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'Palabra de judío', choque de culturas en la Cataluña del siglo XIV

Martí Gironell publica la continuación de El puente de los judíos, una historia medieval que rinde tributo al poder de las palabras.

Hace 13 años se publicó El puente de los judíos, una historia medieval ambientada en Cataluña que alcanzó los 100.000 ejemplares vendidos. Su autor, el escritor Martí Gironell (Besalú, Gerona, 1971) acaba de publicar la segunda – y, en principio, última parte del relato-, Palabra de judío (Planeta), "una continuación natural que retoma la historia donde se quedó". "En este tiempo he escrito otras cosas y he estado documentándome, hablando con especialistas del siglo XIV y de la cultura hebrea, expertos en religión. No tenía ninguna prisa, quería cocinarla a fuego lento", asegura el escritor a Libertad Digital.

En esta nueva historia, el maestro de obras Pere Baró – un personaje real, muy reputado en su tiempo- recibe el encargo de la villa real de Besalú de reconstruir el puente que trescientos años antes había levantado el constructor Prim Llombard. "Yo soy hijo de Besalú, una localidad que tiene un puente románico como emblema. Me resulta una metáfora muy potente de cómo se pueden tender puentes entre dos culturas, dos religiones, dos formas de ver el mundo y de entender la vida. Hablamos del cristianismo y el judaísmo. Ambas religiones estaban condenadas a entenderse y el pueblo así lo hacía. Había mucha conexión entre la gente de ambas comunidades, eran las élites las que estaban más empeñadas en hacerlas discutir y luchar", sostiene.

Su protagonista es Yehoyakim Lombardo, conocido como Kim, un joven judío descendiente de la estirpe de constructores que deberá devolver su esplendor al puente e investigar las verdaderas causas que frenan su construcción y la prosperidad de su ciudad. "La imagen de la construcción de ese puente es muy potente porque por allí cruzaba información, ideas, dinero. No convenía a todo el mundo".

Está documentado el incremento de judíos en Cataluña después de la expulsión que ordenó el rey de Francia en sus territorios."La llegada de los judíos en el siglo XIV fue motivo de regocijo, aportaron luz a ámbitos muy distintos, desde la gastronomía a la astrología. Vinieron grandes eminencias de distintas disciplinas: científicos, astrónomos, filósofos, personas con ideas muy avanzadas que pudieron al servicio de una sociedad que les acogió. Entraron por el Pirineo hacia la Península Ibérica", detalla Gironell.

Los judíos levantaron suspicacias entre parte de la sociedad: "Hubo grandes médicos que pusieron su ciencia al servicio de reyes. Por eso estaban, en cierto modo, perseguidos. Parte de la comunidad cristiana no entendía por qué reyes cristianos les daban tanta coba a los judíos".

Herencia judía

Hay muchos detalles de nuestro quehacer diario –sostiene Gironell - que se lo debemos agradecer a los judíos, como el hecho de lavarnos las manos. "Ahora es básico y nace de un ritual judío con el que no solo se quitaban la suciedad física sino también la espiritual. Se tendría que hacer un poco más de pedagogía sobre lo que el mundo judío ha dejado en nuestra sociedad. Les debemos mucho de los que somos. Somos más judíos de lo que nos podemos imaginar".

Gironell ha tratado de destacar la importancia del libro y de la palabra en la cultura judía a través del descubrimiento que hace el protagonista del Libro de la Creación. "Las palabras antiguamente tenían un significado, una importancia, un poder, que con los años se ha ido desvirtuando en pos de otras herramientas. La intención de la novela, a partir del Libro de la Creación, es dar importancia a las palabras. Depende de cómo se pronuncien son armas arrojadizas que pueden crear grandes crisis y dan pie a guerras, batallas y luchas físicas. Quería darle ese giro a la historia, esa reflexión a partir del choque de culturas. Quería volver a poner las palabras en su sitio".

Friso de las costumbres del siglo XIV

Palabra de judío es un tapiz de las costumbres y la vida de la sociedad medieval en enclaves como Besalú, Gerona o Barcelona. La simbología de las distintas culturas salpican la historia, donde el agua ocupa un lugar prominente como elemento primario asociado a la desgracia por su fuerza devastadora pero medio de purificación y regeneración. En las tradiciones judías y cristianas, el agua simboliza el origen de vida.

Gironell se vale de dos jóvenes para abordar la compleja realidad del siglo XIV. "Hay una historia de amor entre un judío, Yehoyakim, que significa 'El que construirá' y Ester, una esclava cristiana basada en un personaje que existió, mujeres que trabajaban en el hospital de los pobres y luego para los judíos de Barcelona encendiendo el fuego del sábado. No en todos los sitios, judíos y cristianos vivieron de espaldas. En ciertos lugares tenían la suerte de que se daban enlaces mixtos. Se derribaron muros en barrios judíos y se integraron en la sociedad".

Asimismo, la novela contiene intrigas, deslealtades, conspiraciones y el propio viaje vital del protagonista. "Hay muchos elementos para que también el lector que no sea muy afín a la novela histórica acabe leyendo con placer un viaje de este tipo a una época en la que se han creado las ideas y actitudes que hoy en día estamos viviendo o padeciendo", defiende Gironell.

Martí Gironell. Palabra de judío. Planeta, 2020. 351 páginas. 20 euros.

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