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Agapito Maestre

A vueltas con la pandemia: Sin libertad

¡Quizá sea verdad que solo Dios puede salvarnos de este infierno político! Mientras tanto, sigamos molestando a los poderosos.

¡Quizá sea verdad que solo Dios puede salvarnos de este infierno político! Mientras tanto, sigamos molestando a los poderosos.
Pedro Sánchez junto a Pablo Iglesias | EFE

Domingo, 19 de abril de 2020. Escribo con la máxima arbitrariedad. Soy un tipo desbordado por la situación política y, además, estoy cabreado conmigo mismo. Nadie hace carrera de mí. Me gustaría controlarme, pero prefiero desahogarme emborronando papeles. Son las siete de la mañana del enésimo día de internamiento forzoso por el virus CV-19, seguramente, salido de un laboratorio de los comunistas chinos. Me mandan por la Internet un diálogo sobre la libertad entre Gabriel Albiac, gran amigo y compañero de tertulias, y el señor Gomá, director de la Fundación Juan March. Lo leo por encima y no saco nada en claro. Me faltan entendederas a estas horas del día para sus elucubraciones. Quizá tengan razón cuando hablan de la libertad como un valor, pero yo creo que es un hecho, o sea, o somos libres o no lo somos. Y sospecho que ahora ni somos libres ni tenemos agallas para quitarnos las argollas que nos ha puesto el gobierno social-comunista. ¡Libertad, sí, quiero más libertad! El deseo de ser libre es siempre más importante que la libertad. El hombre libre trae libertad, mientras que el esclavo genera esclavitud.

Se nos va la fuerza por la boca, ridícula cólera del español sentado, y nos preparamos para tragar con la dictadura que se nos viene encima. No será, como quieren los comunistas, un régimen a lo cubano, sino que será algo más vulgar e indignante. Nos prepararon bien los hijos de los franquistas para el inmediato futuro. Seremos, otra vez, lo que fuimos a partir de los sesenta del siglo pasado, el país de las tres "s": "sea, sun and sex". Todo será como el Torremolinos de los sesenta para el siglo XXI, sí, para que la chusma extranjera se desfogue durante una semana de vacaciones. España se prepara para ser lo que no hemos dejado de ser: un país sin coraje intelectual, sin inteligencia científica y domesticado por unas ridículas "elites" culturales, ni siquiera me atrevo a llamarlas académicas, que tienen como modelo la exhausta basura periodística de los suplementos literarios. Son como un lapo verde pegado al trasero de cualquier preboste de una Delegación del Gobierno.

Repaso mecánicamente los periódicos del domingo y ni siquiera consigo indignarme. Nada nuevo hallo en los de hoy. El estilo está podrido; el pensamiento, vacío; el periodismo, muerto. Los viejos ministros de la UCD lanzan grititos por un pacto entre el PSOE y el PP. Abundan los aduladores del Gobierno o los que no quieren pasarse en la crítica…, por si acaso. El miedo está por todas partes. Se palpa el pánico. Los llamados creadores de opinión son repetitivos, o peor, están asustados por Iglesias. Todos dicen sin predecir. Domina la nadería y sobresale por su estulticia y vacuidad el hispano-peruano Mario Vargas-Llosa; éste ocupa una página del diario, que oculta los crímenes de guante blanco de Sánchez-Iglesias, para intervenir en un falso debate impuesto por el Diktat de lo políticamente correcto. ¡Discutir a estas alturas la prosa de Galdós es peor que ridículo! Patético.

Aquí y ahora me parece que estamos todos tan asustados por Sánchez-Iglesias que preferimos hacer discursitos sobre lo que ellos quieren. Hay que decir imbecilidades: que si esto es la Tercera Guerra Mundial, que vivimos instalados en una pandemia universal sin soluciones locales, que pensemos el futuro a partir del CV-19, que después del caos sanitario vendrá la solución económica y social, que la humanidad será mejor cuando nos saquen a la calle como a los toros enchiquerados, que los editores jamás pagarán a los autores, que los de la ceja seguirán succionando la ubre del gobierno, que todos tenemos que arrimar el hombro, que si tal y que si cual… Pero lo cierto es que el ovejuno pueblo español tragará con todo lo que le echen. Sus famosas "elites" jurídicas, científicas, periodísticas, culturales, económicas, eclesiásticas, académicas, estéticas y, en fin, todos aquellos dirigentes de los más diferentes ámbitos sociales se plegarán a lo que diga el omnímodo poder del Gobierno.

La cobardía, el miedo y el canguelo de nuestras "elites" al poderoso montaje político-administrativo nos esclavizará aún más que el gobierno social-comunista. Nunca nuestras "elites" se atreverán a proponer que la sociedad civil pudiera funcionar al margen de los socialistas-comunistas. ¡Quia! Todo será igual a todo. La multiplicidad animal volverá a sobreponerse a la pluralidad humana. Borrarán cualquier rastro de heterogeneidad entre los humanos. Todos seremos iguales. La persona no existe sino en el colectivo, dicen los más letrados… Esa gentuza, que ocupa los puestos directivos de las instituciones culturales y universitarias, será la primera en aceptar, promover e imponer todo lo que proceda del poder del Gobierno socialista-comunista. Es su forma de utilizar privadamente aquello que es público. La identificación del personal de la cultura y la ciencia con el gobierno es más profunda y perversa de lo que suponen los defensores de la democracia. Es fácil, pues, prever cuál será el triste destino de nuestro sistema democrático.

Mientras tanto, mientras se instala definitivamente un "Estado Gamberro" en el Sur de Europa, ya hemos mostrado el camino para que nos traten como lo que somos. Ostentamos todos los récords de perfidia: el peor gobierno del mundo para planificar algo con decencia, la mayor tasa de muertos por el CV-19 del planeta, incapacidad absoluta de nuestros dirigentes políticos para adoptar medidas comunes, casi todos los medios de comunicación al servicio de Iglesias-Sánchez, una Oposición política sin brillo y, sobre todo, sin tono político… y así suma y sigue. La ira, la rabia y el odio instalados por la casta política en toda España acabarán transformados en más pobreza, más miseria y una cólera infinita de Sánchez-Iglesias contra lo poco que queda de Nación.

¿Quién sobrevivirá a esta "epidemia" política? ¡Vaya usted a saber! Sospecho que los ricos y los de la pasta ya han puesto pies en polvorosa. Quizá sobrevivirán los íntegros de espíritu, o sea, un par de liberales, otro par de libertarios y quizá, como han demostrado a lo largo de la historia, cuatro cristianos. Por cierto, uno de estos últimos, gran filósofo español y buen amigo, me manda un texto para aclararme, o sea, para prescribirme por dónde tengo que ir durante este día de precepto. Ahí va el primer párrafo: "Desembarazarse de la responsabilidad para con el otro es un homicidio. La protesta que sale de los labios de Caín: '¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?', le denuncia ya como homicida. Aunque el otro en su desnudez y con toda su debilidad se me presenta tan vulnerable, yo no puedo destruirlo. ¿Qué me impide hacerlo, si él no opone resistencia alguna? Una resistencia ética: no matarás. Esta prohibición de matar muestra la fuerza de la Bondad del Infinito. Es la responsabilidad a una llamada la que me hace descubrir nuestra libertad en el no mataré. La libertad se descubre en la no-indiferencia por el otro, maestro exterior y principio de toda enseñanza, porque se revela a sí mismo habitado por un Infinito que le confiere su verdadera identidad de sujeto. Esta subjetividad, acusada por todos y responsable para con todos hasta la substitución de mi yo por el tú me convierte en rehén del otro".

¡La leche! Siempre me impresiona mi amigo Carlos Díaz. Lo envidio. Yo nunca alcanzaré su teológico saber. Soy demasiado mundano. Él es un teólogo grande, o sea, un filósofo genuino de la categoría más importante de la filosofía occidental: Dios. El texto pertenece a una obra titulada De otro modo que decepción del filósofo católico Jean Luc Marión. ¡Quizá sea verdad que solo Dios puede salvarnos de este infierno político! Mientras tanto, sigamos molestando a los poderosos.

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