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La ira del judío que logró huir de Auschwitz y alertar al mundo, pero no le creyeron

El periodista británico Jonathan Freedland publica El maestro de la fuga, un relato "cuidadoso y fidedigno" de esta increíble historia.

El periodista británico Jonathan Freedland publica El maestro de la fuga, un relato "cuidadoso y fidedigno" de esta increíble historia.
Auschwitz fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo. | David Alonso Rincón
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Walter Rosenberg, un joven judío prisionero en Auschwitz, memorizó cada detalle de aquella fábrica de matar en masa: sus instalaciones, los protocolos, los horarios de llegada de los trenes, el número de pasajeros y su lugar de origen, las rutinas de los soldados…todo hasta ser un auténtico experto en su funcionamiento. Sabía que, si quería alertar al mundo de las atrocidades que allí ocurrían, debía ofrecer el máximo de pruebas posibles. Luego trazó un plan de huida que logró ejecutar junto a otro compañero. Una vez fuera, sintió que su esfuerzo había sido en vano. El periodista británico Jonathan Freedland publica su historia en El maestro de la fuga, un relato "muy cuidadoso, basado en cartas y testimonios, sin lugar a la imaginación" sobre la increíble historia de este joven.

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Rudolf Vrba | Cortesía de Robin Vrba

Nacido en la parte eslovaca de Checoslovaquia en 1924, Walter Rosenberg, como tantos miles, acabó en Auschwitz. Su suerte, si así se puede considerar, es que fue destinado a la sección conocida como Canadá, donde se recopilaban y clasificaban las propiedades robadas a los judíos. Allí gozó de mayor capacidad de movimiento lo que aprovechó para planear su fuga con el fin último de contar la existencia de cámaras de gas. "Era tan difícil de concebir que, incluso, los que estaban allí no se daban cuenta de lo que sucedía. No había pasado en la historia de la humanidad. Walter tardó varias semanas en darse cuenta y, aunque era muy joven, sabía que la única manera de convencer a la gente de que aquello era real era ofrecer un gran volumen de datos".

En libertad, Walter adoptó el nombre de Rudolf Vrba, que mantuvo hasta el final de sus días, y elaboró el Informe Auschwitz o Informe Vrba-Wetzler – en alusión a su compañero de fuga, Alfred Wetzler -. Trataban de conseguir el bombardeo de las vías de tren que llegaban hasta ese campo de concentración, "esas líneas transportadoras hacia la muerte". Debían evitar que los judíos húngaros, los siguiente en la lista, tuvieran el mismo final que los de Eslovaquia, Francia, Países Bajos, Bélgica, Grecia y Polonia.

Sin embargo, se dieron contra un muro de burocracia e incredulidad y los trenes siguieran llegando. El informe se desestimaba o no lograba una reacción firme. Ni en Washington ni en Londres ni en el resto de países europeos. "Hoy apenas se habla de esto", sostiene Freedland. "Hay que mostrar cierta comprensión hacia estos líderes judíos que se vieron en un dilema moral sin precedentes. Se les dijo: ‘O vosotros reunís a estas personas, y suavizáis el golpe, o lo hacemos nosotros. No podemos juzgarlos desde nuestro punto de vista. ¿Podemos decir qué haríamos en esa situación?", añade.

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Boceto del informe de Vrba y Wetzler de Auschwitz

Rudi Vrba, sin embargo, sí que se sintió con la capacidad de juzgarlos. "Estaba muy enfadado con aquellos que fracasaron a la hora de trasmitir su advertencia. Él había hecho lo difícil y sintió que le fallaron. Durante décadas, levantó el dedo acusador contra ellos y nunca dejó de hacerlo", cuenta el periodista británico. Señaló a hombres de la Iglesia, políticos y funcionarios. Arremetió contra Rezso Kasztner, líder judío húngaro, que "quería llegar a un acuerdo con los nazis para sus propios intereses". Pactó salvar a unos cientos, algunos "a través de sobornos", a cambio de silenciar el informe, dejando a cientos de miles de judíos a su suerte.

Vrba escribió hace sesenta años unas memorias tituladas No puedo perdonar. "La gente asumía que aquellos a los que no podía perdonar eran Hitler, las SS y todo el organigrama nazi, pero no. Su primera mujer me dijo que se refería a aquellos que no habían trasmitido su advertencia. Obviamente, no perdonó a los nazis, pero la ira que sentía contra todos le acompañó toda su vida. Creía que 437 mil judíos húngaros se podían haber salvado si su informe se hubiera trasmitido".

Roosevelt, Churchill y el Papa

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La nota de Winston Churchill en respuesta al informe de Rudi

Este informe detallado, finalmente, llegaría a manos de Franklin Roosevelt, Winston Churchill y el Papa. "Churchill se mostró favorable a bombardear las vías del tren si así se salvaban judíos, pero no lo hizo. ¿Por qué? Los historiadores aun debaten sobre ello", dice Jonathan Freedland. "Roosevelt, en cambio, estaba más reticente con este plan porque temía que si bombardeaban las líneas férreas morirían muchos más", añade.

Ni Churchill ni Roosevelt, sostiene el periodista y escritor, "querían que la opinión pública pensara que la guerra se libraba por salvar a los judíos". Temían, dice, el antisemitismo de la época. "Pensaron que lo mejor que podían hacer era derrotar a Hitler, y este fue su enfoque, en lugar de centrarse en los campos de concentración. 80 años más tarde sigue siendo una cuestión controvertida".

En cuanto al Papa, Freedland sostiene en el libro que hubo muchos curas que le presionaron para que se pronunciase y declarase que aquellos católicos que colaborasen con la deportación de judíos irían al infierno, pero no lo hizo. "Solo escribió al líder de Hungría para que parase las deportaciones de judíos cuando el informe era de dominio público y se había publicado en prensa".

El primer artículo periodístico apareció en Suiza, país neutral, el 24 de junio del 44. "Muchos directores de periódicos creían tener el deber patriótico de solo publicar lo que sus gobiernos decidiesen para no entorpecer la guerra".

"Una vida plena, pese a todo"

Tras escapar de Auschwitz, Rudi Vrba se integró en la resistencia eslovaca y combatió al menos en nueve batallas contra unidades de las SS. Escribió sus memorias, fue entrevistado en distintos medios de comunicación e, incluso, fue testigo en juicios contra los nazis. "Creo que a pesar de todo es poco conocido porque era incómodo, nunca dejó de señalar a los culpables", dice el autor del libro, quien encontró a la primera mujer del protagonista con 93 años en Londres y se entrevistó con su segunda esposa, que aún vive. "Pude retratar toda su vida. En este libro, quería incluir el impacto de lo que había pasado en él y en las generaciones posteriores. Me sorprendió que no estuviera más dañado. Consiguió vivir una vida plena después del Holocausto, aunque en sus memorias deja claro que nunca se escapó de la sombra de Auschwitz".

El maestro de la fuga está considerado como uno de los mejores libros de 2022 por Time o The Guardian, entre otros. Jonathan Freedland es columnista de Guardian y excorresponsal extranjero. Escribe un artículo al mes para The Jewish Chronicle y publica regularmente en el New York Times y en la revista bimensual New York Review of Books.

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