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'Una pandemia de errores': Cronología de un desastre

El periodista Francisco Mercado desnuda la gestión del Gobierno durante la crisis de la covid-19 en su libro: Una pandemia de errores.

"Sí se podía saber". La respuesta del periodista Francisco Mercado a la pregunta obligada resume escuetamente una de las conclusiones principales de su último trabajo. En contraposición con el latiguillo que durante meses ha utilizado el Gobierno cada vez que ha tenido que hacer frente a las críticas, los datos estaban ahí. "Bastaba leer. La respuesta estaba en los informes que iba haciendo la OMS, en lo que iba radiando China, Japón, Corea, Tailandia. También Italia, en su momento. O incluso el Centro de Prevención de Enfermedades de la Unión Europea". Desde otro punto de vista, argumenta, sólo es necesario abstraerse un segundo y tratar de alejarse de cualquier tipo de consideración política o ideológica para que surjan preguntas desprejuiciadas. "A día de hoy tenemos diez veces más muertos por millón de habitantes que la India. ¿Tenemos realmente peor sanidad que la India o que Sierra Leona? ¿Qué ha hecho España para tener la peor sanidad del mundo?". Para responderse, Mercado comenzó a indagar, cotejando las diversas fuentes que ofrecía tanto la administración española como la internacional. El resultado de ese trabajo es un libro titulado Una pandemia de errores (Deusto), "crónica de las mentiras, manipulaciones, imprudencias y negligencias que dejan más de 44.000 muertos y un país dividido".

Yendo por puntos, el primer error que denuncia Mercado sucedió en enero y fue no prestarle la atención suficiente a ese virus que había surgido en una ciudad de China y que en pocas semanas había obligado a sitiar poblaciones enteras. "En ciertas fases de la epidemia, el Gobierno ha sido casi negacionista", comenta en una charla con este periódico. El libro recuerda cómo, avanzado febrero, cuando ya era evidente que el virus había atravesado el bloqueo chino y se había expandido a distintos continentes, las autoridades españolas seguían dudando de que existiese contagio entre personas. "Es una falta de conocimiento que no se explica a esas alturas". Para entonces los países asiáticos ya controlaban la temperatura a los viajeros en los aeropuertos. "España no empezó a hacerlo hasta varios meses después". "Desde enero, todas las medidas y advertencias que fue promulgando la OMS fueron ignoradas por el Gobierno". "No se realizó un cribado exhaustivo de los viajeros procedentes de lugares de riesgo, no se utilizaron termómetros en la frontera, no se estableció un plan de rastreo de contactos ni de confinamiento obligado para los posibles positivos que pudiesen ir surgiendo". Para Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, España sólo iba a sufrir "un caso o dos", nada por lo que hubiese que alarmarse. La parálisis en la previsión y organización de una respuesta ante una crisis sanitaria perfectamente previsible quedó patente enseguida, "y pese a todo, a finales de febrero, aún con el Gobierno habiéndose tomado un mes de ‘vacaciones’, España sólo registraba una treintena de casos. Había tiempo de hacer las cosas bien. Había tiempo de iniciar un rastreo eficaz. Lo que se hizo, sin embargo, fue limitarse a decirle a los enfermos leves que se quedasen en sus casas".

Para Mercado, la excusa de la ignorancia ante una amenaza completamente nueva no se sostiene si se atiende a las propias maniobras que se fueron realizando durante los primeros compases del año. "En el Gobierno han pecado de doble lenguaje. El 20 de febrero, cuando decían con optimismo que como mucho habría un par de casos y que España estaba salvaguardada por un sistema sanitario que entonces calificaban de robusto, se estaba elaborando al mismo tiempo un manual para el manejo de cadáveres del coronavirus". Los ejemplos se solapan. "Pese a que existían una serie de protocolos supuestamente fiables, esos mismos protocolos reconocían que faltaba material sanitario; aún sosteniendo que el impacto no iba a notarse demasiado, se comenzó a hablar de posibles colapsos hospitalarios y se puso sobre la mesa la necesidad de los triajes. Pero ni siquiera entonces se vio necesaria la compra de material". "Alemania inició las suyas a principios de enero. España las retrasó hasta el 20 de marzo, en un momento en el que el mercado ya estaba colapsado y lleno de mafiosos que vendían desechos a un precio tres veces superior". Aún con todo, el mensaje que se vendía era optimista. "No importa que fuese para salvar la economía o para no tener que cancelar manifestaciones. Fue un problema de irresponsabilidad. Manejaron mal la información que sí tenían". "A finales de febrero, el 80% de los positivos en España eran importados. No se llevaron a cabo rastreos exhautivos ni confinamientos prudenciales para los pacientes con síntomas leves. Tampoco se cerró la conexión aérea con una Italia confinada, ni se les tomó la temperatura a los pasajeros de esos vuelos".

El baile de datos

Otra de las grandes controversias de aquellos meses estuvo centrada en la manera de informar sobre la crisis adoptada por el Gobierno. "Han tratado a la prensa de una manera que no es digna de un país democrático". Seleccionaron las preguntas, primero; no aceptaron repreguntas, después; y mantuvieron con los periodistas una relación más parecida a la de cualquier conferencia irrelevante que a la de una rueda de prensa destinada a garantizar el derecho a la información de los ciudadanos durante la mayor crisis que se recuerda. "Por otro lado, el Gobierno se centró en perseguir los bulos, pero sólo los que perjudicaban su imagen, no los que eran peligrosos para la sociedad", recuerda Mercado. "No se hizo nada contra aquellos que difundían que 'el virus no iba a llegar', por ejemplo, o que 'distinguía entre clases', o que 'los empresarios se estaban forrando gracias a él'". "Bulos hubo tanto desde la izquierda como desde la derecha, pero el Gobierno sólo se preocupó por unos concretos, no por todos".

Aunque "más grave fue el trato a los ciudadanos". En abril, de pronto, desaparecieron de las estadísticas miles de positivos detectados por test rápidos. El Gobierno había cambiado sus criterios, pese a que eran los que funcionaban en el resto de países. "Lo hicieron de una forma tan burda que la OMS se mosqueó y dejó de tratar los datos españoles por falta de confianza". El número real de infectados a día de hoy sigue sin estar claro, lo que hace que cualquier otra estadística derivada se vea sustancialmente contaminada. "¿Por qué España tiene una tasa de mortalidad tan exagerada? Se trata de un dato poco fiable porque no sabemos exactamente cuántos contagiados tenemos". De hecho, ni siquiera el número de fallecidos es exacto. "En mayo se decía que había 28.000, pero el MoMo señalaba un incremento con respecto al año anterior de 44.000. ¿Cómo es posible un desajuste de 16.000 muertes? Se utilizó la excusa de causas ajenas al coronavirus, o de las patologías previas. ¿Pero qué anciano no tiene patologías previas? De 44.000 muertos, la mayoría pertenecían a la tercera edad. ¿Por qué el Gobierno no dio los datos de fallecidos en residencias, pese a que los poseía? ¿Dónde estaba la transparencia? No hemos tenido información real porque admitir las cifras reales habría sido reconocer el fracaso de la gestión de un Gobierno que decía que el virus no iba a llegar", sentencia.

La carrera del 8-M

Uno de los ejes centrales sobre los que gira el libro tiene que ver con una fecha en concreto: el domingo de las manifestaciones del 8 de Marzo. Mercado analiza el famoso informe de la Guardia Civil que investigó el asunto y rechaza muchos de los argumentos que se utilizaron entonces para desacreditarlo. "Hay una cosa curiosa. De pronto, a partir del 8 de marzo, comienzan a desconvocarse manifestaciones. La cosa es que, como no podían prohibirse, la Delegación de Gobierno encontró una solución intermedia. Se dedicó a llamar a los distintos organizadores para hacerles saber que la situación era delicada. Naturalmente, si la Delegación de Gobierno te llama en esos términos tú desconvocas tu manifestación. Así hicieron todos. Lo curioso es que de esas llamadas no dejaron constancia escrita, ni emplearon ninguna fórmula legal para hacerlo. No se tiene constancia, por tanto, de que lo hiciesen con los organizadores de las manifestaciones feministas". También se pregunta otra cosa: ¿Si pudieron hacerlo desde el 9 de marzo, por qué no lo hicieron con las del 8? "Ahí te salen con la respuesta peregrina de que esas ya habían sido autorizadas por el anterior delegado. Lo que no se entiende es que la Delegación actual no pusiese pegas a que los partidos del Gobierno promoviesen las manifestaciones feministas, cuando el delegado que trató de evitar actos posteriores, José Manuel Franco, pertenece al PSOE".

Por aquellas fechas, además, se desaconsejaron "de manera furibunda" una serie de encuentros de la Iglesia Evangélica. "Se les hizo saber que que Sanidad desaconseje la realización de un acto es tanto como un imperativo para su cancelación". Esa manera de proceder se basó en una nota firmada por la directora de Salud Pública, Pilar Aparicio, que decía que "todo evento multitudinario de cualquier tipo con alta presencia de personas de las zonas del mundo en las que hay transmisión" era "considerado de riesgo". Desde el Gobierno y diversos medios se criticó que la Guardia Civil utilizase esa nota en su investigación sobre las manifestaciones del 8-M porque no recogió la parte de la frase que hacía hincapié en el requisito de que hubiese personas de países con transmisión para que el evento fuese considerado de riesgo. El argumento era que en las manifestaciones feministas los asistentes eran mayoritariamente nacionales, pero Mercado observa una paradoja en todo el asunto. "En ese momento España ya tenía transmisión local. El truco era hacer creer que el riesgo venía de concentraciones con gente venida de China, o Corea, pero es que ese fin de semana en España ya había 489 positivos y 17 muertos". Además, también señala que "ni Sanidad se puso en contacto con Delegación de Gobierno en ningún momento ni Delegación preguntó a Sanidad si era pertinente seguir adelante con los preparativos. Son cosas que han llamado la atención al juez, pero no es delito no preguntar. Sí que lo sería que constara por escrito que Sanidad desaconsejó su celebración y no se la hizo caso".

Acerca de la repercusión directa que tuvieron dichas manifestaciones en la curva de contagio, Mercado publica "un informe que no había visto la luz hasta la fecha, del Centro Nacional de Criminología, que recogió la evolución del ratio de contagio". En febrero estaba bajando. "A principios de marzo se estimaba que cada enfermo contagiaba a una media de dos personas. El 10 de marzo estábamos en un ratio de 4,5 otra vez". Además, "una semana después, los casos habían subido un 1.200%". En aquel fin de semana las manifestaciones feministas no fueron el único acto masivo en la capital. También tuvieron lugar un partido del Atlético de Madrid y un mitin de Vox, entre otras cosas. "Naturalmente, no toda la subida en el número de casos se debió a las manifestaciones feministas. Pero desde luego tuvieron que ver, tanto por el número de personas que congregaron en la calle como por el número de personas que congregaron en el Metro de la ciudad". Para Mercado no hay duda en la repercusión directa que tuvo el retraso en la toma de decisiones hasta el 9 de marzo y que se tradujo en un incremento llamativo de positivos por coronavirus. "No se puede ser tan cínico frente a las estadísticas. Hay constancia empírica".

El caos en las residencias

"La primera cuestión que hay que tener en cuenta para entender lo que ha sucedido en las residencias es que el Gobierno tuvo mucho interés desde el principio en no coger esas competencias", explica Mercado. Desde muy pronto esas responsabilidades recayeron sobre las autonomías, pero Moncloa aún tenía la obligación de velar por el buen funcionamiento de esos centros. "Estaba decretado que cualquier anomalía debía ser informada a la Delegación de Gobierno, pero no consta que hayan existido demasiadas inspecciones en ninguna Comunidad Autónoma". Mercado se hace más preguntas. "¿Tenían las autonomías capacidad para llevar a cabo esas inspecciones, o estaban saturadas con la mera respuesta sanitaria?". Los propios protocolos elaborados por el Gobierno dejaban a los ancianos desprotegidos. "Se estipulaba que los enfermos de coronavirus debían permanecer en habitaciones bien ventiladas, pero se abría la opción a que lo hiciesen en habitaciones compartidas por la falta de espacio. ¿De verdad creían que no iba a haber contagios de esa manera?". Como añadidura, "además de no abastecer a las autonomías con material sanitario, Moncloa aconsejó el uso de sustitutivos ineficaces como mascarillas reutilizadas o guantes de cocina". El mensaje que recibían las residencias era que se apañasen con lo que tuviesen. "Con esas condiciones, bastaba que un único trabajador llevase el virus de fuera para que el contagio se extendiese entre los residentes sin capacidad de reacción".

Otra cuestión controvertida fueron los triajes. "A Madrid la han acusado de exterminar a los ancianos, pero resulta que el primero en dictaminar los triajes fue el propio Gobierno". Además, "esos mismos protocolos utilizados en Madrid fueron iguales en todas las comunidades autónomas". En opinión de Mercado, el problema estuvo en que Moncloa nunca quiso saber el verdadero estado de las residencias a través de inspecciones y, por tanto, tampoco llevó a cabo medidas para revertir el colapso. "Evidentemente, las competencias eran de las autonomías, pero el Gobierno seguía siendo el máximo responsable y no se preocupó en ningún momento por la evolución de esos centros en ninguna comunidad. Buena parte del fracaso de las residencias, de hecho, se debió a la falta de material homologado, algo que sólo es achacable a la falta de previsión inicial del Ejecutivo".

Los últimos de la cola

Más allá de todo lo expuesto hasta el momento, Mercado también compara las medidas tomadas por España con las de otros países para buscar diferencias significativas. "Alemania es mucho más rica que nosotros. Eso es relevante. Pero también ha demostrado una reacción mucho más rápida e inteligente". "En abril destinó 20.000 soldados a hacer de rastreadores. España sólo a 2.000, a partir de octubre. También ha hecho muchos más test". Consiguieron radiografiar de forma mucho más eficaz la realidad del virus dentro de sus fronteras y, por tanto, las medidas que tomaron posteriormente no necesitaron ser tan severas. "A Grecia, país más pobre que nosotros, le han sobrado camas UCI. Desde el primer momento organizaron confinamientos y cerraron los aeropuertos al turismo extranjero; se prohibieron actos masivos; se decretaron cuarentenas obligatorias para todos los griegos que llegasen de sitios sospechosos; y un largo etcétera". España, todavía con datos poco fiables, sigue entre los primeros países del mundo en número de contagios y de muertes. "A lo mejor lo que nos diferencia de otros países mucho menos desarrollados de todo el globo es que ellos han hecho cosas de forma un poco más sensata que nosotros. A lo mejor simplemente el uso de mascarillas desde el comienzo ha marcado una diferencia significativa en cifras. No se puede saber con exactitud. Lo que se sabe es que al principio aquí hasta se desaconsejaba el uso de la mascarilla, cuando la OMS siempre las recomendó". Esa última afirmación ha sido cuestionada por diferentes medios de comunicación, pero Mercado no se retracta. "La OMS no puso pegas nunca. Dijo que no eran suficientes o imprescindibles, pero sí recomendables. Desde enero machacaron con eso. Antes ya las recomendaba para la gripe, ¿cómo no las iba a recomendar también para el coronavirus?".

Sea como fuere la situación, en la actualidad, dista mucho de ser ideal. La segunda ola nos ha señalado nuevamente como uno de los países que peor han gestionado la crisis. "Y lo primero que se ha dejado de hacer entre la primera y la segunda ola es cumplir las normas de la UE para desconfinar", añade Mercado. "La UE exigía que España tuviera el sistema sanitario recuperado antes del desconfinamiento total. Porque iban a venir dos olas y se sabía". Los pronósticos se han cumplido más rápido de lo esperado, sin embargo. "¿Y qué ha hecho España en ese lapso? ¿Ha creado decenas de miles de UCIS para hacer frente a posibles rebrotes? ¿Ha contratado muchos más médicos, no solamente en Madrid, sino en cualquier autonomía? No". Mercado cuestiona a quienes ahora le echan toda la culpa a las autonomías. "El que gobernaba la gestión de la pandemia a nivel nacional, incluso antes del mando único, era Illa. El Ministerio de Sanidad estipulaba las pautas que debían seguirse". Para el periodista, lo que ha fallado es "que el Gobierno central no ha sabido restablecer completamente el sistema sanitario con inyecciones económicas poderosas". Desde luego, "también ha faltado una buena gestión autonómica posterior. Tampoco se han hecho rastreos de contactos de nuevos positivos a ningún nivel. Eso ha provocado que se quede bajo la alfombra una tasa de infección brutal. Pero lo llamativo es que todo lo que no se hizo durante meses, antes incluso del estado de alarma, es lo que el Gobierno de Sánchez le exige a algunas autonomías de repente".

Otra cosa que llama la atención de Mercado es el repentino cambio de criterio en la exigencia de responsabilidades. "Al principio, cuando alguien osaba criticar la gestión o buscar comparaciones con otros países, se le acusaba de antipatriota y se decía que lo que tocaba era remar unidos. Ahora, sin embargo, parece que esa regla ya no vale y que se pueden señalar culpables con nombre y apellidos y comparar comunidades autónomas". Se trata de algo que ni siquiera tiene sentido, en su opinión, porque valorar la gestión de las autonomías se vuelve una tarea imposible si no se sabe hasta qué punto la herencia que han tenido de la gestión anterior del Gobierno las ha dejado sin capacidad de reacción. "La cosa sería distinta si Moncloa se hubiera volcado con todas ellas. Si les hubiera proporcionado todo lo indispensable para que hicieran frente al virus. Entonces sí que después tendría derecho a discernir quién lo ha hecho mejor y quién lo ha hecho peor. Ahora, sin embargo, acusa a las autonomías de falsear datos, cuando ellos llevan haciéndolo desde abril como mínimo. No tiene ningún sentido". Su consternación se resume fácilmente. "¿Es Madrid la única responsable de que España sea de los peores países del mundo en la gestión del coronavirus? Y si el problema es de toda España, ¿la cosa no dependerá entonces de la herencia que le ha dejado el Gobierno a las autonomías?".

La semana pasada se decretó el estado de alarma en Madrid y ahora es Navarra la que se encuentra más cerca de cumplir los requisitos para la intervención. Esta semana, Díaz Ayuso pidió que se levantaran las restricciones sobre la capital porque la tasa de infectados había bajado de los 500 cada 100.000 habitantes. Ayer mismo, Martínez Almeida criticó que no se estén siguiendo los mismos requisitos para todas las comunidades autónomas. La situación evidencia una clara batalla política antes que sanitaria. "Por momentos ha dado la sensación de que existe un cierto teatro. Por un lado el Gobierno desea que a las autonomías les vaya mal para hacer ver como que tampoco han sabido hacerlo mejor que el mando único; y por otro, las autonomías parecen desear ser confinadas, pero no lo pueden reconocer en público. Es todo muy paradójico". Su crítica, en todo caso, recae exclusivamente en Moncloa. "Desde el principio de la pandemia aquí no se hicieron test a los viajeros, ni se les tomó la temperatura. No se hizo nada. Cuando no se hace nada, la ola te come, y cuando ya está toda la población sumergida, ¿qué medida cabe?, ¿el confinamiento de toda la población de forma indefinida?". Mercado sólo ve una solución viable y eficaz, aunque costosa. "Habría que hacerle test a toda la población. No es inasequible a nivel monetario. ¿Cuánto dinero costaría? ¿No estamos dispuestos a gastarlo? El problema no es ese. El problema es que queramos saber realmente cuántos infectados hay. Si lo hiciéramos, posiblemente saldría una cifra brutal de gente que tendría que confinarse. Pero es que esas son las únicas cuarentenas efectivas. Ese sería el confinamiento debido. Irnos de vacaciones sin saber quién está enfermo y volver de vacaciones sin saber cuántos se han infectado durante dos meses no parece mejor". Para terminar, sentencia: "La economía es importante, qué duda cabe. Pero si no tomamos las medidas adecuadas, por muy drásticas que parezcan al principio, nos veremos obligados a seguir confinando intermitentemente a la población, y la economía se derrumbará igual. Lo único importante, en realidad, es saber a ciencia cierta quién está enfermo y rastrear a todos sus contactos".

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