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Gracia Montes, la 'voz de cristal' de la copla que dejó su carrera por amor

La artista, de la que Lola Flores decía que "en su garganta tiene ruiseñores", ha muerto a los 86 años.

La artista, de la que Lola Flores decía que "en su garganta tiene ruiseñores", ha muerto a los 86 años.
Fotografía de archivo de la cantante de Copla Gracia Montes | EFE

Se apagó la voz de Gracia Montes, "voz de cristal" fue apodada; de la que también decía Lola Flores que "en su garganta tiene ruiseñores". No se parecía a ninguna de las grandes. Voz propia, por lo tanto. Llevaba unos años ya enferma, tras superar en 2006 un aneurisma cerebral. Tenía ochenta y seis años cumplidos en marzo. Ya hacia tiempo que no salía de su domicilio, atendida por su familia, en la sevillana calle de la Asunción, a cinco minutos andando del ferial. Nunca se casó. Tuvo un novio que la engañó, y por él, dejó de cantar cuando se hallaba en un espléndido momento. Al reaparecer tras aquel desengaño sentimental, le costó recobrar el puesto que había dejado en la canción española.

Llamada María Gracia Cabrera Gómez vino al mundo en Lora del Río (Sevilla) el 1 de marzo de 1936 en el seno de una familia de clase media dedicada a la agricultura y ganadería. La mayor de cuatro hermanos. Por su afición al cante, admiradora de Juanita Reina y otras grandes del género, consiguió el permiso paterno para recibir clases en Sevilla de una maestra genuina de la copla y el baile, Adelita Domingo, de cuya academia salieron muchas artistas de renombre. Gracia Montes lo sería, por encima de la prohibición de sus padres para irse con la compañía de variedades de Pepe Pinto y la Niña de los Peines. Llorando a todas horas, sin querer alimentarse, ablandó a su progenitor quien le dio permiso para incorporarse a aquel elenco, eso sí, con una "carabina" como se decía entonces, la mamá de la artista, sólo que en este caso fue una tía suya.

Acostumbrada en su casa a no pasar privaciones, Gracia Montes me contaba que en aquellos primeros años 50, de gira por los pueblos andaluces, hubo de dormir muchas noches en inhóspitas posadas, en habitaciones dominadas por chinches. Su debut había tenido lugar en 1951 en el espectáculo Del corazón a los labios. En 1953 sería La copla por bandera. Con ambos recorrió España entera.

La popularidad de Gracia Montes, cuando ya brilló con luz propia tras aquellos primeros años en la compañía de Pepe Pinto, le surgió al comparecer en "Cabalgata Fin de Semana", un ameno programa radiofónico que dirigía y presentaba Bobby Deglané, "el inventor de los concursos". Tiempos en los que cuando en España aún no había llegado la televisión, la radio era el medio por el que los españoles se entretenían con muchos de sus espacios trufados de canciones, muchas de ellas del género conocido como copla. Y en el mencionado, Gracia Montes se dio a conocer con una pieza del aragonés Francisco de Val: "¿Será una rosa, será un clavel?". Tal título se refería eufemística y románticamente a la pregunta que se hacía entonces a las embarazadas; igual que ahora, claro. Eso de ¿qué esperas, niño o niña?

Aquella copla se la inspiró al autor el matrimonio formado por el matador de toros Antonio Ordóñez y Carmina Dominguín cuando acudió a una fiesta en el domicilio del matrimonio. Carmina se encontraba en estado de buena esperanza, otra frase común en esa circunstancia. De Val se inventaría luego un par de nombres en la letra de la copla, según fuera rosa, o clavel, niña o niño. Y lo que alumbró la hermana de Luis Miguel fue una nena que, con el tiempo, daría mucho que hablar: Carmen Ordóñez, primera esposa de Paquirri, de vida independiente tan conocida, lo que nos lleva a no explayarnos más, cuyo trágico final es del dominio público. Ella era "la rosa" de aquella copla estrenada por Gracia Montes. El director cinematográfico José Luís Sáenz de Heredia incluyó en su película Historias de la radio a la artista sevillana interpretando dicha canción, cuya difusión a través de la radio fue amplia a mitad de los años 50.

Grandes éxitos

Otras canciones del mismo periodo fueron: "Palito de ron", "El chapinero", "Cariá la sanluqueña", "La romera", "Una rosa colorá"… Eran de ambiente andaluz, con letras muy populares relacionadas con el folclore sureño, a veces con ritmo de sevillanas, rumbas, zambras… La voz de Gracia Montes siempre tuvo un suave pellizco flamenco personalísimo. Y en público, con su belleza y atractiva figura, también era poderoso reclamo para ir ganando cada vez más admiradores. En 1957 se presentaba ante sus paisanos ya con espectáculo propio, Rosa de Andalucía.

No necesitaba micrófono como tantos otros artistas de medio pelo. "Coplas al viento" fue el segundo, en el sevillano teatro Cervantes, tan frecuentado por los amantes de la copla, donde estrenó uno de sus grandes éxitos, "Maruja Limón", de Quintero, León y Clavero, tema que había rechazado Juanita Reina, lo que después lamentó.

En un principio se creó como zambra pero después, Gracia Montes le insufló un aire más alegre, de ritmo rumbero. Rafael de León, el mejor de los letristas del género, le escribió "Moscatel". Y "Poema de mi soledad", con música del gran Juan Solano, títulos a los que había que agregar también "Soy una feria", que respondía al carácter de su intérprete.

"El hombre de su vida"

Y cuando con el siguiente espectáculo, Coplas al viento, la artista se encontraba en su mejor momento artístico, cayó en las redes amatorias de un empresario catalán, apellidado Balañá, emparentado con el clan de regentes de plazas de toros y salas cinematográficas. Este caballero prohibió a su novia que siguiera cantando. Y la obligó a "encerrarse" en su casa de Lora del Río, alejada de los escenarios y las grabaciones discográficas. Como si fuera una monja, vamos. El amor es ciego, viejo adagio. Gracia Montes creyó haber encontrado en aquel barcelonés "el hombre de su vida", que vivía en la Ciudad Condal y de vez en cuando se dejaba caer por el pueblo donde le esperaba Gracia, encandilada cuando se abrazaban. Pero ¿cómo Gracia Montes accedió a cuanto le pedía su enamorado, al que encima sólo lo veía cada dos o tres meses?

Antes de aquel extraño y lamentable noviazgo Gracia Montes sólo había tenido un par de relaciones. Una con Fernando Ortega, sobrino de Manolo Caracol, y otra con su representante artístico, Rafael Vargas, hermano de El Príncipe Gitano. Discretísima siempre en su vida íntima, Gracia Montes acabó admitiendo que su amado

Balañá sólo la quería para divertirse con ella de cuando en cuando, sin gana alguna de formalizar aquel romance, propio de un pasado lejano, con aquel novio machista. Y a los ocho años, dejaron ya de verse. ¡Que ya estaba bien la historia…!

Reapareció Gracia Montes en 1965 con el espectáculo La rosa de las marismas en el sevillano teatro San Fernando, que le escribieron los muy competentes Ochaíta, Valerio y Solano. Bien acogida por crítica y público, pero justo cuando la copla iniciaba un largo periodo de decadencia y lo que se difundía en la radio y en la casi reciente televisión eran otros ritmos modernos. No obstante, con la mayor dignidad, Gracia Montes pudo continuar actuando en las siguientes décadas. En su notable discografía se cuenta con su versión algo aflamencada del bolero del maestro García Morcillo "Viajera".

"Artista de artistas"

Los espectáculos de variedades fueron desapareciendo a partir de los años 80. Gracia Montes siguió grabando más discos, siempre con la casa Columbia, y apareciendo en salas de fiestas y programas de televisión. En la década de los 90 la copla volvió a tomar más aliento y Gracia pudo seguir su carrera, ya con menos eco, hasta que, sin anunciar desde luego su retirada, fue dando poco a poco término a su fructífera carrera musical. El sello de su voz siempre fue para las jóvenes intérpretes que han seguido manteniendo el género un ejemplo. Era además "artista de artistas": es decir, admirada por sus compañeras.

Tras vivir varios decenios en Madrid en el barrio de Argüelles, regresó a Sevilla en los 80. Le conocí una íntima amistad con un periodista sevillano. Aquello pudo ser un amor ya más platónico, tranquilo, o, en todo caso, sin visos de casamiento por mucha pasión que ambos quisieran demostrarse. Gracia Montes siguió soltera. Mujer de extraordinaria simpatía, extremada, refinada educación como siempre me demostró las muchas veces que nos vimos. La admiré, le tuve gran afecto y la noticia de su fallecimiento me ha conmovido. Será enterrada este próximo sábado en su pueblo natal, Lora del Río como quedó dicho, cuyo Ayuntamiento ha declarado dos días de luto oficial.

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