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Santiago Navajas

Martin Amis, estilista supremo, coraje lúcido

Lideró una hornada de irreverentes, divertidos y estilosos escritores ingleses que se comprometieron a resucitar el espíritu jovial de Cervantes combinado con el aura tenebrosa de Shakespeare.

Lideró una hornada de irreverentes, divertidos y estilosos escritores ingleses que se comprometieron a resucitar el espíritu jovial de Cervantes combinado con el aura tenebrosa de Shakespeare.
Martin Amis en 1991 | Cordon Press

Novelista, ensayista, memorialista, crítico. En todos los campos literarios, estilista supremo, Martin Amis ha muerto a los 73 años de un cáncer. Cuando los estructuralistas y asimilados peñazos franceses dictaminaban que la novela había muerto (proyectando su cansino aburrimiento vital y su exasperante falta de imaginación crítica), Martin Amis lideró una hornada de irreverentes, divertidos y estilosos escritores ingleses (Ian McEwan, Julian Barnes, Kazuo Ishiguro) que fue el que se llevó el Nobel de todos ellos)) que se comprometieron a resucitar el espíritu jovial de Cervantes combinado con el aura tenebrosa de Shakespeare, todo ello agitado, no mezclado, según el modelo revolucionario de Tristram Shandy de Lawrence Sterne.

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Dinero fue un rayo literario. Koba el Temible, un relámpago ensayístico sobre la miseria del comunismo. Me pilla la noticia de su muerte con La Zona de Interés, su trueno final, con fascinantes protagonistas nazis. Martin Amis concebía la literatura, como decía, al modo cervantino, irónico, y shakesperiano, terrible. Como típico estudiante de Oxford, era irreverente y excéntrico, siguiendo la tradición familiar porque su padre era el también intempestivo Kingsley Amis y sin desentonar de la banda de intelectuales políticamente incorrectos que eran sus colegas y amigos, empezando por Christopher Hitchens, con el que tuvo un par de desencuentros intelectuales, al acusarle Amis de haber coqueteado con el estalinismo, que se resolvían no a primera sangre en duelo de espadas, como habría ocurrido en el siglo XIX, sino con el más banal, pero también más civilizado método de cruzar pintas de cerveza en un pub.

Cabe describir el alto estilo desgarbado de Amis como él mismo describió el de su admirado Borges

Lo que me sorprendió al releerlo es cuán juguetón y chistoso es y qué alegría produce ver cómo su prosa se mantiene al paso de su imaginación tumultuosa y la controla.

El sentido del humor de Amis

Pero el sentido del humor de Amis no le quita un ápice de seriedad y profundidad. A años luz de los pedantes culturetas que impostan la voz para aparentar sentido filosófico, Amis era capaz de combinar una prosa diáfana con un rigor exquisito y un coraje intelectual si parangón a la hora de enfrentar los problemas de nuestro tiempo, sin ganas de refugiarse en blindadas torres de marfil. Amis era un referente de los que pensamos que mucho mejor que la expresión "libertad de expresión" es "libertad de discusión". A veces se equivocaba, pero era capaz de reconocer su error, mostrando que el que mete la pata hasta el corvejón es, de todos modos, alguien que piensa a lo grande si es capaz también de pedir perdón en cuanto reflexiona sobre lo dicho a bote pronto.

Como su admirado Vladimir Nabokov, Martin Amis podría haber escrito un libro llamado "Opiniones contundentes". Como su venerado John Updike era capaz de combinar el sexo, la fe, el sentido de la vida, el sinsentido de la muerte, la amistad y el café negro en un solo párrafo. Como su idolatrado Saul Bellow le gustaba mostrar lo bajo de la cultura desde lo alto del estilo. Martin Amis es abrir el New York Times por la mitad, encontrarse dentro el New York Post y alegrarse por ello.

Cuando Jomeini decretó una condena a muerte al novelista Salman Rushdie, Amis tuvo un enfrentamiento dialéctico con el entonces príncipe Carlos porque este se negó a apoyar al novelista, ya que, defendió el aristócrata, si alguien insulta las convicciones más profundas de otra persona, debe cargar con las consecuencias (con Carlos estaban también George W. Bush y José Luis Rodríguez Zapatero, lo mejor de cada casa). Amis entonces respondió que "una novela no pretende insultar a nadie. Pretende dar placer a sus lectores. Una novela es una empresa esencialmente lúdica".

Pero también es cierto, como mostraron Cervantes y Shakespeare, que no hay nada tan serio como el humor. Así que no hay nada que moleste tanto a los retrasados, los ignorantes, los zafios, los fanáticos y, estos son los peores, los cobardes que el humor, sobre todo cuando es inteligente. Si no cae usted en alguna de las categorías mencionadas, Martin Amis es su novelista y puede resucitar su vibrante humor negro, la orfebrería de su prosa incandescente y, sobre todo, el espíritu jovial de los que nunca mueren porque mientras vivieron apuraron el cáliz de la existencia hasta la última gota, haciendo de su vida una obra de arte, en este caso, literaria.

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