El reto de criar a un niño va más allá de procurarle amor, alimentos y un hogar seguro, dice Vanesa Lorenzo, modelo y pareja del exfutbolita Carlos Puyol, que descubrió, cuando sus hijas tenían cuatro y dos años, que "el asunto" se le iba de las manos. Surgieron celos, pataletas y situaciones que la desbordaban. Acudió a la disciplina positiva, una apuesta por "afrontar la educación de los hijos desde una perspectiva basada en el amor y el respeto mutuo". Junto a una psicóloga infantil y una profesora de yoga, vuelca todo lo aprendido en Crecer juntos (Planeta).
Lorenzo apuesta por una educación que rompe con el modelo que ha imperado hasta ahora porque considera que "nos enfrentamos a una sociedad muy distinta en la que vamos a necesitar que nuestros hijos tengan un pensamiento crítico". "Si un niño no tiene autoestima y no se ha sentido útil en su hogar, solo ha obedecido a lo que le han dicho, no podemos pretender que tenga un pensamiento crítico que tanto va a necesitar ante tanta información y nuevas tecnologías. Necesitamos que los niños sepan diferenciar y tengan criterio para que no se vean arrastrados por modas, por lo que hacen los demás y por la búsqueda del like. A mí me asusta muchísimo", explica a Libertad Digital.
"El conductismo es el método educativo más implantado en nuestra sociedad. Los padres son los que mandan y el niño obedece. En cambio, la disciplina positiva se basa en el respeto, el aliento y la conexión con el niño". Lorenzo insiste es que es un método "a largo plazo". "Estamos acostumbrados a una educación en la que se premia y se castiga, intentando rectificar el comportamiento de un niño en el momento sin tener en cuenta que ese comportamiento es la respuesta a una necesidad. Son efectivos a corto plazo, pero yo apuesto por una metodología a largo plazo", desgrana la modelo.
En la práctica, se trata de cambiar conceptos como obediencia absoluta por influencia, autoridad por liderazgo, críticas por empatía y premios y castigos por entrenamiento, confianza y motivación. "En este libro hemos intentado dar herramientas de la manera más sencilla y práctica posible, con ejemplos cotidianos. Como madre, me doy cuenta de que entiendes la teoría, sabes que tienes que hablar a tu hijo con respeto y que también necesita una disciplina para que sepa dónde están los límites, pero, en cuanto surge el conflicto, no sabes cómo manejar la situación".
Crecer juntos habla de rabietas, de conflictos con la comida o de faltas continuas de obediencia. "Entender el desarrollo neuronal por el que está pasando el niño es muy interesante y logra rebajar el enfado. Cuando entiendes qué puedes esperar de él, tu prisma es distinto, te acercas al conflicto desde otro ángulo. A veces les pedimos cosas a los niños para las que no están capacitados".
Pulso a los padres
Ante una rabieta, la calma de los padres puede saltar por los aires, pero, para Vanesa Lorenzo, es muy importante comprender que los niños no están echando un pulso: "En edades tempranas, los niños no tienen capacidad para retar a un adulto, su interés no es fastidiar. Cuando un niño tiene un mal comportamiento, hay una necesidad. El niño prefiere conseguir la atención del adulto a toda costa, aunque sea a través de un conflicto, a través de los gritos, prefiere eso a la indiferencia a nivel de psicología infantil".
Perder los nervios con los hijos suele generar mucha frustración y culpa. "Sentimos que no estamos a la altura", pero para la autora de Crecer juntos es importante descubrir que hasta un momento de nervios puede ser una oportunidad de aprender. "No hay por qué sentirse mal porque tu hijo te vea perder las formas, pueden entender que los padres también se equivocan. Lo importante es reconocerlo e intentar rectificar. Hay mucha tensión, si estás cansado tienes la mecha corta y cualquier cosa puede hacerte explotar. El niño entiende que el problema no es equivocarse, sino cómo se gestiona esa frustración y esa rabia".
Yoga, un aliado
"Este libro es muy honesto, estoy acompañada de dos profesionales con mucha experiencia, que combina dos filosofías que tienen mucha sintonía y se complementan", dice la autora, que encuentra en el yoga para niños a otro de los grandes aliados en la educación de sus hijas. Les proporciona "la valiosa herramienta de la respiración" y les enseña "a relacionarse con su cuerpo de una manera saludable, desde el amor y el respeto". Es una fórmula para aprendan a "gestionar mejor emociones como la rabia, la frustración, la ansiedad o la impaciencia".
Lorenzo diferencia dos bloques de edades, de 3 a 6 años y de 6 a 12. "En la edad preescolar, se acercan al yoga a través del juego, pero empiezan a entender cómo se respira y a movilizar el cuerpo. Juegan con las posturas y hay equilibrios muy interesantes para la psicomotricidad del niño". Los más mayores empiezan a estar preparados para llevar a cabo ejercicios más complicados y profundizar en la sincronización de la respiración con el movimiento y en la introspección.
Vanesa Lorenzo. Crecer juntos (Yoga y disciplina positiva para afrontar los retos de la educación). Planeta, 2020. 224 páginas. 20 euros.