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Santiago Navajas

Sobre la autobiografia de Woody Allen

Este jueves 21 de mayo sale a la venta en España esta fábula de un ceniciento que se convirtió en príncipe para terminar linchado por los mismos que, en gran parte, lo habían encumbrado, la Santa Secta Progre.

Este jueves 21 de mayo sale a la venta en España esta fábula de un ceniciento que se convirtió en príncipe para terminar linchado por los mismos que, en gran parte, lo habían encumbrado, la Santa Secta Progre.
Cordon Press

Finalmente se ha podido publicar la autobiografía de Woody Allen en Estados Unidos, A propósito de nada. La editorial Hachette se echó para atrás tras la presión ejercida por sus trabajadores y Ronan Farrow, el hijo de Mia Farrow que lleva la voz cantante en las acusaciones de pederastia contra Allen. Pero otra editorial se ha atrevido con A propósito de nada. Por el momento, Amazon, que canceló la distribución de la película que había producido a Allen en EEUU, sí permite comprar el libro que he leído en la versión italiana que salió un poco antes. Este jueves 21 de mayo sale a la venta en España.

El tocho de cuatrocientas páginas es magnífico, hilarante y amargo. Una fábula de un ceniciento que se convirtió en príncipe para terminar linchado por los mismos que, en gran parte, lo habían encumbrado, la Santa Secta Progre con sus sacerdotes políticamente correctos, sus sacerdotisas del Metoo y sus portavoces mediáticos, el New Yorker y el New York Times. La vida de Woody Allen resulta ser como una película de Woody Allen, una historia de hombres y mujeres que se atraen como ángeles pero que terminan peleándose como demonios.

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Casino Royal, 1967

La autobiografía es fundamental para los que sean admiradores del genio cinematográfico de Allen, y también para los que sean defensores de la libertad de expresión y la presunción de inocencia. Meapilas millennials e histéricas feminazis, abstenerse. Respecto a lo cinematográfico, Allen no habla mucho de sus 43 películas y un tercio ya que las cuatrocientas páginas están más bien dedicadas a sus años de formación como humorista, a sus relaciones con sus pocas esposas y muchas mujeres ("en la escuela me gustaban las chicas. De ellas me gustaba todo"), y al celebérrimo y kafkiano caso de acusación de pederastia, en la persona de su hija Dylan, por parte de su ex-novia Mia Farrow.

La parte que me ha resultado más interesante es la primera, la de sus años de formación que conocía menos, en la que relata su infancia y sus comienzos en el mundo de los monólogos humorísticos. La historia de un chaval judío de clase media baja que tenía tres obsesiones: la magia (su lema: "No quiero la realidad, quiero la magia"), tocar el clarinete y escribir chistes. El libro debería venir con un CD con las canciones que menciona, de Cole Porter a Sidney Bechet pasando por Thelonious Monk (cuando empezó a salir con Mia Farrow la llevó al funeral de Monk. Empezaron mal…). Allen, un neurótico obsesivo, es un estajanovista del trabajo al que el asesinato de Kennedy solo capta su atención durante dos minutos para volver de inmediato a su máquina de escribir Olimpya (pasa de la tecnología moderna casi tanto como odia dar paseos por campos floridos plagados de abejas o playas salvajes del Caribe infestadas de tiburones. La tecnología se cobrará su venganza como veremos luego).

Pronto descubrió que su mejor talento era copiar a los que tenían más talento que él: Perelman en el humor autoparódico y vitriólico (magníficos chistes sobre el Holocausto); Bob Hope (WTF), en la comedia efervescente; Bergman, en el existencialismo cinematográfico; Chejov, en los melodramas; Bud Powell, en el jazz… Y es que Allen más que talento tiene genio: la dedicación obsesiva a su destino como artista (también tiene obsesión por las mujeres, de los dieciséis a los noventa y nueve años). Impecablemente pesimista, de vocación misántropo solitario y claustrofóbico, desde pequeño tenía claro que su misión en la vida era conseguir vivir en un ático con vistas a Central Park. Y lo consiguió. ¿Vida cumplida? No, descubrió que en los áticos las vistas son fabulosas pero siempre tienen goteras. Donde otros ven el vaso medio lleno, Allen contempla el ataúd medio vacío.

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Allen y Soon Yi

Aunque presume de ser un fraude como intelectual ("parezco un profesor de Oxford, pero por dentro soy un bárbaro") lo cierto es que la primera película que le puso en su casa a Soon Yi, la seducida hija adoptiva de su entonces novia Mia Farrow, que vivía en otro apartamento, fue El séptimo sello (a continuación se enrollaron por primera vez), y se le rompió el corazón porque el New York Times lo trató de "monstruo" por presuntamente haberse propasado con su hijita de siete años (Dylan; Soon Yi, que no era técnicamente su hija, tenía más de veinte cuando el affaire).

Las setentas páginas dedicadas al asunto de la acusación de pederastia pasarán a los libros de historia como un símbolo del macartismo políticamente correcto, lo "inapropiado" de los puritanos conservadores pero en el lado progresista, y el talibanismo del "Metoo" y su inquisitorial principio de que a las mujeres hay que creerlas siempre (de Mia Farrow habla extraordinariamente bien como actriz, así como de todos los gañanes que lo han traicionado por una nominación al Oscar).

Del libro emerge un Allen sorprendente, un tipo deportivo al que le gusta practicar béisbol y baloncesto, a pesar de esa pinta de escuchimizado, no solo verlo (en la grada de los New York Knicks empezó su crush con Soon Yi) y que es un as jugando al póker. No solo te carcajeas de los chistes que cuenta ("No sabíamos si enterrar o incinerar a la abuela. Así que al final dejamos que siguiera viva") sino de sus ironías: presume de inculto -"un par de gafas no bastan para hacer culta a una persona, y mucho menos intelectual"- pero para coger todas sus bromas te conviene saber quién es Czeslaw Milosz y haber leído la novela de Joseph Goebbels.

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El libro también responde a preguntas que siempre te hiciste sobre Allen pero nunca te atreviste a preguntar: ¿prefiere a Chaplin o a Buster Keaton?, ¿El séptimo sello o Un tren llamado deseo?, ¿Pigmalión o Una noche en la ópera?, ¿qué se dijeron él y Truffaut cuando se encontraron?, ¿qué es lo único malo de Oviedo, "un pequeño paraíso"? Por cierto, vayan buscando lo que significa el término yiddish "schlemiel", lo usa bastante.

Decía antes que a Allen no le gusta tener cosas, sobre todo tecnológicas ("no colecciono relojes, no paseo con paraguas, no tengo máquinas de fotos ni de vídeo, y todavía tengo necesidad de mi mujer para ver un DVD"). Paradójicamente, fue un cachivache el que le trajo la desgracia. Porque cuando inició la relación con Soon Yi no se le ocurrió otra cosa que hacerle fotos "eróticas" con una Polaroid que le habían regalado. Como es un despistado, las dejó a la vista. Aunque Mia Farrow y él vivieron siempre en casas distintas, su novia iba de vez en cuando y fue entonces cuando las vio. La actriz, que está como un cencerro, se sintió ofendida, humillada e indignada, con razón, e inició lo que iba a ser una de las venganzas más grandes jamás concebidas. Lady Macbeth y Yago palidecen al lado de la protagonista de La semilla del diablo. Recomiendo muy mucho empezar a ver Maridos y mujeres mientras se comienza el libro para ir encontrando el tono adecuado a este tremendo capítulo de su vida. Esta es la película, por cierto, que estaba rodando con la mismísima Farrow mientras se desencadenó la tragicomedia.

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Son muy interesantes los consejos que da como humorista ("para hacer un chiste memorable es necesario partir de una premisa que funcione"), guionista ("no escribir nunca una escena aislada del contexto") y como cineasta ("dejar de rodar a las cinco de la tarde"). Pero, sobre todo, porque a pesar del proceso kafkiano que ha tenido que sufrir –que lo ha convertido en un apestado en su país, traicionado por colegas y vituperado por el New York Times, que es para un progre como que a un madridista no le dejen entrar en el Bernabéu– se le percibe como un tipo satisfecho de su vida, junto a la mujer y la familia de sus sueños, el cariño y la confianza de sus ex (qué más da el odio de Mia Farrow si se cuenta con la complicidad de Diane Keaton), el reconocimiento y el respeto de sus miles de admiradores, el compañerismo de sus pares en la orquesta de jazz y la visión de una obra cinematográfica que es un clásico que sigue aumentando a pesar de todo. Eso sí, por imperativos de espacio en la familia, ya no vive en un ático. Ninguna vida es perfecta.

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