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Alfonso Berardinelli: "Todos somos un poco xenófobos, que no racistas. Reconocerlo es un acto de honestidad"

El intelectual italiano, que publica en España Contra el vicio de pensar, responde al cuestionario de LD.

Alfonso Berardinelli (Roma, 1943) es uno de los intelectuales más reputados de Italia. Durante veinte años fue profesor de Historia de la Literatura Moderna y, cuando en 1995 renunció a su cátedra, cansado del carácter endogámico y asfixiante de la Academia, generó una gran polémica en el país. Desde entonces se ha dedicado a escribir y se ha convertido en uno de los articulistas más libres e imprescindibles del panorama nacional. Su estilo y sus convicciones le hacen buscar la polémica en cada asunto de máxima actualidad, tratando en todo momento de revisar lo comúnmente aceptado por la mayoría y de pensar por sí mismo. En 2016 publicó en España Leer es un vicio. Ahora regresa con Contra el vicio de pensar (Círculo de tiza), una recopilación de artículos que giran en torno a tres temas fundamentales: el problema migratorio, la salud de la democracia y los retos que ha desvelado la pandemia. Desde su casa de Italia, contesta por escrito al cuestionario de LD:

Pregunta: ¿Pensar es un vicio? ¿Quién lo percibe así?

Respuesta: Solo quien no quiera correr el riesgo de comprenderse a sí mismo y a los demás, lo que es verdadero y lo que es falso, puede creer que pensar es un vicio. Es menos arriesgado obedecer a lo que piensa la mayoría, o a un líder, a una iglesia, a un partido político, a cualquier grupo, o a una secta. Sin embargo, desde otro punto de vista también es cierto que para ciertos profesionales del pensamiento, por ejemplo para ciertos filósofos, pensar puede ser casi un vicio. Depende de cómo lo entiendas.

P: ¿Alguna vez en la historia ha sido más fácil pensar por cuenta propia, sin dejarse arrastrar por los lugares comunes?

R: Pensar libremente siempre ha sido difícil. En el pasado existieron autoridades sociales, políticas y religiosas absolutas, que prohibían y castigaban la libertad de pensamiento. Hoy, la libertad de pensamiento es un derecho constitucional, es decir, formal. Pero, de hecho, el mercado, la industria de la conciencia y la cultura, las modas, la publicidad, los medios de comunicación, desde la televisión hasta los teléfonos inteligentes, dificultan el pensamiento. No pensar se está convirtiendo en un hábito. Y también es más conveniente y rápido. Pensar, además, es una pasión que no todo el mundo tiene.

P: ¿Es más fácil conocer la verdad ahora, con todos los medios de que disponemos o, paradójicamente, es más difícil?

R: Las nuevas tecnologías de la información ofrecen comodidad y rapidez, dos cosas a las que es difícil resistirse. Difunden el hábito o vicio de una velocidad y comodidad cada vez mayores, lo contrario de lo que es necesario para conocer y reflexionar. Leer los mejores libros es muy útil, si no necesario, para comprender y pensar. En cambio, pasar horas moviendo un dedo sobre una pantalla crea una especie de hipnosis, adormece o paraliza la mente.

P: La primera parte del libro se titula ‘Todos somos xenófobos’. ¿Nos cuesta reconocer que la inmigración descontrolada puede ser un problema?

R: Es un acto de honestidad reconocer que la inmigración continua y masiva es un problema, porque se siente como una modificación perturbadora del propio hábitat. En nuestros instintos sociales también existe este aspecto "etológico", animal... Especialmente en sociedades como Europa, donde hay más ancianos que jóvenes, la inmigración provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad. Es más fácil entender lo que puede pensar y hacer un compatriota que un asiático o un africano. La comunicación verbal también es más difícil. El deber moral de acoger a los migrantes no borra cierta xenofobia. La xenofobia debe distinguirse del racismo. Es socialmente natural frente a las grandes migraciones. El racismo, por otro lado, es una ideología horrible. Después de todo, somos un poco xenófobos incluso entre compatriotas de diferentes regiones, ¿verdad?

P: En general, ¿la población occidental es moralmente hipócrita?

R: ​​Es que toda civilización tiene un componente de hipocresía virtuosa, porque tiende a negar ciertos instintos primarios. Controlarlos es bueno, pero negar que existen es hipocresía. Los europeos queremos ser los pueblos más morales del mundo. Pero no somos lo que queremos ser. La defensa del propio bienestar y seguridad nunca debe subestimarse.

P: ¿En qué está fallando la respuesta de Europa ante el problema de integración de los migrantes y refugiados?¿Existe una forma correcta de encarar el problema?

R: No creo que sea posible una "política adecuada" para hacer frente a las migraciones actuales. El problema está en controlarlos al máximo, evitar que los migrantes mueran y luego saber acogerlos. Pero esto es lo más difícil. Somos empresas en crisis, inestables y por tanto incapaces de garantizar una acogida verdadera y satisfactoria. Sin embargo, los inmigrantes se sienten más o menos humillados. Y esta humillación en el futuro producirá resentimiento, a veces incluso odio, contra empresas que les han recibido poco y mal. No veo una solución. Ya sería mucho limitar lo peor.

P: Otro de los problemas de los que habla en el libro es el del islamismo radical. ¿Estamos en guerra?

R: Hay que combatirlo. Pero también hay que saber que se trata de un fenómeno político, no religioso. Y además es un peligro grave que lastima a los musulmanes más pacíficos, porque difunde la sospecha absurda de que todo musulmán es un terrorista potencial. El Islam es la más rígida y belicosa de las grandes religiones. Pero todas las religiones de hoy deberían reformarse, volviéndose más racionales y limitando la intolerancia. Sabemos que una religión se basa demasiado, demasiado, en mitos, ritos, dogmas. Las formas más racionales de las religiones clásicas, las más adecuadas para la modernidad, parecen ser el yoga, que proviene del hinduismo, y el budismo zen. Pero más que religiones, son filosofías, disciplinas y prácticas mentales.

P: ¿La democracia está en peligro?

R: La democracia siempre ha estado en crisis desde que existe. Es un método que sirve para hacer frente a las crisis a través de la discusión, la libre competencia política, la oposición y el diálogo entre diferentes ideas. No creo que la democracia corra más peligro hoy que ayer. El problema real son más bien los cambios en la sociedad, la debilidad de los lazos sociales, el dominio creciente y absoluto del mercado. La coexistencia del capitalismo y la democracia crea problemas, porque la democracia se fundamenta en el principio de la libre elección de los individuos, mientras que el capitalismo necesita transformar a los individuos en masas de consumidores de bienes. Y cada mercancía es, como sabemos, también mercancía cultural.

P: ¿El populismo es negativo de por sí, o puede ser positivo?

R: "Populismo" es un término del que se ha abusado. Fue la izquierda la que, no pudiendo entender a la sociedad y perdiendo las elecciones, difundió el mal uso de la palabra "populismo". Después de todo, ya no sabemos con precisión qué es un pueblo hoy. Pero por otro lado, la democracia parte de una necesidad populista, es el "poder del pueblo", es decir, de la mayoría. Lo peor llega cuando el llamado pueblo, es decir la mayoría, se vuelve antidemocrático, antiliberal, no acepta las reglas democráticas y no respeta a las minorías. La ansiedad contra la migración ha hecho que Europa sea menos liberal y puede favorecer a la derecha autoritaria y no liberal, que transforma cierta xenofobia en racismo violento. Una izquierda que se finge y se cree siempre "políticamente correcta" ha provocado un mal populismo. Sin embargo, también hay que decir que siempre hay un populismo de derechas y un populismo de izquierdas. El problema es que los partidos políticos de hoy son débiles, confusos, efímeros y carecen de una verdadera cultura. ¡Creen que pensar es un vicio! Pero la responsabilidad de esto no es solo de las partes, sino del mercado cultural. El mercado premia las formas culturales más brutales. Las formas culturales más brutales favorecen la estupidez. La democracia no puede alimentarse de la estupidez. Por tanto, el mercado cultural amenaza la democracia.

P: ¿Cómo ha cambiado la pandemia el panorama mundial? ¿Hemos sabido darle respuesta al virus sin ver amenazada nuestra forma de vida? ¿Somos capaces de ver todas las consecuencias mundiales que ha generado esta pandemia, o todavía no hemos percibido completamente sus verdaderos efectos?

R: Nadie puede predecir los cambios que traerá la pandemia en el futuro. También porque no está claro cuánto durará y cómo se debe combatir. Sin embargo, lo que es evidente es que el mundo se ha vuelto más pequeño. La "comunicación pandémica" lo ha puesto de manifiesto en el momento en el que un virus que se propaga muy rápidamente ha podido llegar todos los rincones del planeta en poco tiempo. Toda la biología del planeta Tierra está en peligro. Desafortunadamente, la política, los políticos no parecen muy capaces de abordar este problema de manera eficiente y honesta. Por otro lado, la responsabilidad recae en nuestra economía, que necesita un crecimiento continuo, un desarrollo ininterrumpido. ¡Qué animal económico tan monstruoso es el que siempre debe seguir creciendo! Hay algo diabólico en su absurdo.

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