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170 años de Ramón y Cajal, el genio de la voluntad

"Ramón y Cajal es una de las principales figuras de la cultura española universal"

En el 170 aniversario del Premio Nobel de Medicina, la Biblioteca Castro publica sus Obras Escogidas y reivindica su valor humanístico.

En el 170 aniversario del Premio Nobel de Medicina, la Biblioteca Castro publica sus Obras Escogidas y reivindica su valor humanístico.
Santiago Ramón y Cajal | Cordon Press

Santiago Ramón y Cajal —que ya no da nombre al Premio Nacional de Investigación por decisión del Gobierno y que todavía no tiene un museo propio pese a las promesas incumplidas del ministro Pedro Duque—, nació un 1 de mayo de hace 170 años en Petilla de Aragón, "humilde lugar de Navarra, enclavado por singular capricho en medio de la provincia de Zaragoza, no lejos de Sos". Cuando terminó de repasar la última edición de sus memorias, que arrancan con la frase citada, ya era un prestigioso investigador, Premio Nobel de Medicina y padre de la neurología moderna. "Uno de esos contadísimos científicos en la historia de la humanidad que han abierto puertas por las que todos los que llegamos después nos vemos obligados a pasar", explica Antonio Campos. Campos es Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina, donde ocupa el sillón del propio Ramón y Cajal. Además, es catedrático de Histología de la Universidad de Granada y promotor de la ingeniería tisular en España. Ahora, también, es prologuista de las Obras Escogidas de don Santiago Ramón y Cajal que acaban de publicar en la Biblioteca Castro para conmemorar el aniversario del gran investigador. Conoce su legado mejor que ninguno y reivindica su valor más allá del campo de la ciencia, como uno de los grandes nombres de la cultura española universal. "Sus textos científicos son imprescindibles, pero los no científicos también lo son", nos dice, tratando de poner en valor la enorme talla humanística del descubridor de la neurona. Precisamente de eso, de las concepciones cajalianas acerca de la vida, la educación, la infancia y la vejez hablamos con él:

Pregunta: ¿Quién fue Ramón y Cajal? ¿Se le conoce bien?

Respuesta: Se conoce su nombre. Otra cosa es que se le conozca a él. Yo creo que sería importante renovar el verdadero significado de su legado. Preguntarnos lo que todavía nos sigue enseñando con su ejemplo a día de hoy. Desde el punto de vista científico, hay que decir bien alto que Santiago Ramón y Cajal es una de las figuras fundamentales de la historia de la ciencia y de la medicina. No sólo a nivel español, que por supuesto, sino a nivel universal. Su importancia puede ser comparada perfectamente con la de Darwin, la de Newton o la de Einstein, por poner tres ejemplos muy conocidos. Él pertenece a ese reducido grupo de científicos que han abierto puertas por las que luego han entrado todos los demás. Fue el gran descubridor, el que mejor estudió el sistema nervioso, aportando las claves que han permitido desentrañar después en mayor profundidad su funcionamiento. Pero más allá de todo eso, a nivel humano también fue una persona excepcional. Él decía que tenía una manía literaria. Cultivó obras no científicas en las que dejó plasmadas ciertas ideas con una proyección permanente. Así que reducirle exclusivamente a su faceta científica me parece un error.

P: Entre otras cosas, escribió que leer la literatura científica de los más grandes también es necesario, porque ayuda a comprender el mundo. Aún así, ¿es preferible introducirse antes en sus obras más literarias?

R: Yo creo que sí. La Biblioteca Castro ha escogido estas tres obras no científicas porque son interesantísimas también. En Mi infancia y juventud él relata cómo fue la construcción de su personalidad, algo que de por sí ya merece la pena. Pero es que además también dejó sus impresiones acerca de la evolución del sistema educativo en España, por ejemplo, o relató algunos de los acontecimientos históricos de su tiempo desde una perspectiva mucho más mundana. Microhistórica, como se dice ahora. Luego, Los tónicos de la voluntad es un libro que escribe cuando su prestigio está consolidado. Ya ha sido Doctor Honoris Causa por Cambridge, ya ha dado la lección inaugural de la Royal Society. Es decir, ya es toda una autoridad científica. Y lo importante es que lo escribe con una clara pretensión divulgadora. Su objetivo principal es explicar qué es la ciencia. Y cómo debe hacerse. Él tenía unas ideas próximas al positivismo. Era muy contrario a la elucubración sin base empírica. Creía fervientemente que el camino de los hechos objetivamente observados era el único que podía mejorar eficazmente la sociedad. Y todas esas ideas las expresa con una pretensión didáctica para los jóvenes. Tanto para los investigadores como para los que no lo son, porque hace ver la ciencia como una gesta. Introduce al lector en la intrahistoria científica. La hace interesante. Y creo que ese es un mensaje muy interesante para las personas menos familiarizadas con la disciplina.

P: ¿Qué fue más importante en la trayectoria de Ramón y Cajal, su genio o su voluntad?

R: Todas las cosas confluyen, claro. Una cuestión fundamental fue la influencia de su padre, que le inculcó esa idea del esfuerzo y del valor del trabajo constante. Pero también su curiosidad innata. Su propia manera de mirar el mundo con asombro, con ganas de desentrañar sus misterios constantemente. Además, y esto no es baladí, existe un cierto peso patriótico en su ímpetu investigador. Él mismo relata en Mi infancia y juventud que una cosa que le sorprendía mucho cuando leía los libros de texto era darse cuenta de que todos los grandes nombres citados eran extranjeros. Siempre tuvo el sentido patriótico muy presente. Y eso es algo que hay que decir sin ningún tipo de tapujo, porque él se encargó de remarcarlo constantemente. De hecho, uno de sus esfuerzos principales fue tratar de afianzar la confianza de los investigadores españoles. Consideraba que aquí teníamos la idea de que los grandes descubrimientos sólo podían venir de fuera. Pero no. En sus lecciones, su pasión educativa iba encaminada a inculcarle a los más jóvenes que la ciencia podía desarrollarse en España de la misma manera que en cualquier otro país del mundo. Su ilusión era cambiar la percepción de España con respecto a la ciencia. Y para eso hizo mucho énfasis en la voluntad, claro. Para él era el requisito indispensable. Era muy consciente de que no habría conseguido nada de lo que consiguió sin dedicación.

P: Es una idea que repite mucho en sus escritos.

R: Y tiene frases memorables al respecto: "Cada uno es el escultor de su propio cerebro", por ejemplo. O: "No hay cuestiones agotadas, sino hombres agotados en las cuestiones". Son cosas que yo repito mucho a mis alumnos. Porque ilustran de una manera clara que sin fuerza de voluntad ningún proyecto puede materializarse nunca. No hay ninguna realidad que antes no haya sido un sueño. Volamos en avión porque alguien soñó que podíamos volar. Pero hace falta ponerse manos a la obra para dejar de soñar, exclusivamente. Cajal es un ejemplo de esto. Él se proponía unos objetivos y repetía los experimentos incansablemente hasta que conseguía alcanzar una verdad clara, confirmada y asegurada. Nada más llegar de catedrático a Valencia, se dedicó a revisar sistemáticamente la estructura microscópica de todos los tejidos. Uno detrás de otro. Fruto de eso nació su primer libro de histología, pero también la base que le permitió años después descubrir lo que descubrió. Es un ejemplo a seguir en muchas cosas.

P: ¿Cuál fue la importancia exacta de sus aportaciones científicas?

R: Pues mira. Podríamos resumirlas en tres, básicamente. La primera es que demostró que la unidad fundamental del tejido nervioso es la célula. Fue el primero en decir que el sistema nervioso no es un retículo que se extiende como una malla. Lo segundo que hizo fue establecer circuitos de neuronas en muchos de los tejidos humanos. En las retinas, en el cerebelo, en la corteza cerebral y demás. Ahí está su famoso libro: Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, que es un mapa extraordinario del sistema nervioso al que, por otro lado, todo investigador tiene que recurrir todavía hoy. Por eso sigue siendo tan citado en todo el mundo. Es un libro fundamental. Y, en mi opinión, debería ser considerado uno de los títulos más relevantes de la cultura española. A la altura de El Quijote o de La Celestina. Lo digo porque hay que entender que la obra de Ramón y Cajal estuvo siempre imbuida de una cierta pretensión de servicio a la sociedad y al país.

P: ¿Qué entendía él por patriotismo?

R Su patriotismo era cívico y moral. Lo dejó reflejado en todos sus escritos. Una frase suya lo resume bastante bien: "Columbro, a través de cada moneda recibida, la faz curtida del campesino que sufraga nuestros lujos académicos y científicos". Lo que él sentía era una responsabilidad enorme por utilizar correctamente el dinero de los impuestos de todos los españoles. Sentía que había que devolverlo, de alguna manera. La suya es una actitud absolutamente ejemplar, sin duda. Porque, habiendo hecho todo lo que hizo con lo poco que recibía, qué no deberíamos hacer nosotros ahora, recibiendo lo que recibimos. También decía, después del 98, que aunque el territorio de España podía haber menguado, era nuestra responsabilidad dilatar la patria intelectualmente, a través del conocimiento. Además, en El mundo visto a los ochenta años, escrito en 1934, refleja una enorme preocupación por la balcanización de España que se estaba viviendo. Lo escribe de una forma muy dolorida, como tantos intelectuales del momento.

P: También se preocupó siempre mucho por la educación. ¿Qué pensaría del sistema educativo español actual?

R: Yo no soy quién para interpretar a Cajal ni poner palabras en su boca que son imposibles de saber. Pero desde luego que sería interesante conocer su opinión. De hecho, Mi infancia y juventud es un libro interesante para cualquier investigador, porque ahí está registrada la evolución de los diversos sistemas educativos que experimentó él en sus propias carnes. Lo que yo creo es que su concepción de la educación era bastante clara, y se sustentaba en los clásicos. Su biblioteca personal era excepcional. Leyendo las citas que va trufando en sus escritos uno descubre la vasta cultura que atesoraba, tanto a nivel científico como a nivel filosófico y literario. Pienso que hoy sería un defensor de esta cultura clásica, que es la que nos permite conocer el mundo y ver la vida en perspectiva.

P: ¿Y cómo vería la realidad actual de la investigación científica en España?

R: Él ya decía que lo que hacía falta, sobre todo, es quitarse el complejo de inferioridad. Las cosas valiosas se hacen cuando, sobre la realidad que uno tiene, se proyectan ideas nuevas. Y para eso los recursos que se tengan son importantes, claro que sí, pero no lo son todo. Muchas de las investigaciones más importantes se han hecho con relativamente pocos recursos. Lo más importante es creer que se pueden llevar a cabo grandes investigaciones, que sean útiles para la sociedad. Luego, por otro lado, también creo que deberíamos desmentir un poco la idea de que en España tenemos poca tradición investigadora. España tiene grandes figuras de la investigación, pero la mayoría de ellas son muy desconocidas. No les damos valor. Hace poco en la Real Academia de Medicina hemos hecho una exposición sobre Félix de Azara. ¿Le conoces? Fue un personaje que describió toda la fauna y la geografía del Paraguay y del Virreinato de la Plata. Describió más de cuarenta especies, fue celebrado en París, citado por Darwin. En fin. Es que, muchas veces, los que no le damos importancia a nuestros logros somos nosotros. El año pasado fue el aniversario del descubrimiento de la anestesia epidural, que es la que más se utiliza en el mundo, y pasó desapercibido. No le dimos dimensión nacional. Yo creo que tendríamos que fomentar más una cierta cultura de admiración. Pero es mi opinión.

P: Una cosa que me parece curiosa es que "despreciemos" las humanidades a nivel educativo pero luego conozcamos más a nuestros literatos que a nuestros científicos.

R: El error inicial está en separar ambas cosas. No debería ser posible. La ciencia es parte fundamental de la cultura. El propio Cajal decía que al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia. Hacer esa separación entre ciencias y humanidades es letal. Huxley decía que no son dos cosas distintas, sino dos lados de la misma cosa. Los grandes descubrimientos de todas las disciplinas suelen venir del contacto entre ellas. Las ideas surgen en los almuerzos, en los cafés, cuando grandes mentes de todos los ámbitos dialogan y se inspiran mutuamente. Mira lo que pasó en la Residencia de Estudiantes. Es que las cosas no pasan por casualidad.

P: ¿Por qué hemos dado más relevancia educativa a los referentes humanísticos y no tanta a los científicos?

R: Es curioso. Mira, hay una anécdota que se ajusta mucho a esto. Yo soy profesor de histología. Y, enseñando el tejido del hueso compacto, los profesores decimos que es el hueso Havers. Clompton Havers fue un investigador inglés que lo describió a finales del siglo XVIII. El hueso esponjoso, por otro lado, fue descrito por primera vez por el español Crisóstomo Martínez. Pero nadie llama a ese hueso el hueso Martinesiano. Es una tontería, pero no deja de ser llamativo que le pongamos nombre si viene de un inglés pero no si viene de un español. De alguna forma, parece que tenemos asumido que la única España que ha sido esplendorosa alguna vez ha sido la humanística. Hablamos de Lope, de Quevedo, de Machado, de Lorca. Me parece maravilloso, por supuesto. Pero creo que deberíamos conocer más nuestras figuras científicas. Porque forman parte de nuestro legado. Hablar de Celestino Mutis, por ejemplo. De los descubrimientos de algunos elementos de la tabla periódica. De la obra de Jorge Juan. En fin, podría seguir así durante mucho tiempo.

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