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Manolo Tarancón: una antítesis del cantautor cansino

El artista valenciano publica Historias Mínimas, su quinto álbum, huyendo de los tópicos que presenta la fauna cantautoril patria.

El diccionario de sinónimos del imaginario colectivo español sitúa los vocablos "bostezo", "ñoño" y "progre" como acepciones del término "cantautor". Uno comulga con los significados cuando se sitúa en lo típico, en lo conocido, en lo más abundante: por ahí rondan las hordas de imitadores canallas de Sabina, los lloricas de voz caprina que quieren cantar como Ismael Serrano, o los que confunden un concierto con una asamblea de un círculo de Podemos.

Sin embargo, hay vida cantautoril más allá de quienes portan el estandarte del aburrimiento. Se trata de peña que ha bebido, por ejemplo, de Tom Petty, Bob Dylan, Iggy Pop o Leadbelly, más prima de Nacho Vegas, Andrés Calamaro o Enrique Bunbury que de algún señor solitario y quejica de esos que adornan sus cuernos con una guitarra acústica desafinada. Más que de cantautores, se trata de compositores que cantan sus propias obras. Su secreto, ya digo, está en la hibridación, en el mestizaje, en la búsqueda, y, si bien sus caras no aparecen en las portadas de las revistas especializadas, tienen su público, y existen, insisto. Ahí están Fabián, Santy Pérez o Manolo Tarancón.

Este último acaba de publicar su quinto trabajo, Historias Mínimas (La Viejita Música, 2015), bautizado como aquella película patagónica y detallista del argentino Carlos Sorín. El disco llega tres años después de su anterior trabajo –Reflexiones- y tras un proyecto paralelo, más indie y más coral, que se llama Reno. Producido por Carlos Soler y el propio Tarancón, se grabó "entre las alturas de Calicanto y los Estudios Calexico de Valencia" entre junio de 2014 y agosto de 2015. ¿El resultado? Un trabajo preciso, maduro, ilustre. Cosa fina.

El trayecto de Historias Mínimas arranca desde una estación agridulce y desemboca, finalmente, en una sima sombría. El menú musical es variado: hay rock, blues, country, canción más de autor. El discurso de Tarancón es doliente –que no cenizo-, se halla en las antípodas de los libros de autoayuda. Incluso en las piezas más luminosas, como "Casa vacía" –con Xoel López, donde destaca una guitarra fucsia y florida, con aires a The Byrds- o "Todo me da igual si tú te vas" –quizá, la pieza más digerible-, hay un trasfondo de melancolía, de orgullo, de vacío.

El menú tiene nivel, no es comida rápida, y ahí destacan "El vals de los secretos", con ese regusto al "To Ramona" de Dylan; "Cosas que nunca te dije", en la que canta Mikel Erentxun, y que ofrece una intimidad solemne, casi épica; "Volverán", con el ya citado Fabián, en la que se nos advierte que el futuro puede que no sea bueno, que habrá quiebros, miedos, disyuntivas, o "Frío", la canción más oscura, donde Tarancón concluye con un "Ya no estoy bien, ni siquiera conmigo. / Ya sé que no, este no es el camino".

El artista presentará el trabajo el 7 de noviembre en Valencia en formato acústico, junto a Carlos Soler, en el Sporting Club Russafa y el 11 de diciembre, con la banda al completo, en el Centro Cultural Octubre. ¿Cuándo le llegará el turno a Madrid? "Estamos mirando el café La Palma –me dice-, a partir de enero, cuando el disco ya haya rodado un poco".

En definitiva, Historias Mínimas viene a ser la prueba de que, más allá del tópico y la maleza, aún sobreviven grandes artistas en el ecosistema cantautoril español. Eso sí: hay que esforzarse en descubrirlos.

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