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Pedro de Tena

Por una lírica, o épica, de la derrota

'Nostalgias, lamentos y pesares', de José Luis Roldán Murillo, es un libro de versos que expresa el sentir de la generación que cumple los 70 años.

'Nostalgias, lamentos y pesares', de José Luis Roldán Murillo,  es un libro de versos que expresa el sentir de la generación que cumple los 70 años.
Detalle de la portada 'Nostalgia, lamentos y pesares'. | ExLibric
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José Luis Roldán Murillo.

Hay vidas importantes que no lo parecen. Como han tenido valor pero no precio, no pueden objetivarse ni comprarse. Tampoco se han exhibido en las ferias de la comunicación ni han aspirado al reconocimiento público. Por eso son vidas incógnitas salvo para los que se cruzan con ellas en el tráfico de los días. A lo sumo, pueden conocerse, comprenderse y, en su caso, admirarse o no. Naturalmente, para que los más puedan dirimir su decisión, es preciso que, por una vez, estas existencias acepten la pena de escaparate, la tribulación de estar a la vista de todos y el mal rato de someterse al escrutinio de desconocidos. El libro Nostalgias, lamentos y pesares, representa este momento en la vida de José Luis Roldán Murillo.

Dentro de las generaciones, hay sub-generaciones. Este es un libro de versos que expresa el sentir de una de ellas, que cumple ahora los 70 años y se enfrentó al franquismo desde la izquierda. Por hacerlo, se distanció de la tradición, de su familia, rompió amores, abandonó deberes y profesiones, arriesgó la bolsa y el alma y finalmente comprendió que estaba equivocada. Fue entonces cuando comenzó a perder lo que le quedaba desafiando a los triunfantes sin anclaje en tierra firme alguna. Hoy transita, transitamos, por un limbo que hace de la crítica y la verdad su eje vital pero que ha perdido la inocencia y el músculo.

El título no es una maniobra de distracción. En sus tres palabras se adivina toda una inclinación por el pesimismo tan frecuente en la literatura española desde las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. En este caso, los versos y poemas que se suceden van dedicados a su madre, doña Nati Murillo, todo un personaje femenino que no entrevió su paisano don Juan Valera, que transitaba por salones y boatos bien distantes de la necesidad de sobrevivir con decencia para criar a unos hijos sobrevenidos de la costumbre y la aceptación, como hizo ella tras sufrir, ay, de amores imposibles.

Conocí a doña Nati – permítanme la íntima incursión -, tanto en su Cabra natal como en Sevilla donde supe que había sufrido directamente el bombardeo republicano sobre la población civil ordenado en septiembre de 1938. Con ese motivo como excusa, la entrevisté durante horas. En ese tiempo, salió de la oscuridad una vida digna de ser reconocida y que, como la de su hijo ahora, se adentró en "otro mundo", así lo dijo, en el que su alma fue expuesta a otros ojos.

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Nostalgias, lamentos y pesares es el primer libro de poemas de José Luis Roldán, abogado y ex alto funcionario de la Junta de Andalucía que ronda los 70 años. Pero tal resumen dice muy poco de su contribución a la vida española. De familia liberal conservadora con alcalde de Cabra en el coleto genealógico, fue un joven comunista radical del entonces PTE que no calcinó sus principios morales en el altar de la política. Con el paso del tiempo, como tantos otros, fue rolando hacia posiciones liberales y democráticas incompatibles con el marxismo.

Si digo que, además de su inclinación poética, ha defendido la idea de una Administración Pública honrada, eficaz, neutral y servida por personas de mérito y capacidad reconocidos en acceso limpio y reglado, no por enchufados, estoy diciendo que este afán le convirtió en uno de los adversarios más resistentes del régimen de la "tela de araña" impuesto por el PSOE y los restos de IU y de los andalucistas a todos los ciudadanos.

Él, con otros, ha aportado mucho para que un cambio real y moral en España y en Andalucía fuese posible. Cuando el gobierno del PP tampoco cumplió con sus promesas, Roldán Murillo optó por la vida retirada, sin reconocimiento alguno a pesar de haber sido el famoso Max Estrella, su seudónimo de batalla, que redactó el llamamiento razonado a la manifestación de los empleados públicos andaluces más importante de la historia. He creído que esta breve semblanza era necesaria para entender los versos de este poemario que ahora ofrece.

Si aquel otro Roldán, el del cantar, hubiera escrito sus propios versos, serían los versos de un derrotado pero es sabido que las derrotas, a veces, son más hermosas y recordadas que las victorias de los ganelones y se sitúan casi siempre a la altura del lirismo más desgarradoramente auténtico. ¿Qué somos realmente salvo unas figurillas atrapadas "en el tablero de las negras noches y los blancos días" resopla con el Borges de la cascada divina de los trebejos? Se siente un "modesto peón de torre", alejado de todo centro y atención dispuesto a la derrota final.

José Luis Roldán gusta de lo clásico, del Siglo de Oro español más quevediano y lopista que gongorino, conceptista de metro reglado como el soneto, hoy tan evitado por los que creen que poesía es cualquier cosa, o libre pero disciplinado. A veces une a Lope y Góngora en su soneto al calor sevillano: "Recontar las ovejas del rebaño…./Tórrido, recio, cálido, suave/aquí el verano dura todo el año./Esto es calor. Quien lo sufrió, lo sabe". Y a veces, colma de sátira política un romance no callando, aunque el dedo silencio avise o amenace miedo, ante los gerifaltes de hogaño que diría su amado Valle-Inclán.

Como Antonio Machado, recuerda su infancia, aquella felicidad sin angustia incapaz de intuir "lo que el hombre es capaz de hacerle al hombre" y dedica un treno al poeta cordobés de Almedinilla, Alfonso Sánchez Rodríguez, otro que prefirió a un derrotado de la generación del 27, el surrealista José María Hinojosa, al que rescató del olvido ya que no pudo librarlo del fusilamiento en Málaga por los milicianos que habían condenado el asesinato de su amigo Federico, cinco días antes en Granada.

Pero, a lo largo de sus páginas, se va apoderando del lector ese sabor conocido de la lírica de la derrota y del vencido que la primera generación que sufrió por recuperar la democracia siente ahora al ver la depravación a la que han contribuido sus buenas intenciones y su compostura moral. Si a ello unimos, el irremediable viaje hacia la decepción en que consiste la vida personal tras un idealismo simplista inoculado, tenemos todos los ingredientes para cocinar también toda una épica – así puede verse si se invierte el punto de origen -, del desánimo y el abatimiento. Lean estos versos:

"Tú sabes de estas cosas, no son nuevas,
digo de sufrimiento y soledad
- ¿de soledad me hablas, me dirás,
que ya llevo enterrados a tres perros? -.
….No te puedo ofrecer en mi impotencia
otro consuelo que gritar contigo."

Esto es lo que hacen los don nadies, los que arrastran los bloques de piedra de los templos mientras los reyes inscriben su nombre en los libros. "No tenemos historia los vencidos", salvo en la memoria de los que nos aman mientras vivan. Luego, la piedra sepultada entre ortigas. Es un pesar, que en voz baja, interior y entrañable, produce lírica y en voz alta deriva en lamento, en indignación o en latigazo épico.

Todo el poemario rezuma sentimiento de pérdida de un camino, ¿cuál?, que debió recorrerse pero que se borró del mapa del tesoro a golpes de ingenuidad y estupidez, la de los jóvenes, presas fáciles para piratas viejos. Se sabe ahora que muchos de aquellos años fueron estériles:

"Ahora sé que sólo/la estupidez conforta/. También la religión./ Mas ahora, en esta edad provecta/ ya es tarde para todo". Entre los fados de Amalia Rodríguez y La Eneida de Virgilio:

"¿Dime de dónde sacaré las fuerzas
para hacer frente a lo que no será,
o para rescatar lo que he perdido
si sabes que no sirvo para nada?"

Ni la amistad escapa a la mentira. "¡Ay, ,condición humana!", pero cuando un amigo, vaya, decide morirse de su mano surgen unos tankas que muestran que con imperfecciones y zurcidos que la amistad de unos pocos existe y es benéfica. O sea.

El libro de José Luis Roldán, durante un tiempo colaborador de Libertad Digital, es una balada biográfica, un cantar de gesta de quien ha luchado y supone que ha perdido. O eso cree, o no, porque cuando la tristeza, la soledad y la condena firme del reloj de arena parecen no disponer de burladeros, va el personaje y escribe lo que siente. ¿Acaso no comprende que está vivo y que sigue peleando?

Me he preguntado por qué es necesario leer este libro de versos, que ofrece poco amor y no aspira a la perfección. Ya lo sé, especialmente para la gente que ha vivido. El autor ha intuido, con Bergson, lo que la inteligencia analítica no puede alcanzar. Dentro de ese alud envolvente de experiencias, sentimientos e ideas que crece hasta el final y que es la vida, la personal y la social, se trata de ordeñar directamente el alma y beber de su zumo.

Pero, ¿qué? ¿Qué se ha perdido? ¿Cuál ha sido el error? "Nunca me he equivocado en nada salvo en aquello que yo más quería", murmuró Luis Rosales y resulta cierto. Libro este, el de José Luis Roldán Murillo, para las entretelas de una sub-generación del 75. No sé por qué se me viene a la cabeza la novela Morsamor (qué aguda combinación de dos palabras) de Valera, que va de ilusiones perdidas pero a lomos de un relato mágico de caballerías. Queda camino.

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