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Muere Moncho, el 'Gitano del Bolero'

Su producción discográfica, iniciada en 1964, alcanzó la cantidad de treinta y cuatro álbumes.

Su producción discográfica, iniciada en 1964, alcanzó la cantidad de treinta y cuatro álbumes.
Ramón Calabuch Batista. | Archivo

Un infarto acabó el día de los Inocentes, 28 de diciembre último, con Ramón Calabuch Batista, conocido como Moncho, "el rey gitano del bolero". Era de Barcelona, donde había nacido en julio de 1940. Hace justo un año anunció su retirada: había perdido la voz. Era el mejor en su género en España. Lo curioso es que siendo gitano, no le dio por interpretar flamenco. Se da la circunstancia de que en sus comienzos musicales, sin copiarlo desde luego, procuró endulzar sus canciones a la manera de Lucho Gatica, a quien mucho admiraba, y que falleció hace pocos meses. Con la desaparición de Moncho, el bolero se viste de luto y aunque este tipo de canción romántica continúe en otras voces, no hallamos en estos momentos nadie que pueda ocupar el sitio que el calé mantuvo.

Moncho era hijo de un modesto trabajador de la compañía Catalana de Gas, la misma empresa donde laboró el progenitor de Joan Manuel Serrat. Los dos cantantes, amén de ser paisanos eran muy amigos y el gitano llegó a grabar un disco junto al "Noi del Poble Sec". Su producción discográfica, iniciada en 1964, alcanzó la cantidad de treinta y cuatro álbumes, el último con la muy joven Tamara, voz femenina muy relacionada asimismo con el mejor bolero. Moncho triunfó con sus personales versiones de Llévatela, La nave del olvido, Noche de ronda, Voy, Bravo, El reloj, Nosotros, Historia de un amor, Cuando vuelva a tu lado... Más de un centenar de esos títulos tan clásicos, inolvidables, a los que aportaba la fuerza de su voz, el sentimiento, para conquistar a tantas parejas de enamorados que bailaban al compás de aquellos boleros inmarchitables.

Casado con Mary, una salmantina con la que tuvo una breve convivencia, la dejó por otra mujer que iba a escucharlo cuantas veces podía, sentada en las primeras filas. Era la madrileña Concepción Fraile. Iniciaron una relación apasionada hasta casarse en 2005. Ella aportó una hija de una anterior pareja. Llevaban treinta y cuatro años de vida en común antes de darse el sí definitivo. Conchita se convirtió en su representante artístico para no estar ni un sólo día separados, sobre todo en verano, durante las largas giras. Una hermosa historia que, tal vez si él se hubiera animado a escribirla, se habría convertido en un bolero con argumento real, propio. Cierto que cantó cosas suyas, estrenos, pero su popularidad queda dicho que se debió más a su forma de interpretar añejos temas.

En 2011 Moncho recibió el más duro revés de su existencia: Conchita murió tras cinco años luchando contra una parálisis progresiva que la había condenado a estar postrada en silla de ruedas. Desde entonces, ese gitano fino, cariñoso, sencillo en el trato como pude comprobar las veces que estuve con él, se volvió más introvertido, silencioso, triste… Y luego, hace año y pico, cuando su garganta comenzó a fallarle, se acentuó mucho más su ánimo, y eso que casi siempre solía estar alegre y divertido. Se había quedado calvo hacía tiempo, lo que en los escenarios disimulaba con una peluca. Y por la calle, cubierta la cabeza con una gorra. No se molestaba si alguien cercano bromeaba con él por esa carencia capilar. Y esa sonrisa que solía dibujarse por lo común en sus labios se ha apagado para siempre.

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