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Nelyubov, el primer hombre que pudo llegar al espacio y que la URSS hizo desaparecer

Entrialgo reconstruya su vida en La tumba del cosmonauta, una novela de ficción histórica que se aproxima a la pugna por conquistar el espacio.

Grigori Nelyubov fue uno de los veinte cosmonautas soviéticos originales. Junto a Yuri Gagarin, era uno de los favoritos para la Vostok 1, la primera misión tripulada. Sin embargo, desapareció misteriosamente de las fotografías oficiales. Su presencia en el programa se mantuvo en secreto hasta finales de la década de 1980, bastantes años después de que su cadáver apareciese junto a las vías del tren en Kremovo.

El escritor y periodista Daniel Entrialgo (Vitoria, 1971) ha buceado en los archivos para reconstruir su vida en La tumba del cosmonauta (Espasa, 2021), una novela de ficción histórica que se aproxima a la pugna por conquistar el espacio, una carrera que comenzó liderando la URSS: "Nos consideraban un atajo de aldeanos, un país agrícola y atrasado que combatían en zuecos contra la modernidad de Occidente" (pág. 27), pero mandó al primer humano al espacio exterior un 12 de abril de 1961.

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Grigori Nelyubov, cosmonauta.

Entrialgo se topó con este personaje mientras se documentaba para un artículo sobre personas que, estando en la cima de su profesión, "cayeron en desgracia casi en un sentido bíblico". "Grigori Nelyubov pudo ser el primer ser humano en salir de la órbita terrestre. Era piloto del ejército y, por razones que cuento en la novela, fue expulsado de la academia y enviado a una base remota de la Siberia oriental. Se le prohibió hablar de su pasado, no podía contar a nadie que había sido cosmonauta. Su nombre fue borrado de los documentos oficiales. Apareció muerto en 1966 en unas circunstancias extrañas. No se sabe si fue suicidio, accidente o lo quitaron de en medio".

Durante veinte años nadie conoce su nombre ni su historia. "En 1986, en la época de la perestroika, que hay un cierto aperturismo político, un periodista descubre el caso al encontrar unas fotografías en las que aparece", explica el autor. "Toda la carrera espacial soviética está rodeada de un enorme secretismo y hermetismo. La URSS estaba obsesionada con que los americanos les espiaran, les robasen secretos y secuestrasen a sus ingenieros, muy típico de la Guerra Fría". Se llevó a tal extremo, sostiene Entrialgo, que "los cosmonautas que no pasaban las pruebas, eran borrados por completo de los archivos por miedo a que los reclutasen los americanos".

El héroe proletario

Nelyubov era piloto de combate, dirigía los mandos de un MiG-19, un complejo modelo de caza supersónico cuando fue reclutado por sus cualidades, llegando a formar parte de los llamados Seis de Vanguardia: "Una de las razones por las que no fue elegido como cosmonauta número 1, que finalmente fue Gagarin, no fue por la falta de habilidades técnicas, sino por la biografía y por el carácter. Gagarin tenía un pasado perfecto para crear un héroe proletario, ideal para la propaganda de la URSS, con un carácter tranquilo para sobrellevar el hecho de ser el primer hombre en el espacio, mientras que Nelyubov era más nervioso e impulsivo".

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Yuri Gagarin justo antes del despegue. | Wikipedia

Como no interesaba políticamente, lo borraron, incluso, de las fotografías: "Hay varias versiones de la misma imagen. En unas sale y en otras no. Los del servicio secreto de la KGB eran unos artistas. Si, por ejemplo, había una mano en un hombro que no convenía, borraban esa mano y reconstruían el hombro. A veces, también ponían sonrisa en un político o ponían a gente de fondo si les convenía. Retocaban fotos a gusto del partido".

Accidentes silenciados

Daniel Entrialgo ha prestado especial atención a los orígenes y desarrollo de la carrera espacial soviética, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años sesenta, novelando una "historia apenas alterada" en la que cohetes explotan antes de despegar, militares terminan abrasados en trágicos experimentos y, en cualquier momento, pueden acusarte de ser espía o agente doble. Hubo muchos accidentes silenciados. "A los veinte cosmonautas soviéticos originales los llevaron a una base a las afueras de Moscú, a la Ciudad de las Estrellas para entrenarlos. Hacían experimentos y pruebas. Uno de los cosmonautas murió de forma atroz y se le enterró con honores como un soldado en acto de servicio, pero no se dijo que era cosmonauta. La familia no podía decir cómo había muerto". No fue el único. "En otra base, explotó un misil balístico mientras lo reparaban y murieron muchísimas personas. Tampoco se comunicó. No sé cuántos accidentes pueden estar en los archivos sin desclasificar o en papeles que se perdieron para siempre".

El hermetismo soviético desquició a la CIA. "Justo antes de lanzar la Vostok 1, en la que iba Yuri Gagarin en el año 1961, hicieron una especie de ensayo general. Crearon un maniquí, los mismos que se usan en las pruebas de coches, con un material que simulaban la carne humana y a escala 1:1. En los informes, le pusieron un nombre, Iván Ivanovich, como si en España se llamara Paco Pérez. Un informe llegó a la CIA y confundieron a Iván Ivanovich con un cosmonauta real, vieron imágenes del maniquí quemado en el suelo y pensaron que era una persona fallecida".

Del gulag a la élite

La novela está sostenida sobre personajes reales que resultan fascinantes, como Serguéi Pávlovich Korolev, conocido como Diseñador Jefe, cuyo nombre no fue revelado hasta después de su muerte. Fue figura clave en el nacimiento y desarrollo del programa de misiles soviéticos: "Es el gran cerebro, el que lleva a la Sputnik y a Gagarin al espacio. Antes de la II Guerra Mundial había sido enviado durante las pugnas estalinistas a un gulag como prisionero y luego llegó a la cúspide del estamento científico. Hasta sus colaboradores más cercanos desconocían su verdadero nombre. Su trabajo servía para vencer a EEUU, pero no se lo podía contar a nadie. Psicológicamente debería ser duro porque era una de las personas más importantes del mundo. Cuando muere, comienza el declive de la URSS frente a EEUU en cuanto a la carrera espacial. Entonces se dio a conocer su nombre y se le rindieron honores".

El "reverso en el espejo" de Korolev era el profesor Von Braun, el máximo responsable del desarrollo balístico del Tercer Reich que, tras entregarse a los americanos, llegó a ser director del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA. "Von Braun es la mente del proyecto americano, diseñador de los motores Saturno que llevaron al hombre a la Luna. Era como un actor de cine y se paseaba por todas las televisiones. Fue contratado por Walt Disney para diseñar una parte del primer parque temático que se llamaba "El día del mañana". Era un triunfador".

Al final de la novela, el escritor aclara qué personajes y que historias son "absolutamente ciertas", incorporando la bibliografía que lo sustenta. El autor se vale de un personaje de ficción, inspirado en un periodista real, para contar esta historia. "Casi todo lo que conocemos de la conquista espacial, a nivel popular, pertenece a Norteamérica, a pesar de que la URSS fue pionera y humillaba tecnológicamente a los americanos, los cuales estaba desesperados. Hasta el año 65, dominaron la carrera espacial", asegura. "Hoy en día, China ha heredado ese impulso pionero de la URSS de los años 50 y es el gran rival de Occidente. Comparten muchas de las cuestiones del programa soviético, como su hermetismo".

Daniel Entrialgo. La tumba del cosmonauta. Espasa, 2021. 480 páginas. PVP: 19,90 €

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