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Julián Schvindlerman

'Wish You Weren't Here': Roger Waters en Latinoamérica

El músico británico es un referente de un movimiento extremista y antisemita que se escandaliza sólo contra Israel.

El músico británico es un referente de un movimiento extremista y antisemita que se escandaliza sólo contra Israel.

Para Roger Waters, la provocación es parte del show. Actuando en Estados Unidos el año pasado, durante sus conciertos proyectó imágenes enormes de Donald Trump con capucha del Ku Klux Klan y la frase "F**k Trump". Durante su gira sudamericana –que arrancó el 9 de octubre en Brasil y finalizará el 9 de diciembre en México, tras pasar por Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia y Costa Rica–, el músico británico ya brindó cierta dosis.

En Brasil, en plena performance, tachó de "neofascista" al presidente electo Jair Bolsonaro, y además quiso visitar al expresidente Lula da Silva en prisión. En Uruguay participó en un acto propalestino en la Central Obrera. Para su show en la Argentina convocó de telonero a un conjunto mapuche llamado Puel Kone ("Los Guerreros del Este"), que es parte de un colectivo minoritario con reclamos territoriales. "Nuestro pueblo busca vivir en paz en un Estado plurinacional", aseguró el guitarrista y vocalista mapuche Lefxaru Nawel.

El antisemitismo también es parte de sus shows. En 2013, en un concierto en los Países Bajos, lució un atuendo de tipo nazi en el escenario: un tapado de cuero negro con un brazalete rojo en un brazo, guantes negros, y cargó una ametralladora alemana MP40 Schmeisser, usada por los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el concierto, voló por sobre las cabezas de los fanáticos un gran cerdo inflable adornado con palabras y símbolos, entre ellos una estrella de David. En Alemania, algunos de sus conciertos fueron cancelados por su imaginería nazi y antisemita. Declarar que un "poderoso lobby judío" controla la prensa o que el Gobierno israelí es "nazi" no lo ha beneficiado mucho, tampoco. Menos aún que el supremacista blanco David Duke lo haya aplaudido públicamente.

En Sudamérica Waters tuvo mejor suerte. La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró Huésped de Honor y la Alcaldía de Montevideo lo reconoció como Visitante Ilustre. La Bnai Brith Latinoamérica de Montevideo y el Centro Simon Wiesenthal de Buenos Aires rápidamente elevaron sus quejas, advirtiendo de la ironía de otorgar estos reconocimientos oficiales en coincidencia con la conmemoración del 80º aniversario de la Kristallnacht. Después de todo, como exponente del movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), el británico es un continuador de las políticas de boicot y marginación contra los judíos que los nazis implantaron en los años treinta del siglo pasado en Alemania. Con la diferencia de que él busca aplicarlas exclusivamente contra los judíos que viven en Israel.

Roger Waters no es un mero adherente al BDS, sino uno de sus miembros más prominentes. No solamente ha tomado la decisión de no ir a tocar al Estado judío, sino que ha presionado a otros músicos para que hagan lo propio. Boicotear a Israel es su gesta. Así, queda en compañía de judíos antisionistas como Ilán Pappe, Naomi Klein y Judith Butler y de conocidos islamistas como el clérigo sirio Omar Bakri, el titular de Electronic Intifada Alí Abunimah y el Líder Supremo de Irán, Alí Jameini, entre muchos otros.

Buena parte de la opinión pública occidental posiblemente vea a Waters y a los de su tipo como un clan de humanistas y pacifistas bienintencionados. En realidad, es un referente de un movimiento extremista y antisemita que se escandaliza sólo contra Israel. El famoso músico de Pink Floyd todavía tiene que montar una campaña de marginación contra Irán por ahorcar homosexuales o contra China por encarcelar musulmanes. Su indignación moral selectiva lo deja al descubierto.

NOTA. Tomo el título de esta columna del documental de Ian Halperin Wish You Weren't Here: The Dark Side of Roger Waters (2018), que hace un juego de palabras con el álbum de Pink Floyd Wish You Were Here (1975).

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