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José Jiménez Lozano, un cristiano rebelde que ennobleció a los desgraciados

Andrés Amorós rinde homenaje al escritor, Premio Cervantes en 2002 y Premio Nacional, fallecido a los 89 años.

Los Libros: Recordando a José Jiménez Lozano

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Andrés Amorós rinde homenaje al escritor, Premio Cervantes en 2002 y Premio Nacional, fallecido a los 89 años.
José Jiménez Lozano, en su casa de Alcazarén (Valladolid) | EFE

Esta semana falleció José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930), autor de novelas, ensayos, poesía y diarios. Fue un gran personaje y un ejemplo de independencia. Recibió el Premio Cervantes en 2002 y el Premio Nacional por toda su trayectoria.

Vivía en Alcazarén y llegó a ser director de El Norte de Castilla. Fue gran amigo de Miguel Delibes y Américo Castro. Se definía así mismo como "un cristiano rebelde" y dicen que sirvió de modelo para el personaje de Mario en la obra de Delibes Cinco horas con Mario.

En sus libros, siempre se mostró preocupado por la convivencia, la Guerra Civil y la libertad. Fue un gran seguidor de Fray Luis, Santa Teresa y Cervantes, además de Pascal, Spinoza, Tolstoi y Dostoiewski. Ideó Las edades del hombre, fundación española que buscaba la difusión y promoción del arte sacro de Castilla y León.

Siempre quiso dar voz a los pobres y ennoblecer a los desgraciados: "La tarea del escritor es contar pequeños relatos de gente humilde que, si no, serían olvidados".

Fue un gran cervantino, con un estilo humanista, un lenguaje carnal y verdadero. El ideal del lenguaje estaba en Fray Luis: "armonía y dulzura". "Fray Luis ya es cosa nuestra", defendía.

Hace poesía breve, trasparente, sencilla.

"Lo políticamente correcto no permite una ironía ni una verdad".

"Si no cuento una historia critiana, no digo nada".

Sobre España, dijo: "Se ha llegado a un nivel de necedad que, cuando alguien pronuncia la palabra España, parece que es franquista".

Otra de sus grandes citas: "Europa también tuvo Inquisición. Todos los pueblos tenemos cosas de las que avergonzarnos pero los españoles fueron los que adivinaron que un hombre, si no era libre, no era hombre y que todos los hombres son iguales".

"Carlos I, el único príncipe en la historia que reunió a su clero, sus universitarios y sus soldados para que se preguntase si la conquista de América era justa".

Sus poemas son cortos, sentenciosos.

LIBERTAD

Porque sí, el agua
echó a correr, saltándose el regato.
¿Hacia dónde?
¿Y qué le importa al agua?

REVELACIÓN

Sol vencido te regala
en la tarde de otoño
el poder y la gloria.
Mira tu alargada sombra:
Nunca será más grande.

ATARDECER DE OCTUBRE

Luz que se apaga en el crepúsculo
de un día de octubre, tan dorado.
La pobre mujeruca enciende un cabo
de vela, en su pequeña estancia
y no le importa Ptolomeo ni Copérnico
ni que el sol se haya ido
o César haya muerto.
Es un poder autónomo.

LA GLORIA DEL POETA

Los Césares antiguos
coronaban con laurel a los poetas
y ni un as se gastaba en casa de éstos
en sazonar los guisos. Pero
ya no hay gloria inmarcesible
porque el laurel ya no se usa en la cocina.

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Uno de sus libros más destacados es Las gallinas del Licenciado, (Seix Barral), un homenaje a Cervantes con gracioso pretexto: en Esquivias, le regalan unas gallinas turcas a Catalina Salazar, que va a casarse con un soldado que participó en Lepanto y se divierte escribiendo.

El libro está repleto de bromas, como la gallina de Constantinopla cacarea en griego. El Greco no la pinta bien.

Usa un lenguaje castellano castizo, popular, no purista: una gallina "repompolluda y apersonada". Palabras con sabor: "alifafe, remusguillos, confortación, desazón, filosofantes, tudescos, arrechucho…"

Hace un precioso retrato azoriniano de Cervantes:

Tan tranquilo, decían, tan desasosegado y decidor; tan lector y escribidor, tan de estarse como pasmado y mano sobre mano, o mano en la mejilla; tan pisado, tan desengañado, tan triste, tan seguro, tan soñador e ilusionado, tan realista y lleno de fantasías, tan claro en el decir, tan dificultoso en el hablar, tan ironista y lleno de melancolías, tan bravo soldad, tan pacífico, tan inquieto e incapaz de asiento, tan buscador de arcadias y estancias o jardines apartados.

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