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La escena erótica de la novela de Esteban González Pons de la que todo el mundo habla

La novela Ellas del popular Esteban González Pons está llegando a las librería y una de sus páginas ha tenido un polémico pero fulminante éxito.

La novela Ellas del popular Esteban González Pons está llegando a las librería y una de sus páginas ha tenido un polémico pero fulminante éxito.
Un momento de la presentación de 'Ellas'. | EFE

La novela Ellas del popular Esteban González Pons está llegando a las librería y una de sus páginas ha tenido un polémico pero fulminante éxito.

El europarlamentario Esteban González Pons presentó este jueves en Madrid –y el viernes en Valencia– su primera novela, Ellas (Espasa), en un acto en el que estaba buena parte de la primera plana del PP, tanto actual como pasado, incluyendo al propio expresidente Rajoy y también al actual líder popular, Pablo Casado; así como algunos compañeros del político en el Europarlamento: Elena Valenciano, Maite Pagaza o José Blanco.

Sin embargo, más que la propia presentación lo que ha tenido un impacto enorme ha sido una de las páginas del libro que ha corrido fotografiada por las redes sociales y los programas de mensajería y en la que una descripción de lo más subida de tono ha sido objeto de múltiples comentarios.

En ella algunos párrafos describen de una forma original un encuentro sexual:

(…) aquella desnudez indiferente transmitía la plenitud de una diosa madre cuyo monte de Venus hubiera encajado anoche la embestida de un guerrero lanzado al galope. Reposaba tan complacida como una mantis religiosa sexual, agotada después de que hubiese tragado a su amante por la vulva, haberlo digerido en el útero y finalmente haberlo vuelto a expulsar, haberlo vuelto a parir, haberlo vuelto a renacer.

Descansaba con la conciencia tranquila de quién posee la fuerza de la resurrección en el centro mismo de su coño.

El texto sigue describiendo el deleite del amante a través de símiles poderosos:

Del desfiladero vertiginoso que separa sus pechos, desde semejante valle húmedo, blanco y angosto, emanaba un perfume parecido al de la leche hervida en cualquier recuerdo remoto de una muy fría y entrañable Navidad, complaciente, sensual, femenino, que transformaba la atmósfera de aquel dormitorio en una apasionada prisión, en un harén de una sola esposa, en un laberinto del que está prohibido querer escapar. En un "Me sobra el camisón". En un hogar.

Finalmente, el autor se centra en más descripciones físicas muy detalladas:

Costaba respirar sin embriagarse. El aire del dormitorio se percibía sólidamente cargado de un cálido de olor a piel de Ella. Además, uno de sus pies, que se asomaba por debajo de la sábana arrugada, dejando a la vista una pulsera de cuero, el pequeñísimo tatuaje de una mariposa en el tobillo y las uñas pintadas de granate, ayudaba a confirmar esa idea de que quien tan plácidamente dormía ahí era una mujer amada con locura por un hombre de su propiedad.

La pregunta que todo el mundo se hace en este momento es si la página es una excepción o sólo un ejemplo del tono de una novela con la que su autor, desde luego, ya ha logrado algo: sorprender.

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