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Pedro de Tena

La lección de los Fossores: enterrar a los muertos es una obra de misericordia

Desarrollaban su trabajo en los cementerios inhumando físicamente a los muertos y viviendo y muriendo en los entonces llamados camposantos.

Desarrollaban su trabajo en los cementerios inhumando físicamente a los muertos y viviendo y muriendo en los entonces llamados camposantos.
Fossores de Guadix | Archivo

Las obras de misericordia de la Iglesia Católica, y cristiana en general, son una obra maestra moral de la civilización occidental, con elementos comunes en todas las civilizaciones, y anticipan todo lo que después se ha cobijado bajo el manto de una palabra poco adecuada: solidaridad, cuyos contenidos muchos creen que se ha inventado hace poco o, incluso, fíjense el dislate, que han sido proyectos de algunas ONG.

Solidaridad es una palabra muy frecuente en las izquierdas políticas y sindicales del mundo y, por contagio, ya en todas las corrientes políticas. Incluso un sindicato católico polaco de extraordinaria historia y ejemplaridad llevó ese nombre. Pero, en demasiadas ocasiones, el concepto elude las dimensiones de reciprocidad y temporalidad que incluye originalmente.

La solidaridad de ida y vuelta, recibir para devolver, se ha visto reemplazada por una simple beneficencia según la cual uno es "solidario" con alguien, pero no espera de éste la misma correspondencia. Eso deja en menos del "solidario" - persona, organización, Estado -, el poder de ejercerla y no exige a quien la recibe en un momento determinado el deber de practicarla y recuperar su papel de Igual en la comunidad. En realidad, somos "socios solidarios" de nuestra nación y ella se debe a nosotros como nosotros a ella. 

Las obras de misericordia, todas ellas solidarias para todos por igual porque son necesarias para la cohesión social que es interés común básico, son pocas: 14 en total, siete corporales y siete espirituales, pero resumen de forma esencial en qué consiste la convivencia social duradera. No me resisto a reproducir su versión del catecismo del padre Ripalda ante la sospecha de que nuestros jóvenes no tienen ni idea acerca de su existencia y su naturaleza. Son, desde hace siglos, las siguientes:

Corporales

Visitar a los enfermos
Dar de comer al hambriento
Dar de beber al sediento
Vestir al desnudo
Hospedar al peregrino
Redimir al cautivo
Enterrar a los muertos

Espirituales

Enseñar al que no sabe
Dar bien consejo al que lo necesita
Corregir al que vive en el error (o al que yerra)
Perdonar las injurias
Consolar al triste
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Orar a Dios por los vivos y los muertos

Próximos al Dia de Difuntos de 2019, vimos la sobreexcitación que produjo la exhumación de un muerto con todos los fragores de la propaganda. Famosa fue la frase del pobre Fígaro ese mismo día de 1836 que dijo leer en la tumba de los Ministerios de España: "Aquí yace media España. Murió de la otra media". Seguimos en ello, pero ahora se ha querido representar ante media España que, exhumando a Franco, se vence a la otra media. La reconciliación de 1978 y su Constitución democrática parecen difuminarse.

Hay algunos que se tomaron en serio la obra de misericordia de enterrar, no desenterrar, a los muertos, a todos ellos sin distinción, y rezar por los vivos y los difuntos. No, no se trata de ninguna organización política ni social ni cultural, sino de una congregación religiosa considerada "Pía Unión de Hermanos Fossores de la Misericordia", un grado de organización religiosa contemplativa-activa que les fue concedido en 1958.

Hermanos Fossores

Circulaba por Jerez de la Frontera, donde nací en 1951, la leyenda de que los Hermanos Fossores, que tuvieron presencia en el Cementerio local de La Merced desde 1959 llegando a ser sede de la Curia Generalicia de la Pía Unión, eran personas que habían estado, de un modo u otro, ligados a los caídos de la Guerra Civil. O que sus fundadores sí lo estuvieron, como se extendía en la leyenda urbana hasta la Hermandad de Penitencia del Amor y Sacrificio.

Según contó Leonor de la Calle, era cierto que la hermandad jerezana fue fundada en 1941 "en memoria y sufragio de los caídos en la Guerra Civil y el amparo de sus familias, pues el conflicto obligó a paralizar la constitución de la cofradía y causó muchas bajas entre los interesados en congregarse". Y cierto era que desde el principio estuvo relacionada con la orden jesuíta.

Pero que los Hermanos Fossores tuvieran un origen similar no parece ajustado a la verdad. En la escasa documentación disponible sólo se mencionan dos elementos genuinos de su fundación: el libro de Tobías, 1, 16-18 (donde se habla de enterrar a los cadáveres judíos arrojados fuera de la ciudad de Nínive y a los asesinados por el rey Senaquerib) y la costumbre "fossora" (del latín fossor, excavador de fosos y fosas) de la Iglesia cristiana primitiva en tiempos de las catacumbas.

Así pues se llamaron fossores "por saberse herederos de los que llevaban ese nombre en la primitiva Iglesia…y a ejemplo de Tobías y de la primitiva comunidad eclesial, que en las persecuciones recogían los restos de sus mártires y los enterraban y custodiaban en las catacumbas, los fossores, viviendo en fraternidad en los mismos cementerios, en su lugar de trabajo y de santificación, proclaman la creencia del dogma de la vida eterna, del paso de la vida terrena a la fe, la esperanza y la certeza en la Resurrección".

En realidad, los Hermanos Fossores de la Misericordia han sido una congregación religiosa muy singularmente española fundada en Guadix en 1952. En el Diccionario biográfico de la Real Academia Española de la Historia puede leerse que el granadino nacido hace 100 años en La Zubia, Francisco Victoriano Linares Garzónera un ermitaño residente en la serranía de Córdoba especialmente encargado del cementerio de las 13 ermitas de Córdoba.

Con el nombre de José María de Jesús Crucificado y en compañía de otro eremita, fray Bernardo de la Cruz, que volvió después a la vida solitaria, fundó la Congregación de los Hermanos Fossores de la Misericordia el 11 de febrero de 1953, con la aprobación del obispo de Guadix, Rafael Álvarez Lara, que les encomendó el cuidado del cementerio local desde una casilla acondicionada modestamente para estos fines.

La idea inicial se cree que fue inspiración del Desierto de Nuestra Señora de Belén de la Sierra cordobesa, donde eran miembros de la Congregación de Ermitaños de San Pablo y San Antonio. Se cuenta que un día de primavera de 1952 llegó allí un sacerdote de la diócesis de Guadix, Manuel Gallardo Capel, cura párroco de Cúllar-Baza, al que Fray José María (entonces llamado Fray Hilarión de la Sagrada Familia) le comunicó su proyecto. De ahí nació todo. 

Relación con la misericordia

Su relación con las obras de misericordia era directa, sobre todo, naturalmente, con las de enterrar a los muertos y rezar por vivos y muertos. Por ello, desarrollaban su trabajo en los cementerios inhumando físicamente a los muertos y viviendo y muriendo en los entonces llamados camposantos. Su tarea era dignificar los lugares sagrados para muchos ciudadanos sin que ello fuera obstáculo para firmar convenios municipales con los Ayuntamientos de las localidades donde estaban presentes para ocuparse legal y laboralmente de su tarea.

Durante dos décadas su prestigio creció tanto que se extendieron a diversas localidades españolas si bien nunca fueron muchas debido a la dureza de su dedicación. A Jerez de la Frontera (Cádiz) llegaron solicitados por el Ayuntamiento en 1959); a Huelva en 1962; a Vitoria, en 1963, a Pamplona en 1965 a Logroño en 1966 y a Felanitx (Islas Baleares) en 1969. Hasta ocho cementerios llegaron a cuidar y a conservar.

Hoy sólo quedan Hermanos Fossores, muy pocos, en los cementerios de Logroño y Guadix. Las nuevas tecnologías incineradoras y la escasez de vocaciones religiosas para una tarea tan oscura, desagradecida e incluso, para muchos, macabra, ha hecho retroceder a esta "Pía Unión" que se encuentra hoy al borde de la extinción.

Cementerio de Guadix | Flickr/CC/PhotoLanda


De hecho, el 25 de febrero de 1993, hace ya 26 años y, tras 34 presentes en la ciudad de Jerez, los dos Hermanos Fossores que quedaban, Fray Hermenegildo y Fray Tobías, se fueron de su humilde recinto, tras una misa oficiada por el obispo Bellido en la capilla del cementerio de la Merced porque no quisieron participar en acto oficial alguno, según cuenta el jerezano Eduardo Velo García.

Este pasado 11 de febrero de 2019, se cumplieron 66 años de su fundación en Guadix. Poco antes, el 3 de enero de este mismo año, moría su fundador, fray José María. Hasta el PSOE de Guadix (Granada) lamentaba públicamente su fallecimiento a los 91 años del fundador de los Fossores.  Fray José María, fundador de la orden Hermanos Fossores de la Misericordia en el cementerio de Guadix.

Extinción inminente

Los socialistas mostraron su pesar por la desaparición de esta "gran persona dedicada durante casi toda su vida a cuidar de los que ya no están con nosotros" y a "dejar buen testigo de la imprescindible labor que realizan los Hermanos Fossores en el cementerio, lugar donde siempre será recordado". Eso dijeron en su comunicado público.

Pero su destino parece la extinción inminente. Poco a poco han ido casi todas las ciudades cuyos cementerios cuidaron. En 2016, sólo quedaban nueve hermanos Fossores en Guadix y Logroño. En 2018, se ha contado que sólo quedaban 6, 3 en Logroño y 3 en Guadix. No sabemos cuántos ahora porque hemos intentado ponernos en contacto con su residencia en Guadix, pero no han respondido. No tememos que subsistan aún menos.

Tal vez se avengan con aquella afirmación de uno de sus últimos hermanos, Fray Hermenegildo, que dijo una vez que los enemigos del alma eran tres: mundo, demonio y carne. Pero que "los enemigos de los fossores son cuatro: mundo, demonio, carne y periodistas, aunque tengo muy buenos amigos".

Fray Tobías, con motivo de aquel día terrible de la partida de Jerez de la Frontera, una ciudad que los dio a conocer en toda España, publicó unos versos:

En el Camposanto  
como en su elemento
de noche y de día.
Con sol o lloviendo
están los fossores
en perenne asiento  
velando los sueños
de los que se fueron.
Por eso yo cambio
de Bécquer los versos
 pues no quedan solos
Dios mío, los muertos.

Cuando los Fossores se extingan – las últimas vocaciones han huido despavoridas de la dureza y la rutina de su dedicación -, será el momento de recuperar aquellos versos de Bécquer instalados para siempre en su rima LXXIII:

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza hacerlo,
¡a dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

Por añadir algo de nuestro gran poeta de los muertos, José Luis Hidalgo, recordemos:

Ahora que ya estoy solo puedo morir. Tú sabes
que a la muerte hay que ir sin que nadie nos llore,
ocultando las rosas del amor que encendimos
y el que sólo fue sombra que soñamos de noche...

Por repetir lo que merece ser recordado en estos momentos, traigamos a colación los versos que penden de los carteles del cementerio italiano de Campillo de Llerena (Badajoz), versos que sigue sin leer el PSOE de Pedro Sánchez:

Hay que escribir bien los nombres,
los de un lado y los del otro,
hay que decir que la sangre
fue derramada por todos
y todos eran iguales:
hombres, como sois vosotros,
hombres que sudaron pan
en estos campos de plomo
y hombres que se han sembrado
como simiente en el polvo.
Ya nada importa el color:
recemos todos por todo
.

Eso fue lo que siempre hicieron los Hermanos Fossores.

En Cultura

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