal, que pasó brevemente por el comunismo, fue desencantado por el socialismo incluso antes de haber obtenido el gobierno en 1982.

En ciertos momentos, el libro nos refresca alguna semejanza entre aquella dictadura y esta democracia. Sobre todo, la impotencia ciudadana, entonces ante las instituciones y élites del franquismo ahora rediviva en la impotencia ciudadana ante unos partidos políticos, nada democráticos en su seno interno y reconvertidos en señores feudales del presupuesto nacional, autonómico y local, así como del poder institucional, justicia inclusa. Aquella lucha por la democracia, por ignorante e infantil que fuera, lo fue por una democracia honrosa y no por la democracia morbosa que hoy sufrimos.

Tras un esfuerzo sin precedentes, la Transición, por sacar la mejor sangre de las venas de una nación rota por la mala gestión de aquella monarquía incapaz e insensible, por la ausencia de demócratas en una república que "no es esto, no es esto" y por las secuelas de una guerra civil seguida de una dictadura, de nuevo estamos, tras un notable empeño, imperfecto pero empeño, de reconciliación, instalados en el cuadro de Goya en el que un español y otro se atacan mutuamente.

Este es, pues, como lo será el próximo sobre los orígenes del nuevo PSOE en los primeros años de la década de los 70, un libro para la derecha y la izquierda, para arriba y abajo, para los de delante, los del centro y los de detrás, para todos. Es un libro de meditación sobre la España que hemos vivido. Para que se comprenda el sufrimiento de quienes nacieron formando parte de los no privilegiados y para que se entienda el sufrimiento de quienes sí creyeron y arriesgaron de verdad por la democracia española siendo defraudados por la actual falta de respeto a la verdad, a la nación y a la más mínima decencia.

En esta hora de España, la necesidad de hombres veraces, de testigos sin mudez ni mentira, la aportación de sus experiencias y testimonios debería ser decisiva, pero parece no haber muchos que quieran conocerlas. Sin embargo, son gente como Antonio Nadal los que pueden impedir que perdamos de nuevo el tren de la convivencia, de la totalidad cordial que quería Ortega como fundamento de la nación española y que es en lo que debe convertirse la España democrática si quiere perdurar.

Cuando al finalizar el acto, entre su abstemio comportamiento y nuestras copas, le lancé el guante del impulso de una Resistencia Democrática Española, a la vista de los peligros y zozobras presentes, no lo dudó ni un momento. Contad conmigo, dijo, quien sigue esperando una democracia cabal para España frente a totalitarismos, particularismos e infamias.

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