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'Eso que llamabas paraíso', una infancia interrumpida por ETA

Ricardo Casas, hijo de una víctima de la banda, y Francisco Uzcanga, hijo de un donostiarra extorsionado, cuentan cómo fue ser niño entonces.

Ricardo Casas, hijo de una víctima de la banda, y Francisco Uzcanga, hijo de un donostiarra extorsionado, cuentan cómo fue ser niño entonces.
Funeral de Enrique Casas en San Sebastián. | Archivo / Europa Press

Ricardo Casas y Francisco Uzcanga se conocieron en 1978, cuando eran compañeros en un colegio de San Sebastián. Compartieron recreos y estudios, pero también el miedo a ETA. Ricardo fue testigo del asesinato de su padre, el político socialista Enrique Casas, en 1984. Francisco se mudó a los 14 años a Madrid con su familia tras ser extorsionados por la banda terrorista. Juntos acaban de publicar sus vivencias de niñez, inscritas en la historia reciente del País Vasco en Eso que llamabas paraíso (Libros del KO), un paraíso, eso sí, de plomo, "un paraíso con algo de infierno más aún para quien habría de vivir en la casa de un político" (pág.41).

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Dos hombres, vestidos con monos de trabajo, entraron en el domicilio de Casas y, delante de su familia, lo asesinaron a tiros. Tenía apenas 40 años. Richard, como era cariñosamente apodado por sus amigos en el colegio, estaba en la habitación tocando el piano. Los asesinos dejaban "una familia destrozada y perpleja. Con el futuro escamoteado" (pág.100).

Esta escena quedó grabada en Ricardo, por supuesto. Pero también en su amigo Francisco que, décadas más tarde, le llevó a escribir este libro. "Estaba en casa con mi hijo de 17 años, la edad que tenía entonces Richard, y llamaron a la puerta dos operarios vestidos de trabajo. Me sobresalté porque reviví la escena de cuando el padre de Richard abrió la puerta a sus asesinos. Subí a mi despacho, le escribí y empezó todo a rodar. La única condición que me puso para escribir su historia es que fuera en un libro conciliador y que me implicara yo también con mi historia", cuenta Francisco Uzcanga a Libertad Digital.

"He intentado explicar ese momento de forma que aportara algo al lector sin que me hiciera daño, con cierta distancia emocional", reconoce Casas, que recuerda que su padre había ido a funerales de otras víctimas pero a él "le sonaba muy lejano". "Como adolescente, no tenía conciencia de que pudiera ocurrir un atentado contra mi familia. Nunca sentí miedo". Después de aquello, se fue al extranjero: "Perdí la conexión con la ciudad. Durante mucho tiempo, al acercarme a la que fue mi casa, sentí escalofríos. El miedo estaba ahí".

En este libro, Casas reconoce que el asesinato de su padre cambió la percepción que la sociedad tenía sobre las víctimas de ETA: "El impacto fue muy grande, marcó un punto de inflexión. Lo equiparo con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que creó un clamor en la sociedad. Provocó que la sociedad civil se distanciara cada vez más de ETA".

En el caso de Francisco, el asesinato del padre de su amigo le provocó "un bloqueo", un rechazo hacia todo lo que venía de su tierra. "Decidí no querer saber más del País Vasco".

"Ahora todo es más fácil, pero el reencuentro con el País Vasco sufrió vaivenes. Estuve a punto de capitular durante el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Me echaron también para atrás los ataques a la librería que compartía nombre con nuestro perro Lagun: Heinrich Heine predijo que allí donde se queman libros se acabarían quemando a personas, y en mi ciudad se hacían las dos cosas a la vez". (Pág.133).

Impuesto revolucionario

Francisco se fue de San Sebastián con 14 años. "Mi padre no nos dijo que estábamos amenazados, sino que había encontrado otro trabajo. En mi casa no se hablaba de política. Mi padre era un donostiarra de pura cepa y nunca llegó a entender el por qué. Frustraron a mi padre. Tenía rabia, miedo y perplejidad. Era difícil convivir con una persona a la que le habían amargado la vida. No era un gran empresario, ni éramos ricos, ni era político. Había mucha gente normal amenazada y eso no se sabe, casi no se habla. Le podía pasar a cualquier. Muchos amenazados pagaron o les daba vergüenza contarlo. Empezó eso que llaman la socialización del sufrimiento".

"Mi infancia fue feliz pero cuando he vuelto la vista atrás me he dado cuenta de que viví cosas que no eran normales. Te lo tomabas con la normalidad de los niños. Si había una huelga general, nos alegrábamos por no tener colegio; las pedradas y los disturbios eran normales", recuerda. "Este libro intenta dejar testimonio de una época que fue muy dura, independientemente de cómo la vivimos. Mirando al pasado, no era una época tan feliz como parecía".

El lector no debe llevarse a equívocos. En este relato de infancia tienen cabida Los Beatles, Oscar Wilde, encapuchados destrozando escaparates, Strauss, pelotas de goma en los balcones, Enrique Múgica, mucho cine mudo y manifestaciones por el fin del terror. En realidad, ETA no es la protagonista sino que se cuenta cómo fue vivir en San Sebastián en los 80 pese a ETA. "Yo quería escribir sobre Richard. Su infancia fue muy dura, mucho más de lo que damos a entender, el trauma de su adolescencia con el asesinato de su padre, su carrera de médico que también está llena de vaivenes y su actividad como pianista. Tiene una vida muy literaria", explica Uzcanga. "No es la historia de una víctima del terrorismo porque su vida no se reduce a eso", añade.

Eso que llamabas paraíso "no es un libro didáctico ni pedagógico ni quiere servir como modelo porque cada víctima del terrorismo tiene derecho a reaccionar como quiera". "Si sirve para que las nuevas generaciones recuerden lo que ha pasado y que nunca más vuelva a ocurrir, me doy por satisfecho. Entiendo perfectamente que muchas personas sigan sintiendo odio y rencor", dice Uzcanga.

Casas apuesta por hacer un "relato profesionalizado por historiadores neutrales" y "que exista el conocimiento de lo que pasó, hacer una enseñanza didáctica de lo que pasó, pero sin morbo ni intereses políticos".

Francisco Uzcanga y Ricardo Casas. Eso que llamabas paraíso. Editorial Libros del KO. Páginas: 154. Precio: 18,9 euros.

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