
Isabel San Sebastián (Chile, 1959) ha encontrado una veta muy fértil en la Reconquista, un periodo épico repleto de grandes personajes que forjaron la España de hoy (La peregrina, 2018; Las campanas de Santiago, 2020; y La dueña, 2022). Esta vez acompaña al lector hasta el siglo XII, al Reino de León, con La Temeraria (Plaza y Janés), protagonizada por la reina Urraca.

En plena ofensiva almorávide, con la cristiandad acorralada, Urraca (1081–1126), hija de Alfonso VI y legítima heredera al trono leonés, contrae matrimonio con Alfonso I de Aragón, el Batallador, cumpliendo la última voluntad de su padre recién fallecido. Tuvo "una vida de novela", con enemigos dentro y fuera de los muros de su castillo. Tuvo amantes, hijos fuera del matrimonio, un marido maltratador y la amenaza del condado de Portugal, regido por su medio hermana, Teresa.
PREGUNTA. ¿Qué hizo la reina Urraca para ser la protagonista de su nueva novela?
RESPUESTA. Fue la primera reina de pleno derecho que hubo en España y en Europa. Fue una mujer extraordinaria con una vida novelesca en sí misma. Tuvo que luchar contra su marido, contra su medio hermana, contra su hijo, contra los prejuicios de la época. Se empeñó en ejercer el poder y en sentarse en el trono cuando se había convertido en un potro de tortura. Reinó de una forma peculiar para la época. Firmó decretos en los que especificaba que los privilegios, derechos y obligaciones eran aplicables para hombres y mujeres por igual.
P. Una mujer muy relevante que no está reivindicada por el feminismo actual. ¿Por qué?
R. Es que creo que ni la conocen. Para más inri murió un 8 de marzo, el Día de la mujer. Fíjate si se podría reconocer esta mujer como pionera del empoderamiento femenino. Fue reina porque su padre la nombró heredera, pero podría haber cedido a las pretensiones de su marido y cederle el poder. Ni el feminismo ni la izquierda la conocen. A poco que la conozcas, hay que reivindicar su figura.
P. Firmaba como "Emperatriz de España". Me parece un buen argumento para los que niegan la existencia por entonces de España.
R. Resulta muy necesario de recordar ahora que cada vez hay más gente que discute la existencia de España en esa época y la sitúa en el siglo XIX directamente. He llegado a leer que no existía ni como idea en el siglo XII. Pues existía, ella firmaba así.
P. Vivió en un tiempo muy misógino. ¿Hubo un intento de ensuciar su imagen?
R. Efectivamente. Se le tildó de temeraria, de engañadora, de asoladora de reinos. Todos los males se le achacaban a ella. La enterraron entre su padre y su hijo. La emparedaron ahí. Su padre pasó a la historia como Alfonso el bueno y su hijo como Alfonso el emperador. Ella, como Urraca la temeraria. Las crónicas medievales son extremadamente misóginas, escritas por clérigos muy misóginos.
P. Pero, ¿fue temeraria?
R. No. Si empeñarte en ejercer tus derechos es temerario, entonces fue temeraria. Ella hizo lo que tuvo que hacer para mantener el reino de León y eso fue vestirse de hierro y enfrentarse en el campo de batalla con su marido, que le quería quitar el reino. Ella cambió de aliados según sus necesidades, fue arriesgada y mintió, pero no fue temeraria.
P. ¿Por qué ha elegido como narrador de esta historia a la doncella más cercana de Urraca?
R. Muniadona son mis ojos en esta novela. Es como si me hubiera desplazado hasta el siglo XII con una máquina del tiempo y me hubiera colado en la corte como espía. La sirvienta la mira como la miraría yo. Son ojos más amables, más comprensivos y , sobre todo, menos machistas.
P. En la novela se nota su admiración hacia Urraca, pero no la dulcifica. ¿Ella fue autoritaria como lo eran el resto de reyes medievales?
R. Sí. Es autoritaria, cruel, arbitraria, no es una reina constitucional como pueda ser algún día Leonor. Muniadona la mira con comprensión a las circunstancias en las que se tiene que mover y al tiempo que le toca que vivir. También se horroriza cuando se tiene que horrorizar, pero con mirada de ese tiempo. El presentismo es un error de nuestra época y deforma la historia. No se puede juzgar el siglo XII con mirada del XXI. Intento ser rigurosa, no solo con los hechos sino también con las mentalidades.
P. Vivió en una época de importantes conflictos políticos y sociales, pero ella además tenía al enemigo en casa.
R. La casaron contra su voluntad con el rey de Aragón, Alfonso I, a quien no le gustaban las mujeres. Las crónicas cristianas hablan de un monje guerrero y las musulmanas insinúan claramente que era homosexual. Odiaba a su mujer, la maltrataba, la detestaba porque le plantó cara. Le daba patadas y puñetazos. Ella se quejó en una carta que pasó a la historia. Lo denunció públicamente. Tuvo una vida espantosa hasta que pudo romper ese matrimonio, aunque a veces tuvo que aliarse con él con fines políticos. Por ejemplo, para hacer frente a los almorávides que estaban asolando los reinos cristianos.
P. Fue educada para reinar con formaciones de índole militar y política, ¿cómo a la princesa Leonor?
R. Hay cierto paralelismo porque cuando ella nació no había heredero varón, como pasó con Leonor, y se le inculcaron las mismas enseñanzas que a un varón: estrategia militar, rudimentos de política, equitación... Lo que explica que, cuando le llegó el momento, ejerciera ese poder sin considerarse menos que un varón. Eso es extraordinario porque en esa época las mujeres se sentían inferiores a los hombres. Tuvo amantes e hijos con esos amantes. Pero Leonor será una reina constitucional y Urraca fue una reina medieval hereditaria en una sociedad estamental. Ambas nacieron para reinar y y fueron educadas para ello.
P. ¿Qué papel jugó en la unión de los reinos cristianos?
R. Lo intentó en la medida que pudo. Sobre todo lo intentó su padre al pergeñar ese matrimonio. Lo que pasa es que las relaciones personales pesan más de lo que los documentos dejan ver. Su marido la odiaba, su convivencia era infernal. Esa unión de los reinos fue imposible porque su marido lo que intentó fue arrebatarle el suyo. Invadió la tierra de León, le declaró la guerra y le robó la corona.
P. Todos estos personajes medievales que recupera en sus novelas, ¿forjaron la España de hoy?
R. Gracias a todos estos personajes, España es lo que es. Conquistaron para nosotros el derecho a ser europeos, a ser occidentales, a vivir en el mundo libre y democrático. Eso se lo debemos a ellos. Fueron determinantes. De no haber existido, España sería homologable a Marruecos o Túnez. España es lo que es gracias a la Reconquista y pretender borrar o ensuciar esta gesta histórica, insinuar que nos hubiera ido mejor si hubiéramos seguido siendo musulmanes, es mostrar una falta de conocimiento, de respeto y de espíritu democrático y paritario muy notables.
P. Pero, ¿es desconocimiento o interés político?
R. Yo no entiendo como se puede declarar uno feminista y promusulmán. Si hay una cultura absolutamente machista a día de hoy, no en el siglo XII, es la musulmana. La vida de la mujer vale menos, la palabra de la mujer en un juicio vale menos. Incluso en los países que se rigen por una ley distinta a la sharia, que son los menos. Te hablan de las taifas y la tolerancia, pero, en realidad, hubo un momento brevísimo de tolerancia que no fue la mayor parte de la presencia musulmana en España. Los almorávides son equiparables al ISIS y los almohades peor. Ese momento de esplendor fue muy efímero. La mayor parte de la España musulmana conoció terror, brutalidad, rigorismo extremo islamista y persecución.
P. ¿Encuentra en la ficción un refugio ante el panorama político actual?
R. El panorama actual político es de una grisura que deprime mucho y la Reconquista terminó bien. Lo que llevo yo contado de la España actual, en temas como ETA por ejemplo, que es una batalla mía muy personal, ha terminado muy mal. Hemos perdido por goleada, me parece a mí. Los personajes de la Reconquista tienen una ética que yo echo mucho de menos en la España actual. Hoy no hay heroísmo, sino suciedad, una falta absoluta de honor y de grandeza. Me tengo que escapara a mis gestas medievales para sentir algo de grandeza.
P. Creo que no es la única que siente esa desafección por la política.
R. Ves las noticias más leídas y ninguna es de política, sino sociales, del tiempo o nutrición. La gente está muy desengañada y eso es muy peligroso. La libertad y la democracia hay que defenderlas porque si no se pierden. Esta España y esta Europa provoca desánimo, pero o defendemos los valores sobre los que se construyeron, es decir la libertad, igualdad, democracias y pluralismo, o las perdemos,
P. ¿Las manifestaciones contra la Amnistía, por ejemplo, sirven?
R. Ojalá sirvan, hay que hacerlas. Lo que no puede hacer uno es callarse y resignarse ante la mentira convertida en herramienta política, ante la normalización de la mentira como argumento. No nos podemos callar ante la ilegalidad, el abuso o la arbitrariedad, aunque te insulten y te llamen fango.
P. Participa en tertulias políticas. ¿Teme que los lectores no afines a sus ideas, no quieran acercarse a sus novelas?
R. Sé que hay muchos lectores que no se comprarán nunca una novela mía porque soy yo y en ellos prevalece el sectarismo sobre el amor a la literatura. Hay que asumirlo. Tomar posturas siempre entraña riesgos. También sé que hay quien se comprará una novela porque me apoya en la batalla. Una persona que no aprecia una música o una pintura porque su autor tiene una ideología diferente de la suya denota una pobreza intelectual muy notable.