Juan Carmona (Habichuela) ya está descansando para siempre en su tierra granadina. Lo enterraron este viernes. Era uno de los más grandes guitarristas flamencos. Enraizado con una dinastía que inició Habichuela el viejo, su abuelo. Y él mismo transmitió su vena artística a sus hijos Juan José y Antonio, dos de los tres componentes del popular grupo Ketama. Curioso resulta recordar que Juan comenzó con catorce años actuando… como bailaor. En las Cuevas del Sacromonte, junto a Mario Maya. Había nacido hace ochenta y tres años en la Cuesta de la Cava, junto al Albaicín. Más gitano, imposible. Pronto abrazó la guitarra, de la que decía "es mi novia, mi mujer, mi amante, mi abuela… ¡todo!" Dejó su Granada del alma y se quedó a vivir para siempre en los Madriles, donde ahora le ha llegado su final. Quien primero lo contrató fue la cantaora Gracia del Sacromonte. Pasó por los mejores tablaos de Madrid, "El Duende", año 1956, acompañando a Mario Maya, su compañero de la adolescencia, y luego en Torres Bermejas. Sus primeros discos al toque fueron grabados con las voces de Manolo Caracol y Rafael Farina, con quienes actuó en público repetidas veces. Y también con otras legendarias figuras del cante jondo, Juanito Valderrama, Fosforito, Enrique Morente…En 1974 le concedieron el premio de guitarra en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. La Cátedra de Flamencología de Jerez lo distinguió asimismo con el Premio Nacional de Guitarra. Puede decirse que ha dejado una huella imperecedera en las nuevas generaciones de guitarristas pues sin abandonar las raíces más puras supo asimismo renovarse sin que con ello traicionara un arte secular.
La pena es que sus últimos diez años los haya vivido con dolor y tristeza. Esto contaba cuando le detectaron la enfermedad que ha sobrellevado con la mayor dignidad posible: "Tengo el cerebro tocado por un tumor. La memoria me falla, no me acuerdo de las variaciones, me quedo de pronto en blanco, sin saber qué hacer, qué tocar…" Lo llamaban de muchos sitios para actuar… y él, con desesperación, tenía que declinar tales ofrecimientos. Porque no podía permitirse, como ya detectó, interrumpir un recital, cuando su memoria le traicionaba y no acertaba a pulsar las cuerdas de su guitarra con las notas que tantas veces había repetido con veteranía y oficio. Empezó profesionalmente con catorce años y llevaba cerca de sesenta en activo. De sus últimas grabaciones recordamos "Campo del Príncipe", fechada en 2002, donde acompañaba con su toque a Enrique y Estrella Morente, Juan Valderrama, Miguel Poveda, Rancapino… Y la antológica "Habas contadas", que recogía una selección de piezas registradas entre 1962 y 2007.
No obstante las dificultades que atravesaba hacía esfuerzos por seguir tocando, sólo que ya en la intimidad. Alcanzaba una de la madrugada en su casa, tocando para sí mismo, sin ningún testigo. Lo apoyaban sus hijos. Para "matar el tiempo" se iba a un bar del barrio del Lucero, donde vivía en Madrid, en la carretera de Boadilla. Y allí, por las tardes, se entretenía jugando al mus y al dominó. Por dentro, llevaba la pena de no seguir subiéndose ya a ningún escenario. Era un hombre humilde, que nunca quiso abandonar su modesta vivienda, negándose aunque se lo pidieran sus hijos a trasladarse a un piso más confortable.
Sabiéndose irremediablemente impedido por su enfermedad, hizo esta confesión en una entrevista que le hicieron en 2007 en la revista "La Flamenca": "No le tengo miedo a la muerte. Cuando te toca, te toca… La vida es así". El flamenco está hoy de luto, callada para siempre la guitarra que con tanto arte acariciaba Juan Habichuela.