Menú
Julia Escobar

Carta a un hispanista, crónica galdosiana

Entre mis corresponsales figuraba un grupo de hispanistas entre el que se encontraba el malogrado Roger Utt.

Entre mis corresponsales figuraba un grupo de hispanistas entre el que se encontraba el malogrado Roger Utt.
Retrato de Benito Pérez Galdós pintado por Sorolla | Wikipedia

Este correo lo he rescatado recientemente de unos disquettes antiguos de un ordenador "desclasificado" de los años noventa. Entre mis corresponsales figuraba un grupo de hispanistas entre el que se encontraba el malogrado Roger Utt, especialista en Clarín aunque luego se enamoró de Galdós. Roger murió en julio del 2001, en California, de un cáncer de pulmón fulminante a los 53 años, pues una de las razones por las que vino a España con una beca Fulbright no fue solamente la de saber cuál era el punto exacto de la ruta entre Olmedo y Medina del Campo la noche en la que mataron al Caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo, ni localizar el robledal de Corpes donde los infantes de la Cerda, afrentaron a sus esposas, las hijas del Cid, ni recorrer Vetusta de arriba abajo o subir a las buhardas de la plaza Mayor donde Galdós hizo vivir y morir a Fortunata, sino también poder fumar a tumba abierta, nunca mejor dicho.

Utt era miembro fundacional, como yo, de la Asociación de Amigos de Benito Pérez Galdós presidida por don Pedro Ortiz Armengol y que subpresidí yo unos años antes de entrar a trabajar en 2006 en la Casa de América, donde abandoné, o casi, toda actividad suplementaria.

En aquella Navidades de 1993, él estaba como todos los años en los EE.UU y yo procuraba mantenerle informado de lo que ocurría en la Asociación y en la vida cultural madrileña. De las cartas que le envié he rescatado esta en la que hago alusión a la muerte de Juan Benet y, asimismo, cumplida cuenta de una sesión memorable de la AAG (Asociación de Amigos de Galdós).

Domingo 10 de enero de 1993.

Querido Roger: Empiezo hoy una crónica que tengo la intención de enviarte en cuanto tenga adónde hacerlo, es decir, cuando me escribas dándome tu dirección. Supongo que te divertirá -no es otro mi propósito- leer desde tan lejos lo que aquí ocurre y te permitirá seguir los acontecimientos madrileños de una forma más ligera y dinámica que si, de vez en cuando, asumo la tarea de resumirlo todo en una sola - y ten por seguro que inmensa- misiva. Desde que te marchaste, el día de Reyes, poco ha sucedido de lo que no te hayas llevado al menos un atisbo: la muerte de Benet, que como supondrás ha traído cola y todavía es objeto de muchos artículos, más o menos afortunados, de sus colegas y amigos.

Mucha anécdota y poca literatura es lo que les distingue a todos, pero hay que entender que los sentimientos todo lo alteran y tiene que pasar cierto tiempo hasta que empiece a funcionar el pensamiento. De todos modos, no deja de ser sorprendente que en estos casos, nunca pidan su opinión a verdaderos expertos o estudiosos objetivos sino a políticos, deudos y amigos, con la consiguiente confusión mental. Como yo ando un poco de cabeza no estoy leyendo esos artículos por riguroso orden de aparición, pero mi alma de archivera vela por nosotros y todo lo guardo para tiempos más tranquilos, que vendrán, no lo dudo. Para terminar con el "deceso", te diré que el miércoles siguiente comí con Jaime Salinas, quizás el amigo más íntimo de Benet en estos últimos tiempos, quien me dijo que en el entierro había tanta prima donna que ya no se sabía muy bien quien era el muerto. Conocerás el refrán que se cita a propósito de la gente que se siente muy protagonista: "Este -o esta- quiere ser la novia en todas las bodas y el muerto en todos los entierros".

Y con la semana que hoy acaba, se acabaron también "las entrañables fiestas navideñas" esas que todo el mundo detesta pero que nadie se pierde y a este propósito una anécdota divertida, que quizás ya conozcas, y que indica que Freud a veces acertaba: cuentan que el conde de Romanones, que se llevaba a matar con su padre, un día que salía de una discusión especialmente feroz se encontró en la calle con un niño pobre que le tiraba de los faldones del abrigo musitando: "déme algo, señorito, qué soy huérfano" y Romanones, irritado, le contestó "¿Y te quejas?" ¡Qué bien resume esta anécdota el esplendor y la miseria de la familia!

Viernes, 29 de enero de 1991

Reanudo mi "crónica" para referirte, lo más detalladamente posible, la reunión de la AAG, celebrada ayer por la tarde. Asistentes: don Pedro Ortiz Armengol, que procedió a sacar lo que nosotros llamamos sus famosos "cuadernos del Club Pickwick", para leer el acta de la sesión anterior y anotar a ausentes y presentes, que fuimos muchísimos, incluida Carmen Bravo Villasante. Esta última aportó un libro sobre Cervantes en Galdós, de Benítez; Don Pedro una traducción al sueco de 'Fortunata y Jacinta' cuya portada nos hizo reír de lo lindo, por lo tópica pues era un cuadro de Ramón Casas en el que se veía una mujer de la vida, francesa, en un café, frente a un vaso de vino y fumándose un puro. La idea de Fortunata de esa guisa, y el hecho de que los suecos se la pudieran representar así motivó numerosos comentarios en la tertulia.

Asistía también el Sr. Kronic (tenia que haber un hispanista yanqui, ya que tú no estabas), y para que nuestra asociación quedara al completo, asistió también mi amigo ruso, el hispanista (cervantista para más señas) Slava Bagnó, que no abrió la boca aunque luego me confesó que no lo hizo por dos razones: la primera porque no había hecho los deberes (culpa mía, pues cuando me llamó para preguntarme el día y la hora de la reunión se me olvidó comentarle lo de las novelas de Torquemada) y la segunda porque se lo impidió la grandísima admiración que le embargaba al contemplar la insólita asamblea, a la que calificó de verdadera "paella" intelectual.

Y es que realmente era una auténtica ensalada. A la nutrida lista de señoras y señores de edad que conoces tan bien, y que dieron a todas sus intervenciones un tono entre coloquial y pseudo-profesoral con tufillos clericales, en unos casos, liberales, en otros, cuando no algo chuscos, pero siempre muy, muy decimonónicos y muy galdosianos, se sumaron ayer dos nuevas "reclutas", tan en la línea anteriormente descrita que yo no cabía en mí de admiración ante el hecho de que en España pudiera haber todavía gente incontaminada, en la que no ha hecho mella alguna ni el estructuralismo, ni el psicoanálisis, ni tan siquiera la televisión. ¡Beatus ille...!

Después de las presentaciones iniciales y tras la primera media hora de intercambio bibliográfico, novedades sobre la salud, y otros pormenores personales sobre los no asistentes (entre los que figurabas tú, naturalmente, -y por desgracia no pude dar ninguna nueva al respecto), Julián, a quien le iba a dar un tabardillo si no nos daba la clase, reclamó "la media hora" de comentario sobre Torquemada. Empezó aclarándonos, por si alguien lo dudaba, que él tomaba a Galdós como testimonio histórico de primera mano y que esto era lo que más le interesaba de él. Como comprenderás discrepo, no sobre la importancia de su testimonio, sino sobre el hecho de que eso sea lo más importante en Galdós. Yo reivindico su talento de creador, de labrador de imágenes con una carga metafórica, tan rica, tan novedosa y, a la par, tan enraizada en nuestra tradición literaria, esa su manera de "hacer lengua", y en la que precisamente reside su grandeza, no en el hecho de que Torquemada sea el contrapunto literario del Sr. X o el Sr. Y, de la vida real, datos que están al alcance incluso de los peores novelistas. Pero Julián es así, poco imaginativo, nulamente creativo y tremendamente profesoral.

Espero que puedas sobrevivir con esto hasta mi próxima entrega, que auguro tardía, pues se me acumula una ingente cantidad de trabajo y la preparación del Congreso de Brighton, para lo que te daré la lata en tiempo oportuno.

Un fuerte abrazo personal y de toda la compañía galdosiana de tu hermana en Galdós.

Julia Escobar

Temas

En Cultura

    0
    comentarios