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Mario de la Piedra Walter: "No todas las cosas interesantes de la vida pasan por la felicidad"

LD entrevista al neurólogo por su ensayo Mentes geniales (Debate, 2025): "Hay que evitar la idealización de la enfermedad y del artista que sufre".

LD entrevista al neurólogo por su ensayo Mentes geniales (Debate, 2025): "Hay que evitar la idealización de la enfermedad y del artista que sufre".
El médico y escritor Mario de la Piedra posando para Libertad Digital. | C.Jordá

Como a Terencio, a Mario de la Piedra Walter (Ciudad de México, 1991) nada de lo que es humano le es ajeno. Este neurólogo que, desde 2022, trabaja en el área de Neurología el hospital UKB de Berlín, ve en la ciencia la poesía del mundo porque, tal y como cuenta a LD: "Cuando aprendo algo del cerebro, de las estrellas o de física, eso expande mi asombro". Este lector de Fernando Pessoa, Borges y Juan Gelman acaba de publicar Mentes geniales (Debate, 2025), un libro de neurociencia sobre arte, o un libro de arte sobre neurociencia –que el lector escoja–, en el que aborda la relación entre los procesos mentales, la enfermedad y la creatividad, y en el que nos topamos con, entre muchos otros, Dostoievski, Virginia Woolf, Frida Kahlo, Andy Warhol o Vincent van Gogh. Conversamos sobre locura, drogas, tristeza y, evidentemente, genio creativo:

P: ¿A qué obsesión obedece este libro?

R: Nunca tuve clara mi vocación. Desde que me decidí por estudiar Medicina, siempre había una parte de mí que tiraba hacia las humanidades y la literatura. Después, gracias a maestros y a profesores, mi padre es un cirujano que yo considero un médico humanista también…, fui viendo que si quería entender al ser humano como un concepto en toda su esfera, tenía que agarrarme a otras áreas. Este libro es una exploración de esos dos mundos que siempre han tenido mi atención.

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Un ejemplar de 'Mentes geniales' | C.Jordá

P: Sin obsesión, ¿no hay creatividad?

R: Creo que es una de las cosas que tienen en común todos estos genios o todas las personas que llegan a hacer algo extraordinario. Hay que ir a por todas. Muchas veces, incluso bajo condiciones improbables, llenas de incertidumbre o de sufrimiento. La obsesión por crear algo es lo que les lleva a estas cúspides de creatividad.

P: ¿Los primeros artistas estaban colocados?

R: Es muy interesante la relación de los seres humanos con las sustancias psicodélicas, que se han consumido desde los albores de la civilización. Hablo de una cultura de México, los wixárika, también conocidos como huicholes. Todo su arte y toda su cosmogonía depende, en gran medida, del peyote, que contiene una sustancia, la mescalina, y tienen todas estas experiencias. En los cincuenta, cuando surgen estas sustancias, se prohibió su uso más por razones políticas. Cuando uno consume estas sustancias, hay cambios en la bioquímica del cerebro: en los neurotransmisores, dopamina, serotonina… hay una sensación de extracorporeidad, de unión con el Universo, y, por supuesto, esto no cuadraba con las políticas estadounidenses de la Guerra Fría. Fue en los noventa cuando se volvieron a tomar en serio como posible tratamiento médico. Hoy en día, hay muchos estudios para tratar ciertas enfermedades mentales. Creo que sí pueden ayudar, de alguna forma, a generar nuevas conexiones. Liberan factores que ayudan a la neuroplasticidad. Pero no hay que olvidar jamás que no son sustancias inocuas. Que, cuando se usan como tratamiento, se tiene que hacer con un profesional. Y que, en personas con predisposición a ciertos trastornos, puede causar una enfermedad.

P: En la receta del cerebro creativo, ¿cuán grande puede llegar a ser la importancia de la enfermedad mental? Supongo que todo depende de la enfermedad mental…

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Mario de la Piedra, durante la entrevista | C.Jordá

R: Claro. El problema es que, normalmente, el término "locura" lo utilizamos a muy grosso modo. Dentro de ahí, pueden caer muchas patologías: trastornos de bipolaridad, esquizofrenia, del neurodesarrollo, o, simplemente, rasgos de personalidad. Intento demostrar el mito de que el artista tiene que sufrir, tiene que pasar por este infierno, digamos, para poder crear. Estos artistas que sufrieron epilepsia, derrames cerebrales o ciertos trastornos fueron grandes no por las enfermedades, sino a pesar de las enfermedades. Supieron utilizarlas como material para la creación.

P: ¿Entonces no se sostiene, desde el punto de vista neurocientífico, el tópico –yo creía que verdadero– de que se crea mejor desde la tristeza, desde la herida?

R: Todos los artistas tienen algún tipo de sensibilidad. Cuando uno es sensible y perceptivo ante el mundo, claro, esto puede provocar tristeza y depresión. Pero creo que hay una falsa relación: la genialidad no es tan común, a diferencia de las enfermedades mentales: un 10% de la población tiene una enfermedad mental. Hay que evitar la idealización de la enfermedad y del artista que sufre.

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Mario de la Piedra ha estudiado el funcionamiento de las mentes más creativas | C.Jordá

P: Esto es totalmente subjetivo: ¿no hay más belleza en la creación que brota del dolor, de la herida? Por ejemplo: las rancheras de José Alfredo. El argumento básico es: "Maldita, ¿por qué te has ido con otro?". Perderían mucho si versaran sobre un tipo feliz…

R: (Risas) Tengo una amiga venezolana que se fue a México a los quince años, y me dijo: "Lo primero que pensé fue: ¡qué canciones más tristes!". Estoy muy a favor de la emocionalidad. Personalmente, tiendo bastante a la melancolía. Hay cierto gozo, incluso, en el sufrimiento. Es parte de lo humano: vivimos en una sociedad que se ha enfocado, tal vez por las redes sociales, en la hiperpositividad, en intentar ser siempre los más felices, tener una vida perfecta… Y estas emociones oscuras hay que explorarlas. Es lo que hacen los artistas: explorarlas sin miedo. Y el arte es también expresar una emocionalidad.

P: ¿La felicidad puede ser un inhibidor de la creatividad?

R: No me parece un inhibidor, pero, al menos, en mi caso, no todas las cosas interesantes de la vida pasan por la felicidad. Me gustaría decir: "Me divertí muchísimo escribiendo este libro". No: hay que estar ahí, machacando, pero ese sentido de "estoy creando algo" es lo que me da la razón para hacerlo.

P: Hablemos de tres nombres propios de su libro. Si yo le digo Frida Kahlo, ¿usted qué me dice?

R: Antes de haber escrito el libro, te hubiera dicho "marca comercial". Tenía mucho miedo de entrar en el tema. Como mexicano, dije: "Vamos a explorarlo". Y me voló la cabeza. Estaba atravesada por el dolor. Padecía una enfermedad del desarrollo, después poliomielitis, después tuvo un accidente, si no hubiera tenido el accidente, hubiera estudiado medicina, y, en cambio, es cuando descubre la pintura, y explora el arte a través de ese dolor. En este mundo en el que queremos sacar un valor de mercado de las cosas, hemos hecho de su dolor una marca comercial. Creo que ella tenía mucho más. Tenía un tremendo amor por la vida: en su última pintura, que la hace siete días antes de morir, escribe abajo: "Viva la vida".

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Un momento de la entrevista | C.Jordá

P: Si le digo Martín Ramírez…

R: Martín Ramírez es un emigrante mexicano que fue a EEUU poco después de la Revolución. No pudo regresar a México por la Guerra Cristera. No se sabe bien qué pasó con él: unos policías lo encuentran en la calle, completamente delirando, lo meten en un sanatorio, hay una barrera idiomática, obviamente, una barrera cultural, le diagnostican psicosis, esquizofrenia, y lo dejan en un instituto. Pasa mucho tiempo hasta que otro psiquiatra interesado por el arte lo descubre. Le empieza a dar material y se da cuenta de que esta persona, sin ninguna formación académica, se levanta por la noche, recoge papeles, pinta con flemas, sangre y cerillas, y crea una obra extraordinaria. Esto te habla del arte marginal, lo que se sale del foco hegemónico. Mucho tiene que ver con la enfermedad mental.

P: Y si le digo Santiago Ramón y Cajal…

R: Su historia es muy significativa para mí y para cualquier persona que esté buscando un sentido de vocación. Es una historia muy improbable: viene de un pueblito de Navarra al que sólo se podía llegar en mula. Estaba muy interesado en la fotografía, el arte y la pintura. Casi estudia Medicina por obligación paterna, porque su padre era un cirujano. Pero, gracias al arte, empieza a hacer estos esquemas de las cosas que ve en el microscopio, y ve cosas que nadie había visto hasta el momento. Tiene la obsesión de descubrir qué hay más allá y, finalmente, gana el Nobel en 1906 y, más importante, hace la teoría neuronal, que es la base de la neurociencia moderna. Su historia es fascinante, todo lo que logró es inspirador para mí.

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Mario de la Piedra, posando para Libertad Digital | C.Jordá

P: Vamos acabando, Mario. ¿Por qué dice que "la ciencia es la poesía del mundo y la poesía es la ciencia de la existencia"?

R: Para muchas personas, la ciencia le puede quitar un poco de magia al mundo; para mí, es todo lo contrario: cuando aprendo algo del cerebro, de las estrellas o de física, eso expande mi asombro. Y creo que es parte de la poesía de estar vivos. Por el otro lado, el arte y la poesía hacen que valga la pena esta vida.

P: ¿Y qué tipo de poema es la ciencia de abril de 2025?

R: Creo que las neurociencias, en específico, son las ciencias de este siglo. El siglo pasado tuvimos este auge de la física y la mecánica cuántica. Seguimos explorando, obviamente, el cosmos, pero ahora queremos ver nuestros propio cosmos. Hay tantas preguntas abiertas… La pregunta del cerebro es la pregunta sobre nosotros mismos: queremos saber quiénes somos.

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