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Nevermind: 20 años no es nada.

Parece que fue ayer cuando entraba con mi padre en la ya desaparecida tienda de discos del 326 de Vía Carpetana, donde un póster con la fotografía de un bebé (Spencer Elden) sumergido en una piscina intentando coger un dólar me sorpendió. Veinte años no es nada, escribió Alfredo Le Pera para Gardel en Volver. Y es precisamente lo que siento en este momento al revisar Nevermind dos décadas más tarde de su publicación, parece que el polvo de mi cuarto únicamente ha pasado por la caja que contiene este portento de álbum, porque sigue inalterable en cuanto a calidad y entorno que envolvían estas canciones.

Ni Kurt Cobain, ni Krist Novoselic, ni Dave Grohl, ni Butch Vig, ni tan siquiera David Geffen pensaban que el 24 de Septiembre de 1991 quedaría marcado a fuego en la historia del rock. Un presupuesto de algo más de sesenta mil dólares para un total de ventas, que a día de hoy superan los treinta millones de copias. Treinta millones de personas que en este momento vuelven a escuchar el disco que marcó el devenir de la escena independiente del noroeste estadounidense, el grito desesperado de un joven que supo ensamblar guitarras distorsionadas, letras atormentadas, armonías disonantes y cambios de dinámica. La unión perfecta de la influencia adquirida por bandas como The Pixies, Black Flag, The Melvins o R.E.M y la admiración a John Lennon.

El aislamiento, el desencanto, el malestar con los prejuicios sociales o el deseo de libertad eran los estandartes de una mente tan creativa como ácrata como la de Cobain. Figura en la que se resguardaron los componentes de la llamada Generación X, los cuales estaban agotados de la cultura general y deprimidos con el futuro, como detallaba el crítico Simon Reynolds. Nevermind se convirtió en el impulso de la escena grunge, así como la sensación musical del momento, sucediendo a Michael Jackson del primer puesto del Billboard y colocándose en los primeros puestos de las listas británicas, eso sí, sin desbancar a los preludios del Britpop.

La masiva oferta de bandas y discos, la cacería indistinta de las majors en busca de otros Nirvana, la venta de la escena y posterior rumbo de sus ídolos, llevó a la desaparición de la misma. Pero aún podemos recordar piezas clave de estos años como Ten de Pearl Jam, Goo de Sonic Youth, Dirt de Alice in Chains o Badmotorfinger de Soundgarden, entre otros. Sin olvidar Nevermind, tan aclamado por muchos como desprestigiado por otros, pero que en mi humilde opinión, supo reflejar a la perfección los pensamientos y sensaciones de una sociedad que adoptó la obra como propia, al igual que no supo seguir adelante tras la desaparición de su líder. Un artista que fue proclamado como el portavoz de una generación, algo que le enojaba a la par que descubría la malinterpretación de sus mensajes.

En defintiva, Nevermind es el álbum de una generación que quedó retratada, amplió los límites de la música y es historia de la misma pese al disgusto de muchos. Incluso la mayoría de los que descubrimos mucho más tarde las canciones que lo formaban (es lo que tiene haber nacido en el ochenta y cuatro), sentimos un cariño especial por los acordes de un álbum imperecedero y por encima de corrientes, complacencias e insultos.

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