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José María Pemán: monárquico, que no fascista

Andrés Amorós repasa en Es la mañana de Federico la figura de José María Pemán, acusado por la izquierda de filofascista.

Andrés Amorós repasa en Es la mañana de Federico la figura de José María Pemán, acusado por la izquierda de filofascista.
José María Pemán, escritor gaditano. | Wikipedia

La tonadilla elegida para encabezar la sección de Andrés Amorós en Es la mañana de Federico, en palabras del propio crítico, "es puramente irónica". Se trata de un tango-milonga de La Montería, una zarzuela de Jacinto Guerrero citado a modo de broma en De Madrid a Oviedo pasando por las Azores, novelita de José María Pemán reeditada hace unos años por Ciudadela. Y la razón del rescate de la obra se debe únicamente a la más estricta actualidad. Durante las últimas semanas, el alcalde de Cádiz, Kichi, ha iniciado una campaña para borrar paulatinamente el nombre de Pemán de la ciudad, acusando al escritor de golpista y filofascista. "Pero eso simplemente no se sostiene", explica un Amorós que, ante el acoso al novelista, lo único que observa es ignorancia y sectarismo.

"Pemán, como escritor, cultivó todos los géneros", ha explicado en antena. "Como político, era de derechas y monárquico, que no es lo mismo que ser fascista". Centrado en su labor literaria, ha destacado sobre todo "su ironía y su finura", rasgos también característicos de De Madrid a Oviedo pasando por las Azores. Se trata de una novela escrita durante la República y que critica muy mordazmente la caída definitiva de la Monarquía. "Es una caricatura de Ramón Franco, un aviador famoso que llegó a ser considerado un héroe de la República". En el libro, el protagonista, también aviador, decide realizar un raid disparatado desviando su ruta de Madrid a Oviedo y parando primero en las Azores, acción que le sirve para cosechar los más altos honores.

En general, el tono del libro es profundamente irónico, lo que le sirve para disfrazar toda una serie de críticas a distintos destinatarios. "Pemán se burla de los aristócratas, del pueblo ignorante, de los estudiantes, de algunas costumbres y de las incongruencias de los políticos. No deja títere con cabeza". Su estilo es algo vanguardista, "con metáforas a lo Ramón: la aurora, el avión, las luces de la ciudad". También es una burla de los tópicos que más consistencia tenían en ese momento: "Que Cristo era socialista, por ejemplo, que la aviación era de izquierdas, que la República era superior a la Monarquía, que España era feudal por la Iglesia o la Banca, etcétera, etcétera". En conclusión una "muy divertida caricatura, precisamente porque supo exagerar rasgos reales, que no ficticios, al estilo del esperpento".

Para explicar mejor la figura del escritor gaditano, Amorós se ha detenido en varias de sus facetas más representativas. "Fue poeta, dramaturgo, novelista y articulista, cosechando un enorme éxito". Y fue profundamente monárquico, "algo que es perfectamente respetable". "Los que le tachan ahora de fascista olvidan la estupenda relación que mantenía con escritores de izquierdas como Buero Vallejo, Juan Ramón o su paisano Alberti; que defendió el regreso de Bergamín"; o que, cuando Menendez Pidal volvió del exilio le cedió gustosamente su puesto como director de la Real Academia. En definitiva, "fue un escritor de derechas, gaditano y monárquico, pero no era ni franquista ni fascista". Algo que, en palabras de Amorós, parece difícil de sostener según la visión sesgada que "pretende glorificar una II República inmaculada y completamente irreal".

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