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Hercules Poirot nació en una botica: los secretos de Agatha Christie

La Autobiografía de la reina del misterio es un reguero de anécdotas contadas con su cautivador estilo.

La muerte de Hercules Poirot superó los límites de la literatura y saltó de la ficción a la prensa en papel. El 6 de agosto de 1975, The New York Times dedicó un obituario al detective más icónico de Agatha Christie. Protagonista de 33 novelas y 50 relatos cortos, aquel sujeto pedante, egoísta, ególatra y poseedor de un genuino instinto de sabueso, sucumbió en Telón.

Poirot era belga, pero realmente nació en una farmacia británica. En la Autobiografía de Agatha Christie, que acaba de reeditar Espasa, la autora desvela los pormenores de la creación de este personaje, crucial para su trayectoria. Durante la I Guerra Mundial, Christie se formó como enfermera y completó su aprendizaje en un dispensario de la época. Rodeada de medicamentos, por la cabeza se le cruzaron mil formas de matar. Ya había escrito algunos cuentos y relatos y, de inmediato, sintió la necesidad de escribir una novela policiaca. "Como me hallaba rodeada de venenos, quizá lo más natural era escoger la muerte por envenenamiento como el método ideal", reconoce.

Tenía que ser una trama potente con un personaje carismático, como el Sherlock Holmes que tanto admiraba pero de su "propia cosecha". "Entonces me acordé de nuestros refugiados belgas. Teníamos una verdadera colonia de ellos instalados en la parroquia de Tor. (…) El hecho de que su situación fuera precaria y que estuvieran viviendo en un país extraño no se valoró en su justa medida. (…) ¿Por qué no hacer que mi detective fuera belga?, pensé. Había toda clase de refugiados. ¿Qué tal un oficial de la policía refugiado?".

Físicamente, sería bajito y con un bigote "muy tieso y militar". "Incluso si toda su cara estuviera cubierta, las puntas del bigote y la nariz rosada serían visibles", escribe. Compensaría su escasa estatura con un gran nombre, Hercules. El apellido, Poirot, le llegó no sabe de donde. John Malkovich, Tony Randall, Ian Holm, Alfred Molina, Albert Finney, Peter Ustinov, David Suchet y Kenneth Branagh le pusieron cara en las distintas adaptaciones al cine y la televisión.

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Albert Finney como Hercules Poirot | Youtube

Agatha fue cincelando su personalidad. "Debía ser meticuloso, muy ordenado. Un hombrecito ordenado, que clasificara siempre sus cosas, emparejándolas, y al que le gustara más los objetos cuadrados que los redondos", una idea basada, en parte, en sus propias obsesiones. Poirot apareció por primera vez en El Misterioso Caso de Styles (1920) y desde entonces juega en la primera división de los detectives de papel y tinta. Esta novela fue crucial en la carrera de Christie y se lo agradeció bautizando a su casa con ese título.

La autobiografía de una escurridiza

Agatha Christie escribió en su biografía toda la información íntima de la que privó a los medios de comunicación. Fue muy celosa de su intimidad y evitaba cualquier aparición pública. Sin embargo, a lo largo de 672 páginas, habla de su familia, sus dos maridos, sus innumerables viajes y hasta de su vida como abuela. No sigue fielmente una línea cronológica porque su intención no era escribir una autobiografía, sino "meter la mano en el baúl de los recuerdos y sacar un puñado escogido de ellos". Lo hace con su estilo cautivador, con picardía y con gracia. Prueba son un puñado de frases sobre su juventud como: "Por aquel entonces me libré dos veces de casarme". Paró de escribirla cuando consideró que no tenía "nada más que añadir". Tenía 65 años.

En esas páginas se abre paso una mujer de gran sensibilidad artística, amante de los libros. "Sin haber cumplido los cinco años el mundo de los libros se abría ante mi", recuerda. Descubrió la literatura con El prisionero de Zenda, de Anthony Hope. Luego, llegó Julio Verne.

Pasó su infancia en el extranjero y recorrió mucho mundo, experiencias que le proporcionaron mil escenarios para sus libros: París, El Cairo, Florencia, Siria, Irak... Con su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, viajó en el Orient Express durante su luna de miel.

Habla de todo y de nada, reflexiona sobre la vida, el amor, la creatividad:

A veces se me ocurre que, si la teoría de la reencarnación es correcta, yo debí de ser un perro en otra vida.

Soy lo que tenía que ser. Todo el mundo sigue su camino. Se puede embellecer o descuidar, pero es el propio camino y, si se sigue, se tendrá armonía y paz.

Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida.

La vida es realmente como un barco, esto es, como el interior de un barco. Tiene compartimentos estancos. Sales de uno, cierras, echas el cerrojo a las puertas y te encuentras en otro.

"Hasta que chocheara"

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Con un sinfín de éxitos a sus espaldas y adaptaciones teatrales de igual resultado, reconoce que "sabía que sería capaz de inventar intrigas hasta que chocheara" (pág. 586). Confiesa su predilección por dos de sus obras: La casa torcida e Inocencia trágica. Al contrario, dice que El misterio del tren azul es "vulgar, lleno de estereotipos y con una trama sin interés".

La Autobiografía de Agatha Christie también supone un repaso por la historia del siglo XX. Cuenta cómo vivió el final de la guerra: "Salí a la calle como atontada. Entonces pronuncié una de las escenas más curiosas que haya visto nunca; la tengo grabada en mi memoria y aún me produce siempre una cierta sensación de terror. Por todas partes había mujeres bailando en las calles (…) Ahí estaban todas, riendo, gritando, arrastrando los pies, saltando, en una especie de salvaje orgía de placer, de placer casi brutal. Daba miedo. Me imaginaba que si aparecían por allí unos alemanes, las mujeres los despedazarían en cuestión de segundos" (pág. 313).

Agatha Christie. Autobiografía. Espasa, 2019. 672 páginas. 20 euros.

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