La muerte de Sara Montiel el pasado mes de abril ha servido de ocasión para que, en los grandes almacenes sobre todo, se vendan reediciones de algunas de sus películas y sus discos. Entre éstos he encontrado uno, fechado en 2005, con el título de Amados míos. La manchega no fue nunca nada del otro mundo cantando; ella misma confesaba sus carencias. "Yo no canto: "digo" la canción", me confesó una vez. Pero, tenía sensualidad en su mejor época, cuando resucitó el cuplé; y ese sello le permitió gozar de un indiscutible atractivo popular. Naturalmente, en el cine impuso su extraordinaria fotogenia, que ninguna otra estrella española de la época igualó. Luego, consumido aquel "boom" del cuplé, digamos que fue viviendo de aquellas rentas.
No obstante, un disco ya al final de su carrera, Amados míos, que pasó entonces inadvertido, tiene al menos la singularidad de que dedicó los catorce temas allí reunidos a sus grandes amores. Uno de ellos fue el dramaturgo Miguel Mihura, sobre el que dice en la contraportada: "¡Qué feliz fui ofreciéndome a ti!". Ella tenía diecisiete años; él, cuarenta. Se veían discretamente en un piso alquilado por el escritor. "Yo era completamente virgen –recordaría en sus memorias- pero me entregué sin pensar. Me convertí en una leona en la cama". La canción que le dedica no podía tener mejor título: Fui a ofrecerme, con música de Mochi y letra de la mujer de éste. A Ernest Hemingway lo evoca en otro tema compuesto por esa pareja, Mío. La estrella comentó: "Con tal de hacer el amor contigo, hubiera sido capaz de meterme en la piel de otra mujer para lograrlo". Muy lírico. Pero ¿hubo lío o sólo ensoñación de la actriz-cantante? Recurrimos a sus recuerdos, donde decía: "Fue en Cuba. Sentí por él mezcla de deseo sexual y admiración. Le gusté y me gustó. Me llevó a su casa e hicimos el amor. Simplemente cuestión de un placer pasajero".
A Gary Cooper le canta en inglés Because of you. "Cuántas veces me rodearon tus brazos para bailar esta canción, que siempre querías escuchar de estos labios que tantas veces te besaron". Me parece que aquí Sarita se pasó un pelín. Sucedió que el larguirucho galán creía ver en "la Montielito", como la llamaba, a una antigua novia. Y de aquella nostalgia surgió un apasionado baile en la intimidad el 10 de marzo de 1954, cuando nuestra compatriota cumplía veintiséis primaveras. "Nos besamos… pero no quise hacer el amor con él". La víspera de que James Dean se matara con su bólido Sara estuvo un rato a su lado. Se conocían de pasados encuentros, en la época que él rodaba Gigante y ella Serenade. De los gustos sexuales de aquel infortunado actor se han dicho muchas cosas. Cuesta creer que tuviera un roce con la criptanense. Pero muy suya, le dedica el archiconocido tango de Discépolo y Mariano Mores, Uno, con esta apostilla: "Nunca sabías lo que querías, pero sé que nos quisimos". Con el pensamiento, se supone. Así, cualquiera. Celos es la melodía con la que rememora a un poeta español del exilio, León Felipe, que por lo visto, a sus 64 años "chocheaba" y aun casado se volvió loquito por Sara. "Fui para él su último tren como hombre". No se acostaron, y la cosa no pasó de algún achuchoncete. Lo de los celos viene a cuento porque el vate enfureció de tal manera, abofeteándola, al enterarse que su idolatrada musa "lo engañaba" con Juan Plaza, dirigente del PCE en el exilio. "León Felipe fue el único hombre que me pegó".
Y siguiendo el rastro de otros amores de Sara Montiel damos con su marido, el director cinematográfico Anthony Mann, al que tributa su homenaje con el célebre bolero de Consuelo Velázquez Bésame mucho. A su segundo marido, "Chente" (José Vicente Ramírez Olaya) le susurra el bolerazo de Álvaro Carrillo La mentira (Se te olvida) y le endilga esto: "Pretendías apagar mi estrella y sólo conseguiste apagar mi amor". Del economista bilbaíno, que trabajaba en Seat por 15.000 pesetas al mes cuando ella percibía una millonada por película, le endilga esta lindeza: "Al casarse conmigo quiso impedir que siguiera en el cine. Terminó siendo multimillonario gracias a mí". Ya separados, desde luego. Otro conocido bolero, Hola, qué tal, lo grabó Sara para el galán francés Maurice Ronet (con quien se encamó rodando Carmen la de Ronda, y al que impuso como pareja en otros dos filmes, Mi último tango y Noches de Casablanca). Él, estaba deprimido porque una antigua novia a la que abandonó se quitó la vida por tal motivo. Y Sara lo ayudó a base de mimos, primero, y después con tórridas noches de pasión en un hotel de la madrileña Gran Vía. Ni que decir que el gabacho quedó curado con aquellas "atenciones" de nuestra paisana manchega y no tuvo que recurrir a ningún psicoanalista.
La lista de dedicatorias del disco Amados míos, sigue. Tres veces te engañé, bolero que me gustaba mucho en la voz de la mexicana Paquita la del Barrio, va dirigido a El italiano. Sara no nos aclara su identidad en el texto de este Cd. ¿Sería Giancarlo del Duca? ¿O tal vez otro compatriota de éste, que ignoramos? En cualquier caso ella reivindica muy ufana que "le puso los cuernos". No sería al primero. Ni al último, que en eso tenía mucho carácter. En fin: lo que no me creo es que con el doctor Severo Ochoa tuviera ese tórrido idilio que ella pregonó… cuando el Premio Nóbel ya había fallecido. "A ti, aunque no pueda decir tu nombre, y a quien la ciencia le debe tanto como mi corazón". Por lo que les he contado, esta grabación rescatada en unas rebajas por cinco euros y noventa céntimos, tiene su miga y su encanto. Y de paso, tema veraniego para un artículo, ahora que uno está más relajado contemplando el mar.