La música es tan básica en el desarrollo del infante como lo es el lenguaje. Potencia las capacidades que se alojan en uno y otro hemisferio y facilita los procesos intelectuales que son imprescindibles en cualquier convivencia. Uno de los investigadores más reputados a nivel internacional es este campo es Edwin E. Gordon, profesor y creador del Music Learning Theory (Teoría del Aprendizaje Musical). Concluyó que "el niño gana conocimiento sobre sí mismo, sobre otros y sobre la vida misma" y "le hace más capaz de desarrollar y sostener su imaginación".
Los padres y tutores deben saber que tienen en la música una gran aliada a la hora de educar a un niño. Lo corrobora Anelia Ivanova Iotova, profesora del Departamento de Expresión Musical y Corporal de la Universidad Complutense de Madrid y Doctora en Educación Musical. "Ante un contacto con el arte musical, los niños experimentan y manifiestan vivencias que contribuyen para el desarrollo de la atención auditiva, observación, imaginación, capacidad de sentir y entender la belleza del arte, de profundización en su vida intelectual y emocional", asegura.
Cuanto antes comience el niño a interactuar con la música, antes se verán los resultados:
- Buen comportamiento y confianza en sí mismos: según la Children´s Music Workshop, una de las escuelas más prestigiosas de Estados Unidos, los adolescentes que tocan un instrumento son menos propensos a tener problemas disciplinarios. La Universidad de Columbia añade que son más seguros de sí mismos.
- Capacidad para trabajar en grupo: "Todas las actividades musicales ayudan al desarrollo de las capacidades sociales dentro del grupo porque la mayoría se hacen, precisamente, en grupo. El niño adopta costumbres para un comportamiento cívico", asegura Anelia Ivanova Iotova, que añade que la empatía del niño con las emociones expresadas en la música es un camino hacia la formación de sus valores.
- Canalización de las emociones: la música sirve además de vía de expresión. "Hay momentos en los que los niños no pueden expresar con palabras cómo se sienten, en cambio pueden ayudarse de canciones y bailes para comunicarse con los otros y conseguir desarrollar su inteligencia emocional", apunta Marina Cuadra, graduada en Educación Infantil por la Universidad de Navarra.
¿Música clásica o heavy metal?
Guillermo Fouce, doctor en Psicología y presidente de Psicólogos sin Fronteras, apela al sentido común de los padres o tutores a la hora de elegir la música que deben escuchar los menores. Asegura que cada estilo tiene unos ritmos diferentes y se puede usar para relajar, activar o estimular, por lo que hay que buscar la música adecuada para cada estado emocional.
Sin embargo, ningún estilo es excluyente, como sostiene Jesús de Blas, vicedecano del Colegio de Psicólogos de Castilla y León. Si en casa se escucha heavy metal o pop rock, no hay que dejar de hacerlo por la llegada de un nuevo miembro a la familia. "Todos facilitan una expresión emocional y unos sentimientos que siempre son positivos porque, si no te gusta lo que oyes, lo quitas. Sea el tipo de música que sea, genera sentimientos positivos". Por lo tanto, hay que estar atento a las respuestas del pequeño para descubrir sus gustos.
Desde antes de nacer
Zoltán Kodály, músico húngaro y autor de una de las metodologías más importantes de educación musical, afirmó que la educación musical debe comenzar nueve meses antes del nacimiento. Varios investigadores que analizan las respuestas fetales al sonido –Tomatis, Kuntzel, Hansen o Petrie– coinciden en que, sobre la séptima semana de gestación, el feto puede comenzar a oír. Las embarazadas, por lo tanto, ya pueden facilitar el primer contacto con las notas y los acordes. Una vez llegados a este mundo, los bebés muestran tranquilidad y atención ante la música susurrada o cantada. En caso de que lloren, se puede tratar de tranquilizarlos con una nana. El esquema de este tipo de canciones permite que el latido del corazón de los neonatos se vaya ralentizando y, por lo tanto, se relajan hasta quedar profundamente dormidos.
Cuando son un poco más mayores, entre los dos y seis años, la capacidad de sentir y percibir alcanza su mayor potencial. Hay que dejarles probar y experimentar, desarrollando simultáneamente su capacidad de elección. No hay una edad prefijada para empezar la educación musical, sino que "debemos ser capaces de responder a la curiosidad del niño por su entorno musical", afirma Marina Cuadra.
¿Y si el niño no muestra interés por la música? ¿Hay que obligarle a tocar un instrumento? Esta es una duda que se le plantea a muchos padres. Para Guillermo Fouce, la música debe ser parte de la educación integral del menor y aunque no muestre un interés particular por ella, hay que facilitarles espacios para que entren en contacto con ella, puedan practicar y, por supuesto jugar, puesto que es una de las formas más fáciles para aprender.
El problema viene, asegura Marina Cuadra, "cuando algunos padres intentan proyectar en sus hijos sus sueños fracasados de tocar un instrumento o cantar afinando, generando en ellos una ansiedad innecesaria". No se debe tratar de cumplir los sueños propios a través de nuestros hijos. Hay que enseñarles las opciones que tienen, mostrarles los distintos tipos de instrumentos y esperar a que sean ellos los que decidan qué quieren hacer. La música, como dice Jesús de Blas, es para disfrutar. "No es bueno que se le obligue. Los niños van a decirte lo que les gusta o no les gusta. Las artes en general son las expresiones humanas que más satisfacciones producen, todo lo que haga disfrutar, hay que utilizarlo. Los padres se darán cuenta perfectamente si le resulta gratificante la música, si es así, que hagan todo lo posible por que disfruten".