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Pedro de Tena

El triste destino de los 'Cuadernos de Iván Ivánovich'

Juan Antonio Campuzano de Hoyos fue el primer alcalde republicano de Puerto Real tras las elecciones de 1931 por el Partido Republicano Radical.

Juan Antonio Campuzano de Hoyos fue el primer alcalde republicano de Puerto Real tras las elecciones de 1931 por el Partido Republicano Radical.
José Antonio Campuzano | Archivo

“El día en que desaparezcamos de este mundo los que tuvimos la dicha de conocerlo, va a ser muy difícil convencer a nadie de que tuvo existencia real, entre otras cosas porque a él la posteridad —y la eternidad, todo hay que decirlo— le traían completamente sin cuidado. Su única obra de cierto empeño sigue inédita y se titula Cuadernos de Iván Ivánovich”, escribió de su autor, Juan Antonio Campuzano, uno de sus más íntimos admiradores, Aquilino Duque.

Estamos, asómbrense, ante una persona que se atrevió a ser lo que quiso ser dentro de lo que podía ser y le importaron un pito los administradores de etiquetas, los hisopeadores de dogmas y devociones y los brujos sicarios de las ideologías. Se atrevió a vivir en el marco de sus circunstancias sin respeto alguno por sus limitaciones o apariencias o mandamientos.
 

Campuzano, de joven.

¿Quién fue Juan Antonio Campuzano de Hoyos? Considerarle un poliédrico aventurero nacido en la Bahía de Cádiz, Puerto Real, en 1906, no sería mentir pero tampoco contar toda la verdad. Perteneciente a una familia bien situada de comerciantes y bodegueros de origen santanderino cuyos bienes heredó con sus hermanos [I], fue el primer alcalde republicano de su ciudad tras las elecciones de 1931 por el Partido Republicano Radical fundado por Alejandro Lerroux.

Llegó a ser vicepresidente y presidente de la Diputación de Cádiz participando en las primeras fases de un frustrado Estatuto de Autonomía para Andalucía en cuyo trámite se mostró partidario de dos Andalucías, la Occidental y la Oriental.  Poco antes de la llegada de la II República, se hizo masón con el alias de Salvochea en un “triángulo”, organización mínima de la masonería. Compuesta al menos por tres masones, uno de los cuales debe tener el grado de maestro, acepta la finalidad de constituirse en Logia en cuanto fuese posible.

En los años republicanos creó y dirigió El País (que sucedía a otro de la misma cabecera fundado en Puerto Real en 1916), periódico semanal y órgano de su partido. En 1934, ha contado su familia que abandonó la política por desacuerdos con la alianza Lerroux-Gil Robles.

División azul

Sin embargo, después de 1936, con su único libro de versos ya publicado, La piedad de la espuma,  aparece como alférez provisional del ejército franquista si bien su familia y sus amigos republicanos niegan que lo fuera de corazón sino que fue obligado por las circunstancias para no ser represaliado por los “nacionales” (aunque nunca pasó por las cárceles de la Dictadura). Lo cierto es que, tras combatir con el ejército nacional donde se cree llegó a ser teniente, abundó en ese camino y no en otro.

En 1941 se alistó voluntariamente en la División Azul – algunos siguen diciendo que “a la fuerza” -, combatiendo en el frente ruso hasta 1943. Así consta su presencia: “Juan Antonio Campuzano Hoyos. Teniente de Artillería en la División Azul, cruzó la frontera de Irún el 23 de septiembre de 1941 en Expedición Independiente, siendo destinado el 25 de octubre a la Plana Mayor del III Grupo -medio, obuses de 105 mm- del Regimiento de Artillería 250.”

Estuvo integrado en  la 13ª Batería de tal regimiento que fue constituida el día 30 de octubre de 1941. Fue equipada con obuses franceses capturados en la Batalla de Francia. Sirvió bajo el mando del capitán Melchor Ordoñez. La Batería quedó emplazada a la derecha del puente en la carretera de Podbereski a Kotowitzi, situándose finalmente a orillas del lago IImen, a unos cien kilómetros al sur de San Petersburgo (Leningrado). Volvió repatriado con el 12º Batallón de Retorno el 5 de mayo de 1943.

En las nieves rusas hizo importantes amigos, como el más tarde general Alfonso Armada. Tan estrecha tuvo que ser su relación que, poco antes del golpe de 1981, el “elefante blanco” del golpe del 23 F le visitó en su casa de Puerto Real con motivo de un viaje oficial a Cádiz. A pesar de lo cual, quedó muy sorprendido por la participación de su amigo en el golpe, algo que no esperaba.  

Vida en Rusia

Esta parte de su vida en Rusia fue la que dio origen a los cuatro volúmenes de Cuadernos de Iván Ivánovich, heterónimo que usó para componer este diario de su aventura. Su condición de guripa (aunque teniente) y “blau” pretendió ser enterrada  por los pioneros administradores de la “memoria histórica” cuando, al decir de quien redactó la entrada biográfica, Aquilino Duque, retiraron tales hechos de la Gran Enciclopedia de Andalucía. O sea, otro agujero orwelliano para la verdad.

Campuzano quiso, al parecer, usar un nombre marcadamente popular, muy utilizado por los grandes literatos rusos, para su personaje. Seguido o no de un segundo apellido, desde el histórico Iván Ivánovich el Joven al Iván Ivánovich que aparece en las cartas de Tolstoi o los cuentos de Gogol, el apellido Ivánovich antecedido por Iván, el nombre que le da origen, es muy frecuente. Puede encontrarse en Chéjov, en Dostoievski, en Solzhenitsyn, en Chudakov…Incluso en las obras de Lenin o Stalin [II].

Doce años de condena

De todos modos, a su regreso, el régimen de Franco, que no olvidaba nada,  lo condenó a 12 años y un día en el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, que presidía don Wenceslao Fernández Oliveros. Pero en fin, nada grave porque, al no haber pasado del grado de aprendiz, se le consideró masón, pero menos. La pena consistió en residir en su casa de Puerto Real con la obligación de comparecer una vez por semana ante la autoridad competente. Escrito está todo ello por su amigo Aquilino Duque en Mano en candela.

No se le conoció carrera universitaria ni formación superior, pero era un notable escritor y un fino poeta al calor de la generación del 27. Fue, sobre todo, un asombroso contador de historias, un políglota que hablaba y escribía en varias lenguas europeas, un buscavidas que lo mismo daba clases en Sevilla en la Academia Orad, propiedad de un viejo amigo masón, que aceptaba el ofrecimiento de su amigo Aquilino para trabajar como traductor en la sede de la ONU en Ginebra. Y, desde luego, fue un amante de las tertulias festivo-literarias con sus mejores amigos.

Los componentes más íntimos de aquellas sesiones donde había piano y poemas, vino y flamenco fueron el mezquinamente olvidado y gran poeta portuense José Luis Tejada, el resistente sevillano-onubense ya mencionado, Aquilino Duque y el escritor gallego afincado en San Fernando, Luis Berenguer, autor de éxito reconocido por El mundo de Juan Lobón. Este último le dedicó su libro Sotavento, crónica de los olvidados:

“Para el increíble Juan Antonio Campuzano, de Puerto Real, cuya conversación florida —mezcla del Archivo de Indias y la Biblioteca de El Escorial, sólo que a ritmo de pasodoble—, dejó en el eco este libro”, escribió Berenguer.

Tampoco eran ajenos a esas relaciones de amistad y versos los escritores Antonio Gala, Fernando Quiñones y José Manuel Caballero Bonald, entre otros como los hermanos de las Cuevas, los hermanos Murciano, incluso José María Pemán y Manuel Barbadillo. Puede decirse sin desviación de la verdad que el dúo principal de tales extraordinarias tertulias fueron Aquilino Duque y José Luis Tejada, acompañados siempre por la bella sevillana-chiclanera Lola García Páez, la eterna novia de Campuzano y una mujer de “delicada cultura”, dejó escrito un testigo presencial.

Desde luego, Lola tocaba el piano y escribía versos como éstos que ha recuperado su amigo Duque:  


Como en la caracola
busco y no encuentro
esa mar que parece

que llevas dentro.

Ambos tienen una biografía pendiente de escribirse que será apasionante si algún día vez la luz. Campuzano formó parte el grupo poético Madrigal y tradujo a poetas franceses e  ingleses para la revista Isla. Incluso lo han calificado de enigmático seguramente por lo poco convencional de su trayectoria  vital. De Lola se dijo que había sido novia de Rubén Darío, pero las fechas casan mal.

Probablemente quién más le abrigó en la vida cotidiana fue el poeta José Luis Tejada, ligado como él al cante flamenco y residente en El Puerto de Santa María, hasta donde Campuzano iba andando desde Puerto Real en la temporada de baños, de los que era el campeón por no faltar nunca.

Se recuerda todavía el famoso homenaje a Cojito Pavón, Juan Pavón, que no grabó un disco hasta los 75 años. En el acto, celebrado Puerto Real en 1978, intervinieron – según anunciaba el folleto del acto – “los poetas Juan Antonio Campuzano y José Luís Tejada”. Campuzano tradujo al inglés una antología de su amigo, entre otros escritos.

De todos ellos, el que más lo ha mencionado en sus obras y más ha reconocido su influencia personal ha sido Aquilino Duque, que incluso tuvo que escribir unas líneas para certificar que Juan Antonio Campuzano era una persona que realmente existió y no un personaje literario de su invención.

Aclaró Duque en 2004:

Diversos lectores de mi libro Mano en candela me han expuesto sus dudas sobre la existencia real de uno de sus personajes, Juan Antonio Campuzano, pues todo lo que de él se dice es tan fantástico y tan inverosímil que, más que un hombre de carne y hueso, parece un ente de ficción.

Personalidad de Campuzano

Sobre la arrolladora y brillante personalidad de Campuzano basten dos anécdotas para demostrar su estatura fabulosa. La primera que, en una época de extremo aburrimiento y extraños aconteceres, afirmo haber sido autor de una traducción de la tabla de logaritmos, se cree que decimales, a números romanos.

La segunda tiene que ver con el proyecto de un explorador y trotamundos digno de vivir en la época del Descubrimiento de América. En estado de libertad vigilada por su condena y sin poder salir de España, concibió un plan para conseguirlo que incluía un matrimonio absolutamente rocambolesco.  Duque lo relató:

El plan era sumamente sencillo: Lola viajaría a Mérida del Yucatán donde contraería matrimonio civil con un viejo conocido de Juan Antonio, que emigró hacía muchos años y se había naturalizado allá. Se trataría de una pura fórmula que le permitiría a Lola adquirir la nacionalidad mejicana. Una vez naturalizada, Lola se divorciaría y contraería matrimonio por poderes con Campuzano, quien así recibiría automáticamente el pasaporte mejicano y podría salir de España para reunirse con su esposa.


Como puede deducirse, a la explicación grata a ojos de la izquierda y los republicanos de por qué marchó voluntario a la División Azul (para huir de condenas y grave represión que nunca se produjeron), cabe añadir la más sencilla y sin mezcla alguna de ideología. Marchar a la División Azul fue la estrategia que trazó el propio Campuzano para ver mundo y vivir hazañas sin demasiado coste

Los tres mosqueteros de la poesía de la Bahía, Tejada, Duque y Campuzano, siendo más que brillantes en sus creaciones literarias y de gran talla  cultural y moral, han sufrido el escabroso destino de no ser apreciados suficientemente e incluso el ser apartados por algunos de sus compañeros del viaje poético que emprendieron. Por decir sólo un poco, recordemos que se ha escrito que José Manuel Caballero Bonald, en sus segundas memorias, no recuerda apenas a José Luis Tejada “sino para definirlo de pasada como “un poeta portuense de prolífica cuerda neoclásica””[III]

La obra de Campuzano y sus Cuadernos de Iván Ivánovich

En el caso de Campuzano, su obra apenas es conocida. Sólo vio a luz el  libro de versos ya referido, La piedad de la espuma, publicado por la editorial Cerón en 1936. Los aromas y vientos de la generación del 27, sobre todo los removidos por Alberti y Lorca, y un eco lejano de Juan Ramón Jiménez, se perciben con profusión en sus poemas. Baste este ejemplo del segundo:

¿Cómo quedan, Señor, los niños que se mueren?
¿Rotos y abandonados, como lirio entre abrojos? ...
¿En su prisión oscura, bajo la tierra, quieren
abrir sus ojos claros para mirar tus ojos?

Y el que sigue, remite a los primeros:

La vela latina tiembla
y no obedece el timón.

bajo los flancos panzudos
se quiebran rayos de sol,
cristales de espuma blanca
y espejismos de charol.
El viento mordió la quilla
y la ola verde se hinchó.
-¡Recoje velas, muchacho,
que cruje el palo mayor!-
Antes de llegar a puerto
se habrá mojado el patrón.


Campuzano aparece en la antología de poesía gaditana recopilada por Juan Alarcón, Poesía de la Luz, (Desde Puerto Real) editada por Isla de Siltolá en 2012, que comienza con versos del autor:

Yo pienso que la espuma un día lejano
cuando la vieja barca esté enterrada
piadosamente alargará la mano
y le pondrá una cruz de agua salada.

A pesar del prestigio de Campuzano entre  grandes escritores y la conservación intacta – eso se nos ha dicho por miembros de su familia -, de los Cuadernos de Iván Ivánovich, no parece fácil que puedan ser conocidos por el gran público, al menos por ahora. Serían, no sólo una aportación testifical de máximo interés sobre la historia de la División Azul, sino el reconocimiento del mérito literario del portorrealeño.

Por el momento, sólo han sido leídos por algunos familiares y sus amigos mosqueteros.  Aquilino Duque escribió en sus Crónicas extravagantes: “Hace ya casi medio siglo, mi amigo Juan Antonio Campuzano me hizo leer las ya amarillentas cuartillas de sus Cuadernos de Iván Ivánovich, su diario de campaña por así decir. Campuzano era un liberalito gaditano que fue voluntario a Rusia, entre otras cosas, para eludir la persecución antimasónica en España. Campuzano no dejó de anotar en sus cuadernos ciertos aspectos positivos del sistema socialista y en ellos da cuenta de su amistad y sus conversaciones con un profesor Nakorenko [IV], que dominaba el francés".

Añade que el mensaje contenido en este diario de Campuzano es la relación amistosa que se daba entre los divisionarios y la población rusa. Una cosa eran los soviéticos y otra los rusos. Frente al exabrupto de Ramón Serrano Súñer: “Rusia es culpable”, entre bastantes guripas se alzó el grito: “Rusia no es culpable” que se convirtió en el título del libro de otro divisionario, el coronel y académico Enrique de la Vega.

Nos han referido que ha habido algún intento de publicación que no tuvo éxito. En la familia de Campuzano hay importantes disensiones que impiden por ahora el conocimiento general  de estos Cuadernos. Por otro lado, las mezquinas razones de la “memoria histórica”, que quiere sepultar la realidad biográfica del escritor de origen republicano y liberal (no se quiere que el pasado franquista y “blau” de Campuzano sea aireado), hacen que los Cuadernos de Iván Ivánovich habiten en un injusto e inmerecido limbo. Triste destino.


[I] En el periódico El País de 19 de agosto de 1916 podía leerse el anuncio siguiente: “Hoyos y Campuzano. Vinos de todas clases. Bodega: Amargura, 11. Sucursales: Paraíso- Calvo- Centra- La Primera y El Toro. Puerto Real.” Pero las relaciones de una familia montañesa de apellido Campuzano con la provincia de Cádiz data cuando menos de 1826, como se informa en la Revista Española de Financiación y Contabilidad, número 121 de abril-junio de 2004, págs. 281-312.

[II] Entre nosotros, Jardiel Poncela cuenta la historia de un Iván Ivánovich. Pio Baroja menciona a otro.

[III] La poesía de José Luis Tejada, de Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier.

[IV] Nakorenko sigue siendo un desconocido del que ni siquiera se sabe si existió realmente.

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