Llega el 15 de agosto, que es el día más feriado de España: no hay capital, ciudad o pueblo que no lo celebre, por lo común en honor de su Patrona, a través de las distintas advocaciones marianas . En Madrid, la Virgen de la Paloma, que como ocurre en otros lugares no es precisamente quien ostenta ese patronazgo religioso en contra de lo que todavía muchos suponen (la titular es la Virgen de la Almudena) pero a la que los oriundos y residentes en la capital de España tienen auténtica veneración. Tampoco está representada por una imagen escultórica, caso que sucede por ejemplo con la Virgen del Perpetuo Socorro, sino por un cuadro. Pintura que hallaron unos mozalbetes el año 1790 en un vertedero situado en los alrededores de la iglesia que hoy acoge aquel hallazgo. Cuadro que cada año descuelgan un grupo de bomberos de la pared donde está instalado, lo colocan en un sitial, y queda a las puertas del templo unas horas hasta que en procesión recorre las castizas calles del barrio de la Paloma, cercanas a las Vistillas, el lugar donde la verbena se celebraba todavía hace medio siglo.
La festividad dio origen a una popular zarzuela estrenada hace ahora ciento veinticinco años: "La verbena de la Paloma". El tiempo transcurrido desde entonces no ha mermado ni el prestigio ni la fama que le acompañó desde sus primeras representaciones en el célebre teatro Apolo, donde tantas otras obras de ese género se dieron a conocer; luego, a partir de 1929, sede de una institución bancaria en la muy transitada calle de Alcalá madrileña. "La verbena de la Paloma" es un sainete con libreto de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón, dos ilustres compositores que dieron gloria tanto a la zarzuela como al llamado género chico consistente en obras de menor duración, alrededor sólo de una hora. Llevaba, por cierto, dos subtítulos curiosos: "El boticario y las chulapas" y "Celos mal reprimidos". Argumento de amores y equívocos de una pareja compuesta por un cajista de imprenta y una modistilla, con final feliz, rodeados por unos personajes castizos que terminan el festejo del 15 de agosto alrededor de un concurso de baile, con sones de mazurca.
El teatro musical español no puede entenderse sino a partir del 17 de febrero de 1894, que es cuando se estrenó "La verbena de la Paloma", sin que ello signifique que con anterioridad no se alumbrasen zarzuelas importantes. Acerca de esos personajes de "La verbena de la Paloma" seguro que les sonarán algunos de sus nombres: las hermanas Casta y Susana, dos chulapas salerosas; el cajista llamado Julián, su tía "la señá Rita", el boticario don Hilarión... Desde que se diera a conocer el sainete las clases populares lo adoptaron, sobre todo en Madrid, como un retrato callejero de la sociedad de la época. Y muchas niñas serían bautizadas al nacer con el nombre de Paloma, probablemente uno de los más elegidos todavía en el santoral. Ni que decir que el lenguaje del libreto responde a la parla de los madrileños de entonces, que mucho más tarde recrearía en sus comedias el sainetero alicantino Carlos Arniches. Los cantables de Tomás Bretón tienen una gracia singular. De alguna manera pueden considerarse anticipo de lo que poco después serían los muy celebrados cuplés y más tarde coplas.
Con la llegada del cine "La verbena de la Paloma" sería llevada a la pantalla por vez primera en 1921, que dirigió uno de los pioneros del invento, José Buchs. El maestro Bretón iba muchos días al rodaje y tomó parte activa, aunque el filme fuera mudo, lo que constituye una paradoja tratándose de un argumento con canciones. Ya en 1935 sucedió la versión sonora, que se considera la mejor de las tres que se han filmado, dirigida por Benito Perojo e interpretada por Roberto Rey, Charito Leonís, Raquel Rodrigo y Miguel Ligero. Este último, extraordinario en su papel de Don Hularión, repetiría actuación en la última de las versiones, ya en color, de 1963, a las órdenes del realizador José Luis Sáinz de Heredia, con Vicente Parra y Concha Velasco en los papeles centrales. Quienes en la parte final del filme interpretaban con sus propias voces la mazurca de la historia, sólo que a ritmo de cha-cha-chá.
El malogrado galán levantino llegó a grabar varios discos y a realizar algunas galas, en tiempos en los que necesitaba "parné". También la vallisoletana, que se lucía como bailarina, su primera profesión, popularizó "La chica ye-yé" como es sabido. Seguro que este 15 de agosto, un año más, por algunos de los rincones del viejo Madrid volverán a escucharse fragmentos como el de "¿Dónde vas con mantón de Manila? / ¿Dónde vas con vestido chiné...?". O lo de "Por ser la Virgen de la Paloma / un mantón de la China na/ China na..." seguidillas que aluden a una prenda entonces muy en boga entre las mujeres, que la llevaban sobre los hombros, traída desde Manila por marineros y viajeros que realizaban tan larga travesía. Ya no se celebran verbenas, desde luego. Las últimas, puede que fueran todavía avanzada la década de los años 70. Luego, otros ritmos, fiestas y bailes invadieron locales y calles. Pero ello no invalida que nuestra mejor música popular se siga recordando, como es el caso que en este ya varias veces citado 15 de agosto sucede, al menos en nuestro Madrid.