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Un brindis por Raúl del Pozo

El pasado viernes tuvo lugar la presentación tardía de No le des más whisky a la perrita, el libro de memorias sobre Raúl del Pozo.

El acto no era la presentación de un libro, sino su re-presentación, y tuvo lugar en un teatro. Más allá de la asociación sencilla de ideas, lo que se reunió el pasado viernes en el antiguo Pachá madrileño fue un grupo de amigos que parecía querer revivir algunas cosas. La atmósfera invitaba a ello, desde luego, con aquel gran salón de baile, conocido por todos, convertido en el reservado improvisado de una fiesta como las que ofrecería un futbolista. Así distribuidos, entre vinos y sillones, varios de los rostros más conocidos de la prensa española se reunieron en torno a un hombre, Raúl del Pozo, y a sus dos particulares negros, encargados de desenterrar unas memorias que él no había querido escribir por considerarlas poco atractivas para el gran público. El anecdotario que se desató terminó por desmentirle.

En No le des más whisky a la perrita (La Esfera de los Libros), el libro sobre Raúl del Pozo que Jesús Fernández Úbeda y Julio Valdeón publicaron hace casi un año y que no habían podido presentar en condiciones debido a la pandemia, se suceden los recuerdos que terceros todavía conservan del veterano periodista. "Estos chicos me han hecho una gran putada", explicó él durante el acto. "Sólo han hablado con mis amigos, porque mis enemigos están todos muertos, pero menudas barbaridades les han contado". Quizás por eso, para evitar que la cosa se desmadrase más de la cuenta, fue su amiga Ana Rosa Quintana la encargada de moderar las intervenciones.

En términos generales, podría decirse que el sentido de la reunión quedó perfectamente resumido por Fernández Úbeda cuando le explicó a Del Pozo que allí nadie había ido a la presentación de ningún libro. "Han venido porque te quieren, para celebrar su amistad contigo. Aquí tú eres el protagonista". Tuvo que decírselo con énfasis porque el periodista no parecía dispuesto a permitir que los focos se centrasen sólo en él. Así repartió halagos a diestro y siniestro, se interesó por la situación precaria de los periodistas más jóvenes, aplaudió a los consagrados que allí estaban e invitó a beber, sobre todo a eso, como si la mera escritura de sus memorias hubiese sido una excusa para montar un sarao con el que disfrutar de una noche de barra libre.

No le permitieron salirse con la suya, claro. Al menos hasta haber pasado por el trago necesario de rememorar su vida. Antes de eso incluso tuvo que soportar la lluvia de cumplidos de sus dos memorialistas. Valdeón, por ejemplo, destacó de él "su bonhomía, su inteligencia y su suprema generosidad". "A los plumillas jóvenes que no sabemos cómo abrirnos paso, Raúl siempre nos ha acogido de forma desinteresada", explicó. Fernández Úbeda fue más allá: "Haber podido escribir las memorias del mejor periodista de España ha sido el mayor honor de mi vida". Y la gente no paró de aplaudir.

También se recordaron las jornadas legendarias en el Café Gijón, que ahora le ha pasado el testigo al Café Varela; la juventud y libertad que se respiraba en el diario Pueblo; el día en que, ante la noticia de la muerte de Hirohito, a Del Pozo se le escapó un improperio con el micrófono abierto en el programa de Luis del Olmo y terminó desatando un problema diplomático; el panorama literario y el buen hacer del periodista en el género negro; su pasado conquense, que se lo ha dado todo, desde la relación educativa con una naturaleza "impresionante que ya no existe", hasta su afán de superviviente, que le terminó llevando por todo el mundo; y varias reflexiones en voz alta. "Salir de Madrid es un error", se arrancó Del Pozo, por ejemplo. "Más ahora que es un paraíso de libertad. Madrid es un libro abierto, la ciudad de la libertad. Parecida a lo que fue Ámsterdam en su momento".

Aunque esa libertad, desde su punto de vista, contrastaría con la situación de la prensa y del derecho a la libre expresión. "Yo no recuerdo haber vivido una época de mayor coacción", terminó Del Pozo. "Y, además, que viene de la propia gente, en las redes sociales. Los partidos después lo alimentan y se benefician de ello. Juegan a eso. Es una época muy dura para la libertad de expresión, porque se vive en una coacción continua que se ha contagiado a la prensa. Ahora la prensa es de un guerracivilismo sin precedentes", dijo. Y los presentes aplaudieron. Por último, escucharon a Ana Rosa cerrar el turno de palabra con su propio tributo a su amigo, al que definió como "alguien que siempre está. Un hombre que intuye y se adelanta y te da un abrazo cuando lo necesitas. Por eso yo acudo a cualquier sitio en el que digan tu nombre", le soltó. Y el contagio de entusiasmo en el resto de la sala terminó de confirmar que allí se había reunido un grupo de amigos para recordar algunas cosas. Siempre, con Raúl del Pozo en ellas.

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