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Ricardo Artola

Fernando García de Cortázar: el hombre sin complejos

Decía que, si los historiadores renunciaban a escribir de lo más reciente, lo harían los periodistas. Sin complejos. 

Decía que, si los historiadores renunciaban a escribir de lo más reciente, lo harían los periodistas. Sin complejos. 
El historiador Fernando García de Cortazar. | EFE

Parafraseando el título de la gran novela de Robert Musil, podemos decir que Fernando García de Cortázar era el hombre sin complejos. Durante décadas, nos demostró que su brújula era la moral, el legado recibido de sus padres acrecentado por sus estudios, lecturas, vivencias y reflexiones.

Fernando entró en mi vida muy a principios de los años noventa. Primero con su atrevida Los pliegues de la tiara (una historia del papado en el siglo XX) que me consta que le causó problemas con su orden, los jesuitas. Sin complejos.

En aquella época se había aprobado una nueva asignatura que le fascinaba: la historia del mundo actual, desde 1945 hasta nuestros días. Él fue pionero en escribir un libro sobre la nueva materia. Decía que, si los historiadores renunciaban a escribir de lo más reciente, lo harían los periodistas. Sin complejos.

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Pero el gran encuentro, que cambio nuestras vidas de manera radical fue la Breve historia de España. Le encargué un libro con ese título en un momento en que no había aparecido ninguna síntesis sobre nuestra historia desde la muerte de Franco, es decir durante una generación. Por entonces reinaban las historias regionales y autonómicas.

El éxito del libro fue inmediato y explosivo: se vendió una edición en una semana, otra a la siguiente, otra a la siguiente, todos íbamos con la lengua fuera, muy por detrás del mercado. Al final del año llegamos a 150.000 ejemplares vendidos. Yo creo que allí le picó el gusanillo del éxito editorial, que le iba a durar el resto de su vida y le convirtió en un autor muy especial. No era el dinero (no diré que lo despreciaba, pero no lo apreciaba), ni la fama, era otra cosa mucho más difícil de entender y explicar, quizá, simplemente, tener lectores…muchos. Influir en sus contemporáneos.

Siempre he dicho, a propósito de "la breve" (así la llamaba Fernando, precisamente para abreviar), que con los libros hay éxitos, grandes éxitos y fenómenos sociales. Aquel bendito libro fue, obviamente, un fenómeno social porque no solo tuvo una increíble difusión para un libro de historia, sino que se vendieron los derechos a varios países y marcó un hito en la historiografía popular española. Hizo que se vendieran más libros de historia y que otros, historiadores o periodistas, novelistas o filólogos, probaran suerte en la divulgación de nuestro pasado.

A propósito de la "Breve", Fernando, saltándose los usos y las convenciones sociales, incluyó, en pie de igualdad (insistió mucho), el reconocimiento de José Manuel González Vesga como coautor, por su contribución a la obra. ¿Y qué tiene de extraño? Que José Manuel era por entonces vigilante nocturno de una dependencia municipal del ayuntamiento de Bilbao…además de historiador y un hombre de grandes lecturas. Se podrá decir que es lo justo, pero ¿alguien piensa que también era (o es) lo habitual? Sin complejos.

Desde aquel éxito cultivó y agasajó a sus lectores, fieles o potenciales. Uno de los momentos cumbre del calendario anual de Fernando eran las firmas en la Feria del Libro de Madrid. Me consta el interés, cariño y preocupación con que se tomaba esa cita, donde se esmeraba en hacer largas dedicatorias personalizadas. Y cómo interactuaba con los lectores, aunque finalmente no se llevaran el libro o aparecieran con un papelito para que se lo dedicara. Sin complejos.

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Del resto de la obra de Fernando yo destacaría el Atlas de historia de España, o el análisis de dos fenómenos quizá contrapuestos de nuestro pasado: los perdedores y los mitos. En los últimos años tuve la suerte (y volvió a cambiar mi vida) de publicarle dos joyas donde él volcó su madurez y yo todo el cariño que le profesaba a él y la admiración a su palabra: Viaje al corazón de España e Y cuando digo España. En conjunto dos guías imprescindibles para cualquiera que ame o esté interesado en este país.

Su enorme inquietud libresca le llevó a abordar otros campos próximos pero muy distintos. El ensayo infantil, con dos títulos a los que tenía mucho cariño y que, año tras año, seguía firmándolos en la Feria. Supongo que veía, como es lógico, a sus lectores adultos del futuro en aquellos chicos tímidos que recababan su firma. También hizo dos incursiones en la novela. Solo le faltó dar el salto a la poesía que cultivaba como lector con verdadera fruición y trasladaba a sus libros sin complejos.

Su lucha pionera y constante contra la ETA y los nacionalismos excluyentes, negadores de España, fue una de sus señas de identidad. Le obligó a llevar escolta durante doce años, pero no le hizo flaquear en sus convicciones. Sin complejos.

En relación con el punto anterior, España fue uno de sus grandes amores, expresado, como no, sin complejos.

Fernando era un hombre emocional, de lágrima fácil, cosa que, viniendo de dónde venía y de la época que le había tocado vivir, me parece una grandísima virtud. Yo le vi llorar muchas veces (mucho más de alegría que de pena), pero quizá ninguna como cuando le entregué el primer ejemplar del Viaje al corazón de España (precisamente al corazón). Él había escrito todos los textos, pero no había visto algunos elementos del libro, incluyendo el conjunto. Mientras se lo iba explicando, comenzó a llorar, mansamente, de felicidad, y me contagió. Sin complejos.

Fernando, que disfrutaba de la vida con pasión, y tenía un carácter benévolo, era, sin embargo, implacable con lo que llamaba "voluntad de estilo", es decir, que los textos estuvieran bien escritos, con intención de deleitar, además de instruir. No se perdonaba a sí mismo no hacerlo y, desde luego, tampoco lo "aceptaba" en los demás. Sin complejos.

Por todo ello, Fernando García de Cortázar, que terminó su viaje, nos deja un legado múltiple, no solo con su obra, que espero que se siga leyendo muchos años, sino con su ejemplo de vida. Muchas gracias Fernando, al igual que muchos de tus lectores, yo hoy, sin ti, sería una persona peor.

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