Comida de prensa, este jueves, en un restaurante a tiro de piedra del Congreso, con un ejército de fotos de políticos –Núñez Feijóo, Olona, Suárez Illana por partida doble, etcétera– en una pared y banderines del Rayo Vallecano y del Athletic de Bilbao. Convoca Ediciones 98, que recupera las Páginas de geografía errabunda de Camilo José Cela, especie que malvivía por cuatro perras, como escondida, en las librerías de segunda mano y que alberga "relatos de puro vagabundaje" por Ávila, La Mancha, Extremadura o Cádiz. "Un puro divertimento revestido del más estricto rigor literario", proclama la editorial.
Homenajeo a la reina de Inglaterra gastando puntualidad británica y llegando al sarao cinco minutos antes de lo estipulado. Me encuentro, solo, a Camilo José Cela Conde, hijo del mejor novelista español de los últimos cien años –Javier Marías fue otro genio, pero su medalla es de plata; Carmelo Jordá, en este sentido, me dice: "Hay gente que piensa que el siglo XX empezó en los ochenta"– y primer evangelista del marqués de Iria Flavia. Me cuenta que las iniciativas previas a la pandemia del Centro de Encuentro Literatura y Arte (CELA) de Almonacid no se han retomado y que hay ganas de "hacer algo nuevo" en torno a "algo tan difícil como recomendar a un clásico". Cuando le pregunto por el volumen rescatado por Ediciones 98, me emplaza a esperar al editor, que es el que sabe. Conversamos sobre los libros de viajes de su padre: "Cambió el género. Hay un antes y un después tras la publicación de Viaje a la Alcarria. Los personajes son tan importantes como los edificios".
Arriban el editor y el resto de compañeros periodistas. Jesús Blázquez, de Ediciones 98: "Pretendemos recuperar obras olvidadas de grandes autores o a grandes autores olvidados". Afirma que Cela es un escritor "arrinconado" y anuncia que, tras Páginas de geografía errabunda, resucitará Balada del vagabundo sin suerte y otros apuntes de viaje. "Hay una serie de autores –continúa–, como Cunqueiro, Cela o Fernández Flórez, que han caído en el ostracismo, o que no están editados como se debe". Centrándose en el firmante de La colmena, enumera dos objetivos: el primero, reivindicarlo; el segundo, desempolvar "su obra más desconocida".
Después, servidos los meros, las rayas –el pez, se entiende– y el mejor solomillo del mundo –nada que envidiar al del Varela–, Cela Conde lamentó que su padre, el faro de la literatura española de posguerra, "por la razón que sea, ha desaparecido de las referencias literarias actuales". Opinó que "el Cela personaje" le acabó perjudicando: "Mi padre, en mi casa, no decía tacos; sólo los soltaba ante la prensa". Recordó que "todo es heredero de Pascual Duarte" y que cuando su padre le pidió a Pío Baroja que le prologara la novela, éste se negó diciéndole: "Joven, si quiere ir a la cárcel, vaya usted solo". "Tenía la obsesión", añadió, de "no repetir nunca la fórmula. Hay un lenguaje común, pero sus libros son muy diferentes entre sí". Es verdad. Oficio de Tinieblas 5 se parece muy poco, por ejemplo, a Pabellón de reposo. Sin embargo, comparten, y se nota, la misma savia literaria, tan brillante y tan enmarañada en la amnesia colectiva. A ver si se revierte el asunto.