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Concha Piquer, la Reina de la copla que aprendió español con 20 años

Al cuarto de siglo de la muerte de la estrella valenciana recordamos cómo nació en Nueva York la inmortal copla "En tierra extraña".

Al cuarto de siglo de la muerte de la estrella valenciana recordamos cómo nació en Nueva York la inmortal copla "En tierra extraña".
Doña Conchita Piquer | TVE

Un pequeño grupo de españoles, encontrándose en Nueva York en la Nochebuena de 1922, quiso superar en tan señalada fecha la nostalgia que sentían, tan lejos de España y de su familia, y celebrarla a nuestra manera. Para la comida no encontraron muchos problemas, pero sí los tuvieron con la bebida, buscando unas botellas de vino español. Eran los tiempos de la Ley Seca. Recurrirían a un "drugstore", una farmacia, valiéndose de una receta, donde les dispensaron una especie de jarabe que, mezclado con unas zarzaparrillas, vagamente se hicieron la ilusión de degustar un añorado Rioja.

Los protagonistas de la historia eran la joven cantante Conchita Piquer, su entonces protector, el maestro Penella, y varios amigos reunidos en el apartamento de la estrella valenciana. El recuerdo de aquella velada le serviría al mencionado compositor para crear una pieza inolvidable, con la que triunfaría en su primera época Conchita: "En tierra extraña". Al final, Penella incluyó unos compases del más famoso de los pasodobles, "Suspiros de España", en homenaje a su autor, Antonio Álvarez Alonso.

Concepción Piquer López había nacido el 8 de diciembre de 1906 en el valenciano barrio de Sagunto. Pasó hambre en su infancia. Confesaba haberse visto obligada a robar patatas, cebollas y cuanto encontraba a su paso en unos huertos cercanos a su humilde casa. Muerto su padre de cirrosis, hubo de ponerse a trabajar con once años. Se había aprendido las canciones entonces de moda, las de La Fornarina, Raquel Meller y otras cupletistas. Y decidió ser artista.

Gracias al apoyo del maestro Manuel Penella, glorioso autor de la ópera El gato montés, pudo marcharse con él a los Estados Unidos, donde inició la que iba a ser una carrera triunfal. La acompañó su madre al ser aún menor de edad, con sólo quince años. Llegó a actuar en Broadway junto a Jeanette McDonald, Eddie Cantor y el primer galán cantante del cine sonoro, Al Jolson. Se descubriría muchísimos años más tarde que antes de que en 1927 éste último estrenara El cantor de jazz existía un extraordinario documento anterior a esa fecha, probablemente de 1925, donde Conchita cantaba varios cuplés, en el experimento de un ingeniero de sonido norteamericano, Leo de Forest.

No volvió la artista a España hasta 1926, urgida por la enfermedad de una de sus hermanas. Abandonó Nueva York en pleno éxito. También había actuado en Cuba, México, Costa Rica y Panamá. Hablaba valenciano, inglés… pero no español, que hubo de aprenderlo ya mayorcita. Del maestro Penella había recibido asimismo lecciones de cultura general, puesto que en su adolescencia ni sabía leer ni escribir.

Ya en Madrid, donde fijó su residencia definitiva, Conchita Piquer exhibió en los teatros de variedades un repertorio de "music-hall" aprendido en su etapa americana. Sería ya en la postguerra, a partir de 1940, cuando se inició con canciones del folclore español: "Ojos verdes", "La Parrala". "No te mires en el río"… En 1942, su marido, Antonio Márquez, gran matador de toros que se retiraría convirtiéndose en representante de su esposa, logró reunir a dos poetas, Antonio Quintero y Rafael de León con el compositor Manuel López-Quiroga, de quienes estrenó "Ropa tendida".

Está considerado el primer gran espectáculo de coplas, denominación que haría fortuna. Género del que Conchita Piquer sería la reina indiscutible, aunque rivalizara con otra extraordinaria intérprete, la sevillana Juanita Reina, con la que estuvo muchos años sin hablarse. Y caso parecido con Miguel de Molina.

El triunvirato Quintero-León y Quiroga y durante una breve temporada el formado por Ochaíta-Valerio y Solano, proporcionaron durante casi veinte años lo mejor de la canción española. Títulos como: "La Lirio", "A la lima y al limón", "Tatuaje", "Dime que me quieres", "Eugenia de Montijo", "La otra", "La guapa, guapa", "Cría cuervos"… Conchita Piquer fue varias veces a actuar a Hispanoamérica y no consintió que, por ejemplo en Argentina, fuera anunciada con su nombre de pila, dado que el diminutivo es como allí se conoce al órgano femenino.

Tenía un endiablado genio. El régimen franquista la multó en varias ocasiones y ella misma, en una cacería, se negó a repetir una copla que le había pedido el mismísimo Franco a través de uno de sus ayudantes. Su hija, Conchín Márquez Piquer, nacida en 1943, de voz privilegiada, cantante en los años 70 y 80, no fue justamente valorada. Conchita Piquer se retiró el 13 de enero de 1958 en Isla Cristina (Huelva) al advertir que sus cuerdas vocales no le correspondían por culpa de una faringitis mal curada. Sus discos se siguieron reeditando. Murió el 12 de diciembre de 1990. Nadie le arrebató su cetro de la copla.

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