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Frederick Forsyth, el espía que fue escritor y deseó ser torero

Un maestro del thriller político. Forsyth no solo escribe suspense, sino que inventó una forma de narrar que mezcla con precisión intrigas políticas y militares.

Un maestro del thriller político. Forsyth no solo escribe suspense, sino que inventó una forma de narrar que mezcla con precisión intrigas políticas y militares.
Frederick Forsyth | Cordon Press

Frederick Forsyth fue espía y escritor, pero toda su vida deseó ser torero. Uno de los autores más vendidos de todos los tiempos por sus novelas de espionaje y acción, de Chacal a Los perros de la guerra, vivió gran parte de su vida en Málaga y estudió cuando era joven en la Universidad de Granada la lengua y la cultura española que amaba, sobre todo la tauromaquia. Su vida fue apasionante, como relató en su autobiografía, lo que incluía escapar por los pelos de la ira de un traficante de armas en Hamburgo, ser ametrallado por un MiG durante la guerra civil nigeriana y aterrizado en Guinea-Bisáu durante un sangriento golpe de Estado. Lo detuvo la Stasi, le agasajaron los israelíes, el IRA precipitó su traslado repentino de Irlanda…

En Granada, se bebió las clases pero porque prefería aprender español bebiendo en las tabernas y charlando con las gentes en la calle, sobre todo del arte de Cuchares:

No me había pasado bebiendo jerez las 158 clases que me había saltado. Después de mi llegada, en enero, me había dedicado a investigar lo que en realidad me había llevado hasta allí: los toros.

No pudo ser torero, pero sí que convirtió a sus grandes personajes en una combinación de héroes y villanos con una ética incorruptible, donde el honor se combinaba con la inteligencia y la valentía, capaces de hacer del asesinato una de las bellas artes, salvaje pero estético, complejo y sutil. Impregnó sus novelas de espionaje y acción con la misma pasión, precisión y valentía que admiraba en la tauromaquia. Sus novelas pueden ser descritas como él mismo se refería al toreo:

Brutal pero cargado de una testosterona increíble en la arena de una plaza de toros bajo un sol resplandeciente.

Se apuntó a clases de toreo, pero pronto descubrió que era más fácil evitar las cornás que da el hambre dedicándose a algo menos peligroso, como participar en golpes de estado en África. Antes, fue piloto de la RAF, reportero internacional políglota, espía del MI6 y, finalmente, uno de los novelistas más vendidos del mundo con unas historias que solo podría escribir un expiloto de la RAF, exreportero internacional y exespía del MI6.

Diez razones para leer a Frederick Forsyth

¿Por qué leer alguno de los 25 libros de Forsyth, de Chacal a El Cuarto Protocolo pasando por El expediente Odessa y Los perros de la guerra? En su biografía también cuenta cómo inició su carrera de escritor alguien que no quería ser escritor sino ver todos los lugares relevantes del planeta:

Mi padre, tan paciente y alentador como siempre, me llevaba al atlas familiar y me los señalaba. Luego a la Enciclopedia Collins, de veinticuatro volúmenes, que describía las ciudades, los ríos, las ciudades de las gentes que vivían allí. Y juré que un día los vería todos. Me convertí en corresponsal en el extranjero.

Seguramente, usted, estimado lector, también querría viajar por todos esos lugares, pero bien por pereza, porque ahora mismo no le viene bien, o vaya usted a saber, en lugar de pillar un avión le conviene cogerse un libro de Forsyth y darse un garbeo por la cara peligrosa de la existencia, con su prosa elegante, sus tramas complejas y sus personajes multidimensionales. En el caso de Forsyth fue más bien una necesidad: tras ser despedido como reportero y espía, para pagar las deudas probó a escribir una novela en un mes y El Chacal le cambió la vida por completo debido a su éxito de crítica y público. Igual se podía haber inclinado por robar un banco. En el fondo un solitario, quizás se decidió a ser novelista en lugar de atracador el hecho de que robar suele ser un asunto más bien colectivo, mientras que para escribir lo único que hace falta es silencio, un papel, bolígrafo y la propia compañía de uno.

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Frederick Forsyth y Oleg Gordievsky, del KGB

Diez razones para leer a Frederick Forsyth son un realismo que corta el aliento ya que Forsyth teje sus historias con una investigación tan exhaustiva que cada página destila autenticidad. En El día del Chacal o Los perros de la guerra, el lector no solo lee una novela, sino que se sumerge en un mundo donde los detalles técnicos, desde un rifle de francotirador hasta un golpe de Estado, parecen tan reales que podrían suceder mañana. También porque es un maestro del thriller político. Forsyth no solo escribe suspense, sino que inventó una forma de narrar que mezcla con precisión intrigas políticas y militares. Por otro lado, sus historias desafían el tiempo. Aunque ambientadas en la Guerra Fría o en conflictos de décadas pasadas, sus temas —poder, traición, espionaje— son universales. Por supuesto, también hay que contar con personajes que se graban en la memoria, desde el frío y meticuloso Chacal hasta el astuto Sam McCready, los protagonistas de Forsyth son complejos, valientes y con una ética que los define, incluso cuando caminan al borde del abismo moral. No menos importante es que sus novelas resultan una lección de historia viva, ya que cada novela es una puerta a eventos históricos clave, desde el intento de asesinato de De Gaulle hasta las operaciones secretas del Mossad. La tensión se construye como una faena, sin apresurar la acción. Nada de esto sería posible sino fuera por la autenticidad forjada en la experiencia, de expiloto de la RAF, periodista y espía del MI6. No menos importante es que sus historias no son solo acción, sino que plantean dilemas éticos sobre lealtad, deber y el precio del poder.

¿Es el Chacal un villano o un profesional?

Forsyth te invita a decidir mientras te seduce con su narrativa. Muchos no habrán leídos sus novelas, pero habrán visto su legado en la gran pantalla puesto que muchas de sus novelas, como El día del Chacal, han inspirado películas icónicas que han llevado su genio al cine. Leerlo es descubrir la fuente de historias que han marcado la cultura popular. Por último, aunque lo primero seguramente para sus lectores más devotos y devoradores, sus páginas no se pueden soltar: las novelas de Forsyth atrapan al lector con su mezcla de investigación, suspense y personajes que respiran vida.

Sin embargo, fuese periodista o espía, siempre fue torero, un tipo indomable que recomendaba a los jóvenes aspirantes a la investigación periodística:

Un periodista nunca debería unirse a la clase dirigente, por tentadores que sean los halagos. Nuestro trabajo consiste en pedir cuentas al poder, no en asociarnos con él. En un mundo cada vez más obsesionado con los dioses del poder, el dinero y la fama, el periodista y el escritor deben guardar distancia, como un pájaro en una barandilla, observar el mundo, fijarse, sondear, a la gente, comentar cosas pero nunca sumarse. En resumen, deben convertirse en intrusos.

Ahora que ha pasado a mejor vida, no me cabe duda de que Forsyth seguirá siendo un intruso allá donde esté, observando, analizando, sopesando lo que vea y escuche en ese otro mundo. Si hay una razón para no temer miedo a la muerte es que en el más allá podremos leer las nuevas novelas que haya escrito Forsyth al otro lado de la laguna Estigia, ¿quizás un golpe de Estado en el Paraíso, o la enésima revuelta en el Infierno?

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