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'Fairytale of New York': la canción de Navidad de los perdedores es la última víctima de la inquisición cultural

The Pogues alcanzó su mayor éxito comercial con esta triste historia de dos inmigrantes irlandeses que no han tenido la vida que soñaban.

The Pogues alcanzó su mayor éxito comercial con esta triste historia de dos inmigrantes irlandeses que no han tenido la vida que soñaban.

La BBC ha anunciado su intención de censurar dos palabras del gran éxito de The Pogues Fairytale in New York, su villancico protagonizado por una pareja de inmigrantes irlandeses en la Gran Manzana que han visto cómo el sueño americano no era para ellos. La versión edulcorada de la radio pública británica silenciará la palabra slut (puta) y cambiará faggot (maricón) por haggard (demacrado). La excusa, la de moda durante los últimos años, que es "ofensiva" para ciertos colectivos, en este caso el activismo feminista y LGTB. "Somos conscientes de que las audiencias jóvenes son especialmente sensibles a términos despectivos hacia el género y la sexualidad, y tras pensarlo cuidadosamente, Radio 1 ha decidido emitir una versión en la que Kirsty MacColl canta una letra alternativa, ofrecida por la discográfica", ha indicado la emisora.

El letrista y cantante masculino de este dueto, Shane MacGowan, ha considerado "ridícula" la censura, aunque declaró hace dos años, cuando saltó por primera vez la polémica con la letra, que si no se entendía bien lo que intentaba hacer la canción entendía que quitaron ciertas palabras. Pero no todos pensamos igual. Fairytale of New York es quizá la única canción de Navidad moderna que consigue emocionarme. Por su melodía, su melancólico acompañamiento inspirado en la banda sonora de Érase una vez en América, de Ennio Morricone, y también por su letra. Soy de la tribu a la que es más fácil emocionar con una historia que con cinco iloveyous, y la letra de MacGowan resume en sus estrofas toda una vida, la de una pareja de inmigrantes irlandeses que se conocieron en Nochebuena y que unas cuantas navidades después se culpan el uno al otro de la mala vida que llevan, pero que se siguen queriendo y aún conservan la esperanza.

Y para que esta historia funcione como debe, es necesario que los dos miembros de la pareja se insulten a modo, aunque quizá lo más duro no es ninguno de esos epitetos tan ofensivos y tan censurados, sino la terrible frase "Feliz navidad, espero que sea nuestra última". Es necesario para entender qué clase de gente son los protagonistas, y para darse cuenta de lo mal que lo están pasando, y para emocionarse más con el final. "Quería que fuera un personaje auténtico y no todos los personajes en las canciones y las historias son ángeles; ni siquiera gente decente y respetable. A veces tienen que ser malas personas o simplemente desagradables para poder contar la historia de manera eficaz", arguyó MacGowan hace dos años, cuando saltó por primera vez esta polémica.

Nick Cave está entre quienes ha protestado airadamente: "La idea de que una palabra, o un verso, en una canción se puede cambiar sin hacerle un daño considerable sólo la pueden sostener quienes no saben nada sobre la naturaleza frágil de la composición". El cambio que propone la emisora "destruye la canción al desinflarla en su momento más esencial y temerario, quitándole su valor. Se convierte en una canción que ha sido adulterada, comprometida, domesticada y neutralizada y que ya no puede considerarse grande. Es una canción que ha perdido su verdad, su honor y su integridad, una canción que se ha arrodillado y permitido a la BBC llevar a cabo su negocio oscuro y pegajoso."

Un negocio oscuro y pegajoso que es moneda corriente para la cadena pública británica, que siempre ha tenido entre sus tradiciones la censura musical, una tradición que reflejó Richard Curtis es un película Radio encubierta. Otrora la excusa era conservadora, ahora progresista; parece que hubiéramos vivido un breve interregno de libertad artística mientras duraba el cambio de corsés con los que maniatarnos. Superficialmente, parece que no es tan grave: la BBC ya no es un monopolio legal y sus decisiones no tienen la importancia ni el impacto de entonces. Sin embargo, el consenso sobre lo que es admisible y lo que no ahora extiende sus tentáculos sobre la cultura mundial a través de las multinacionales de lo digital.

Y si el frente de batalla está en "las campanas que suenan por Navidad" es que la guerra va a ser dura.

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