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La artista falleció esta semana

Muere la vedette Carmen de Lirio

Era conocida como "La reina del Paralelo".

Era conocida como "La reina del Paralelo".
Carmen de Lirio, en 1951 | Efe

A punto de cumplir ochenta y ocho años ha muerto quien fue en los años 50 y 60 una de las grandes estrellas de la revista musical, Carmen de Lirio. Nacida en Zaragoza, se llamaba realmente María del Carmen Forns Aznar, hermana de uno de los mejores joteros de todos los tiempos, Mariano Forns. Su carrera artística la desarrolló sobre todo en Barcelona, aunque recorriera España entera con sus espectáculos. Asimismo actuó en Sudamérica y en Italia (en una compañía encabezada por Walter Chiari). Cuando dejó el mundo de las lentejuelas y las pasarelas se integró en el cine. Modelo de pintores en la Ciudad Condal, llamaba ya la atención en su adolescencia por su espectacular belleza, con unos impresionantes ojazos verdes. En 1942 formaba parte de un grupo de llamadas "señoritas de animación" que acompañaban en la pista de un circo a los luego célebres payasos Gaby, Fofó y Miliki. Para dotarse de mayores conocimientos pasó por varias academias musicales en las que ensayó un repertorio de coplas y boleros. En un concurso radiofónico se alzó triunfadora imitando a Concha Piquer, de quien bordaba una de sus grandes creaciones, "La Lirio". Un pasodoble de Rafael de León, José Antonio Ochaita y el maestro Manuel Quiroga que, de tanto repetirlo después dio lugar a su definitivo sobrenombre artístico: Carmen de Lirio. "La Lirio, La Lirio tiene / tiene una pena La Lirio / y se le han puesto las sienes / moraítas de martirio…".

Intervino en innumerables espectáculos de varietés, teatro frívolo. Fue "vedette", cantante, bailarina y actriz. Recordaba con cierta guasa que uno de sus primeros empresarios, apodado "Jumar", se había hecho rico fabricando fajas y bragueros. Carmen de Lirio triunfó en el Cómico y otros teatros del Paralelo barcelonés. Contratada por Joaquín Gasa, fue componente de un cuarteto singular que, durante varias temporadas, llenaba a diario los locales de aquel barrio, al que algunos cronistas catalanes quisieron comparar, desde luego exageradamente, con "el Broadway neoyorquino". Sus compañeros eran Mary Santpere, Alady y Antonio Amaya: una extraordinaria cómica, un no menos original humorista y presentador, y un cancionero dotado también de infalible gracia. Sin duda, el "gancho" de aquellas funciones ("Escuela de estrellas", "Escuela de vampiresas") era ella, con su despampanante figura, su llamativo busto, su escultural cuerpo, las piernas maravillosas que lucía. Puro erotismo sin tener que desnudarse. Claro está que aunque la censura era algo más permisiva en Barcelona, no le faltaron multas por sus provocativos escotes, o la forma insinuante de mirar a los espectadores o de cantar. Multas ¡de cinco mil pesetas!, que era mucho dinero en aquella España de la postguerra, la del tiempo de las cartillas de racionamiento y todavía el estraperlo. Había restricciones de luz y tenían que cantar a veces en penumbra. Y en invierno saliendo a escena con poca ropa en tanto los espectadores no se habían quitado los abrigos.

Era el año 1951 cuando Carmen de Lirio estrenó el sainete cómico "En la noche de boda" donde dio a conocer con aire de pasodoble el número asimismo titulado, original de Gasa, Prada y el maestro Cabrera: "En la noche de bodas / ¿qué hay en tu cama? / colcha de seda, colcha de seda. / Sabanita de hilo y la almohada / de suave tela, de suave tela…". Un exitazo. Tuvo que hacer varios bises. Cuando lo grabó, la censura prohibió su radiación. Alegaban que los "ayes" de la cantante incitaban al pecado. No deja de producirnos risa que Carmen de Lirio confesara esto: "A mis espectáculos venían muchos curas, algunos como mosén Borrás, viajando en bicicleta para verme". Historias de un país en una dictadura cuyas gentes trataban de olvidar como podían los recuerdos recientes de una guerra fratricida. Y las revistas con mujeres como Carmen de Lirio pretendían que los espectadores (había más abundancia masculina, como se supondrá) se sumergieran durante dos horas en una especie de ensoñamiento colectivo, al margen de los problemas cotidianos. Idealizada como una estrella erótica, fue objeto de un maledicente rumor que la emparejaba con el gobernador franquista en Barcelona de aquellos años, Eduardo Baeza Alegría. Hasta Fernando Vizcaíno Casas se hizo eco en varios de sus libros sobre aquella relación. Recordando que aquel político era hombre de misa diaria, insertaba esta supuesta coplilla popular: "Por la mañana, cirio / y por la noche, Lirio". La aludida no pudo defenderse entonces, hasta que en 2008 publicó sus "memorias", donde negó que fuera nunca amante de aquel gobernador, a quien sólo había saludado en un par de ocasiones. Calumnia, que algo queda. Peor fue cuando leyó un libro, estupendo por cierto, de Javier Barreiro, "Voces de Aragón", donde se la daba por fallecida el 4 de mayo de 2003. "No me hizo ninguna gracia", diría tras comentar la impresión que le produjo leer su propio obituario.

Retirada del género revisteril, realizó entre los años 60 y 90 algunos estimables trabajos cinematográficos, de los que recordamos: Las salvajes de Puente San Gil, La casa de las palomas, Clara era el precio" Amanece que no es poco, Tango… Sus últimas apariciones fueron en un teatro barcelonés en 1997.

Para la memoria de muchos españoles que contemplaron sus espectáculos quedará siempre en la retina su mirada felina, su cimbreante cintura, sus insinuantes melodías. En un tiempo de prohibiciones donde, entre otras cosas, a los españoles se les imponía una férrea moral.

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