
Pedro Schwartz (Madrid, 1935) es un eminente economista, filósofo e historiador del pensamiento económico, referente del liberalismo en España. Formado en Derecho en la Complutense y doctorado en Ciencia Política por la London School of Economics (LSE), estudió bajo la tutela de Karl Popper y Lionel Robbins. Años más tarde, adaptó su tesis y publicó La nueva economía política de John Stuart Mill (1968). En En busca de Montesquieu: La democracia en peligro (2007), galardonado con el Premio Ortega y Gasset, explora la libertad y la separación de poderes. En 2025 publica Las cicatrices de la libertad (Ediciones Deusto), un conjunto de entrevistas en las que repasa su trayectoria vital, reflexionando sobre sus experiencias, ideas y luchas por la libertad.
Pregunta: A los 18 años se fue a Londres a estudiar a la London School of Economics...
Respuesta: No fue a los 18, sino a los 23, en un segundo viaje. Mi padre me envió primero a Londres para aprender inglés. La decisión de ir a la LSE vino por consejo de Don Luis Díez del Corral, historiador y amigo de mi familia. Mi padre me aconsejó que fuera a verle. Le dije que el derecho me aburría y que me interesaba la política. Él me recomendó la LSE. Mi padre pagó mis estudios, como debe ser.
P: Leí que Ortega y Gasset, maestro de Luis Díez del Corral, quiso publicar las obras completas de Tocqueville en la Revista de Occidente.
R: Sí, pero topó con la oposición de los franceses. Conozco a Eduardo Nolla, quien tradujo a Tocqueville al español. Me comentó que los intelectuales franceses se ponen furiosos cuando alguien de fuera se atreve a tocar a Tocqueville. Nolla lo logró, pese a la oposición de los intelectuales franceses. No se han enterado de que el patriotismo funciona de otra manera.
P: ¿Qué hacía especial a la LSE?

R: Su forma de enseñar era radicalmente distinta. No había un solo libro de texto, como en España. Ibas a clases, pero lo esencial eran los seminarios, como los de Karl Popper. Ahí aprendí a pensar de verdad: discusiones libres, miedo a equivocarte, pero también la valentía de defender tus ideas. Además, invitaban a académicos de otras universidades, y tenían que defenderse de los ataques de don Karl Popper.
P: ¿Alguna anécdota de esos seminarios?
R: Recuerdo un trabajo que hice sobre por qué los lecheros londinenses dejaban la leche en la puerta y nadie la robaba. No pasé del título en la discusión, ¡fue durísimo! Pero aprendí a ser respetuoso, firme y a no ceder ante la autoridad por mero prestigio.
P: ¿Valió la pena estudiar allí?
R: Sin ninguna duda.
P: ¿Por qué no se quedó en Londres?
R: Me dio la patriótica (risas). Volví a España para seguir los pasos de mi padre y opositar a diplomático, oposición que hice, que gané, que me quitaron.
P: ¿Cómo conoció a Popper?
R: Vi un cartel con su nombre en un despacho de la LSE y llamé a la puerta. Allí estaba él. Le pregunté si podía asistir a sus clases y me dijo que sí. Le escuché explicando la metodología en Stuart Mill. Entonces le dije, ¿puedo escribir una tesis sobre la metodología? Me dijo que sí. Al final creí que debía estudiar economía, porque me interesaba la política, y yo veía que la economía era esencial para entender la política. Vi que era totalmente analfabeto en economía y por eso empecé a ir a las clases de economía. Y decidí hacer una tesis histórico-económica.
P: ¿Cómo era su relación con Popper?
R: Amistosa, íntima, amigable. Popper era un hombre muy difícil cuando se trataba de hablar de su especialidad. En los seminarios era durísimo. Como persona era encantador. De hecho, en mi casa está el piano de Popper, que se lo dejó a mi mujer.
P: También conoció allí a Hayek. ¿qué recuerdas de él?
R: Al contrario que Popper, Hayek era bastante antipático y no tenía la claridad del viejo maestro, que era tajante. Hayek no era tan inclinado a las fórmulas, a las matemáticas, aunque era un hombre muy leído. Lo había leído todo.
P: ¿Recuerda alguna aportación especial de Hayek en persona?
R: Sí, la teoría de la evolución. Su interés por ella marcó una etapa clave. En la primera mitad de su vida, Hayek se centró en otros temas, pero luego abrazó cada vez más las ideas evolutivas. Preveo que el segundo volumen de su biografía profundizará en cómo la evolución influyó en su pensamiento. Esto es crucial, porque transforma su enfoque: en lugar de deducir la economía o las ideas desde premisas fijas, empezó a explorar cómo la evolución moldea a las personas, las sociedades e incluso los animales.
P: Escribió libros sobre Stuart Mill y Montesquieu, pero no sobre Popper ni Hayek, sus grandes referentes. ¿Por qué?
R: Sobre Hayek escribí una reseña extensa de la primera parte de su biografía, y estoy esperando que salga el segundo volumen para completarla. De Popper he publicado artículos, que en Reino Unido y Estados Unidos suelen pesar más que un libro. Pretendo escribir algo más personal sobre él.
P: Su maestro en la LSE fue Lionel Robbins. ¿Qué relación tuvo con él?
R: Fue mi director de tesis, lo que significaba mucha relación. Nos hicimos amigos, también nuestras esposas. Él era consejero de la ópera de Covent Garden y nos invitaba a su palco. Me enseñó muchísimo, era un gran historiador del pensamiento económico, y como tal publicó mucho. Yo estudio la historia del pensamiento económico por influencia de Robbins. Tenía un talento único para comprender las ideas de los autores y recrear el contexto intelectual de su época, creando biografías intelectuales ricas y fundamentadas en la historia, nunca vacías
P: ¿Qué otras figuras destacadas conoció?
R: Michael Oakeshott era un hombre muy raro y difícil porque su visión era muy antipopperiana. No creía en el progreso intelectual de las personas. No era nada deductivo. Fui a sus clases, saqué con él la historia del pensamiento económico, pero no me influyó como Popper.
También conocí a Isaiah Berlin. Era un hombre extraordinario por su condición judía y su profundo conocimiento del ruso, del polaco, del alemán y de otros importantes idiomas para la historia de la filosofía. Su libro sobre Karl Marx es extraordinario. Para interpretar a Marx hay que saber de todo.
P: Tras completar tu tesis en la LSE, regresó a Madrid y tuvo que hacer otra. ¿Por qué fue necesario?
R: En aquella época, las universidades españolas no reconocían los doctorados británicos. En lugar de pelear con la burocracia, tomé un capítulo inédito de mi tesis sobre Malthus, lo amplié y lo presenté como tesis en España. Estaba profundamente equivocado. El antipopulacionismo de Malthus, que también defendían Keynes o Robbins, es un error. Hoy pienso que no hay que limitar la población. Las familias deben decidir libremente cuántos hijos quieren. Creo que el crecimiento demográfico es viable y positivo en el mundo.
P: ¿Publicó esa tesis? No la he encontrado.
R: No, no la publiqué. La tengo mecanografiada, pero al darme cuenta de que estaba equivocado, decidí guardarla. Algún día tendré que publicarla.
P: En su nuevo libro habla de publicar la correspondencia inédita de Bentham.
R: La traducción está lista, pero busco financiación. Cuando la consiga, escribiré una introducción sobre el utilitarismo, aunque no soy nada utilitarista. Como dice Amartya Sen, es imposible hablar del bienestar de una población.
P: También quiere reeditar En busca de Montesquieu.
R: Así es. Le falta un capítulo, dedicado al dinero. Con el tiempo me he hecho especialista en ese tema. Me gustaría añadir un capítulo sobre cómo conseguir un dinero de valor más o menos estable, porque es esencial para el individualismo.
P: ¿Raymond Aron catalogó mayo del 68 de "psicodrama revolucionario". ¿Cómo se vivió en España mayo del 68?
R: Con mucho escepticismo. La universidad se volvió insoportable: interrumpían clases y rechazaban las lecciones magistrales. Yo me mantuve fiel a lo que aprendí en Londres: plantear hipótesis sólidas, defenderlas y cuestionarlas con rigor. Además, con Franco en el poder, no había espacio para los juegos revolucionarios de Mayo del 68.

P: Jesús Huerta de Soto, mentor de Javier Milei, fue su alumno. ¿Qué recuerdos tiene de él?
R: Es una persona complicada, muy seguro de sí mismo, convencido de tener todas las respuestas. Su adhesión a Von Mises me parece problemática, porque defiende que la economía es puramente deductiva y no requiere contrastar hipótesis con datos o la realidad. Discrepo: la economía tiene un componente deductivo, basado en la naturaleza humana, pero no se agota ahí.
P: También tuvo como alumno a Carlos Rodríguez Braun. ¿Qué puede decir de él?
R: Lo aprecio y admiro enormemente. Carlos llegó a mis clases tras estudiar varios años de economía en Buenos Aires, con una formación marxista. Tras debatir con él, le dije: "Lo que te han enseñado está todo mal". Abandonó el marxismo y desarrolló un sólido conocimiento del pensamiento económico. Su trabajo defendiendo la libertad es admirable, soy muy partidario de él.
P: ¿Qué opina de Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado?
R: Tiene razón al destacar la importancia del comercio, pero no lo he estudiado a fondo desde su perspectiva. Yo me he centrado más en el comercio internacional. Hace años escribí un libro en FAES sobre ello, y quedó muy bien. Ahora Aznar cita dicho libro, a propósito de los aranceles impuestos por Donald Trump. Soy contrario a todos los aranceles. El hecho de que la Unión Europea esté financiada con aranceles es un escándalo.
P: Mario Vargas Llosa, que prologa su libro, era amigo suyo desde hace mucho tiempo. ¿Qué ha aprendido de él?
R: Lo primero, su dominio del español. El prólogo que escribió está en un castellano impecable. Mario Vargas Llosa es excepcional porque defiende la libertad de creación, pero también la de las personas comunes, como tú o yo. No se limita a la libertad de los escritores o artistas, que a menudo solo buscan la suya propia. Mario aboga por la libertad de todos, algo raro entre los intelectuales, que suelen despreciar la libertad, el dinero y todo lo que los acompaña. Es una lástima, pero así son las cosas.
P: Fue presidente de la Mont Pelerin Society. ¿Qué significó para usted?
R: Soy miembro desde 1978. Es un espacio de discusión libre, fundado por Hayek, donde he aprendido y enseñado todo lo que he podido. La enseñanza fundamental allí está en lo que se discute. En España no tenemos discusión.
P: ¿Cuáles son los tres libros que más le han marcado?
R: La sociedad abierta y sus enemigos, de Popper, Derecho, legislación y libertad, de Hayek e Historia monetaria de los Estados Unidos, de Milton Friedman (todavía sin traducir).
P: ¿A dónde irá a parar su biblioteca el día de mañana?
R: A la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ya he mandado una parte.
P: De todos los libros que tiene, ¿ha leído todos?
R: Quién sabe, no quiero saberlo. Hay una regla que imponía yo a mis alumnos: no se puede necesitar un libro o un artículo que no hayas leído.
P: ¿Se arrepientes de algo?
R: Sí. Intenté entrar en política y fracasé; no tenía el carácter. Pero acerté en dos cosas: apoyar la permanencia en la OTAN y defender la reducción del gasto público.