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Roberto Muñoz Bolaños: "España es una democracia plena y da amparo incluso a los enemigos del sistema constitucional"

El historiador analiza el golpismo durante la Transición y la consolidación democrática en El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición.

Se cumplen 40 años del asalto al Palacio de las Cortes del teniente coronel Antonio Tejero durante la votación para la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. Cuatro décadas del "quietos todo el mundo" que ha opacado otros intentos de involucionar el proceso que se estaba consolidando. El historiador Roberto Muñoz Bolaños se aproxima al 23- F y a esos otros golpes de Estado menos conocidos, pero igualmente relevantes, como el Plan López Bravo, la Operación Galaxia, Operación Golpe de Timón o la Solución Armada y pone en valor la Transición y la actual democracia.

Muñoz retrata en El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición (Espasa) una década convulsa, de maquinaciones y alianzas en la sombra, que arrancan con la conspiración militar de comienzos de 1976, liderada por el general Fernando de Santiago cuando estaba en ciernes el proyecto de Arias Navarro y Manuel Fraga. La mayoría de las confabulaciones, sin embargo, se producen con Suárez en la presidencia del Gobierno, tras la legalización del Partido Comunista.

Roberto Muñoz Bolaños, doctor en Historia Contemporánea, disecciona el papel que adoptaron sectores de las Fuerzas Armadas y algunos núcleos políticos al objeto de instaurar una "democracia limitada". Su interés por este periodo clave de la historia de España comenzó de forma casual hace veinticinco años, cuando, tomándose una copa con el abogado de Tejero, el letrado le propuso consultar el sumario del 23-F, hasta ese momento secreto.

PREGUNTA. En este libro enumera una decena de operaciones civiles y militares a las que califica de "otros intentos de golpe de Estado". ¿La Transición corrió peligro?

RESPUESTA. Sí, hasta 1981. Corrió peligro el sistema político democrático tal y como está establecido en la Constitución de 1978. El objetivo de las operaciones más peligrosas que se desarrollaron durante este periodo tenían como objeto modificar, en sentido conservador, ese sistema. No corrió peligro el sistema democrático como tal porque era inviable, en la Europa de finales de los 70 y comienzos de los 80, un gobierno militar. Nuestros aliados occidentales no lo hubieran permitido.

P. Habla de una "Transición paralela" que pretendía instaurar una "democracia limitada".

R. El objetivo de los planificadores de la Transición paralela, desde la legalización del Partido Comunista, es, sobre todo, limitar el proceso de cambio de las instituciones franquistas al ámbito político sin afectar a las estructuras socioeconómicas. También limitar el desarrollo del sistema autonómico porque entendían que perjudicaba el propio desarrollo económico-social, creaba inestabilidad política y era un factor de tensión con las Fuerzas Armadas.

P. Se cumplen cuarenta años del 23-F. ¿Por qué sostiene que no fue una operación militar?

R. Todo golpe de Estado es una operación militar, eso es indudable, porque sin el uso de la fuerza no se puede dar. Sin embargo, el proyecto político que había detrás del 23-F no era militar sino político-civil. El Gobierno de Armada estaba integrado por civiles y solo había tres militares: el propio Armada, el general Saavedra Palmeiro como ministro del Interior, y el general Sáenz de Santa María como ministro para las regiones. El resto son miembros de partidos políticos o personas vinculadas con el proceso de Transición paralela.

P. ¿Y las otras operaciones militares que se idearon de forma paralela al 23-F?

R. Esas sí que buscaban un Gobierno controlado por los militares, esa es la gran diferencia con la Solución Armada cuya variante constitucional fue la que se puso en marcha el 23-F.

P. ¿En qué consistía la Solución Armada?

R. Consistía en llevar al general Armada a la presidencia del Gobierno a la cabeza de un ejecutivo de concentración nacional, integrado por miembros de todos los partidos políticos de carácter nacional del arco parlamentario. Una vez en el poder, y durante un periodo de no más de dos años, debería desarrollar cuatro objetivos: armonizar el proceso autonómico, combatir con eficacia el terrorismo, relanzar la economía española basculando la legislación en favor de los empresarios y llevar a cabo una reforma constitucional que afectaría principalmente al título séptimo y octavo.

P . ¿Tejero fue solo un peón de la operación que se puso en marcha el 23-F?

R. Tejero es el detonante de una operación cuyo objetivo único era llevar a Armada a la presidencia del Gobierno. Como actuaba de catalizador de esta dinámica, no se le informó del verdadero objetivo de la operación. De ahí que, por un lado, quisiera tomar el Congreso de los Diputados con un exceso de violencia, algo que se le había prohibido; y que, en segundo lugar, cuando Armada se presentó para hablar con él y proponerse como presidente del Gobierno a los diputados, Tejero descubrió el verdadero objetivo y le negó la entrada al hemiciclo.

P. Todo este periodo estuvo plagado de conspiraciones desde el comienzo. ¿Sucedió con Arias Navarro y Fernando de Santiago?

R. Es un intento muy interesante porque se sitúa en el chantaje, pero además, en ese momento sí se podría haber dirigido todo el proceso de cambio político en el sentido conservador porque aún no se había iniciado. En el 76, había la posibilidad de un proceso de liberalización del sistema franquista controlado desde la élite de la dictadora y sin contar con la oposición. Lo que no sabemos, porque es hacer contrafactuales, es lo que hubiera durado. Es lo que intentó Arias Navarro.

P. También destaca el intento, en el verano de 1978, de nombrar a Gregorio López-Bravo, exministro de la dictadura. ¿Qué participación tuvo EEUU?

R. Hay una información que ya está desclasificada que prueba que tanto Gregorio López-Bravo como Luis María Ansón hablaron con el embajador de Estados Unidos para explicarles que Suarez no podía continuar en la presidencia del Gobierno porque podía provocar una revolución comunista en las provincias vascas y sumir a España en una gran inestabilidad. López-Bravo se presentaba como la figura de confianza para los Estados Unidos para sustituir al presidente del Gobierno que estaba entonces.

P. ¿Qué influencia tuvo EEUU en el proceso de Transición?

R. Tenía influencia y tenía conocimiento, pero no estoy de acuerdo con la tesis que afirma que la Transición fue diseñada en EEUU. No es verdad. Lo que demuestra el libro es que el proceso de cambio político es improvisado pero EEUU estaba al tanto de cada paso que se daba, hasta el extremo de que el embajador conocía la posible designación de Suárez antes de que se conociese entre la clase política.

P. Después de ver los intentos de cambiar el proceso democrático, ¿es un milagro que terminase triunfando?

R. Es un milagro en el sentido de que el régimen democrático terminó consolidándose. Frente aquellos que afirman que el régimen del 78 es un neofranquismo disfrazado o la continuación de la Dictadura, este libro demuestra que no es así. Los que defendían la continuidad de la dictadura, aunque fuera modificando alguna de sus instituciones, fueron derrotados en la Transición. El resultado fue el surgimiento de un sistema democrático que, con todas las fallas que pueda tener, es una de las pocas democracias plenas que existen en el mundo. Cosa que no se puede decir ni de Francia, Italia o Estados Unidos, como acaba de publicar The Economist.

P. Precisamente el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias pone en duda que sea una democracia plena. ¿Qué opina?

R. Es una democracia plena y así está recogido internacionalmente. Incluso aquellos que quieren destruir la nación son organizaciones legales que pueden ejercer su actividad política. España es una democracia plena y da amparo incluso a los enemigos del sistema constitucional vigente.

P. ¿En qué persona recae el triunfo de la Transición?

R. La persona clave realmente fue Suárez porque es quien llega a la conclusión de que es imposible establecer un sistema democrático en España si no es negociando con la oposición y cambiando un proceso inclusivo donde quepan todos. Suárez puede hacer eso porque tiene el respaldo de la UCD, que le apoya hasta 1979, y porque la oposición, especialmente Felipe González y Santiago Carillo, cooperan con él; y porque hasta 1980 goza de la confianza del jefe del Estado.

P. En el libro, da nuevas perspectivas sobre la postura del rey Juan Carlos.

R. Hay que tener en cuenta que el rey tampoco tenía una idea clara de cómo modificar el sistema político vigente. Un documento de 1975 prueba que no ve una posible vía que permita pasar de la Dictadura a la democracia. El rey opta por un punto medio, una liberalización del régimen, el proyecto Arias Navarro-Fraga. Cuando ese proyecto fracasa, opta por Suárez. A partir de 1980, en un contexto de crisis global que afecta a todos los ámbitos de la sociedad española y donde juega un papel fundamental el terrorismo y la eclosión separatista en las provincias vascas, se da cuenta de que Suárez no es una solución, sino un problema, y empieza a tomar una actitud diferente ante la Solución Armada. Era una operación legal, eso tiene que quedar muy claro, porque el objetivo era llevar a la presidencia al general Armada mediante una moción de censura. El único hecho que se salía de la legalidad era que Armada era un militar en activo que tenía prohibido cualquier actividad política.

P. ¿Hubo un plan para secuestrar al Rey en la Zarzuela?

R. Ahí entramos en el ámbito del golpismo residual. Una vez que fracasa el 23- F quedan grupúsculos de extrema derecha que pretenden acabar con el sistema democrático. Ponen en marcha operaciones que lindan con el delito.

P. ¿Qué conclusión le gustaría que el lector obtuviese al terminar este libro?

R. Que vivimos en un país que fue capaz de pasar de la Dictadura a la democracia mediante un proceso, que si bien no estuvo exento de violencia, fue un completo éxito que nos ha permitido vivir en paz durante 40 años.

P. Con las tensiones políticas actuales ¿la democracia en España puede tambalearse?

R. El Estado es más fuerte de lo que aparenta, como se demostró en 2017 cuando tuvo lugar la sedición en Cataluña. Podrá haber tensiones, como en otros países, pero es difícil asumir que pueda destruirse el sistema democrático tal y como lo disfrutamos hoy en día.

Roberto Muñoz Bolaños. El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición. Editorial Espasa. 562 páginas. PVP: 18.90 euros.

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